Como la verdad histórica se nos escapa, la historiografía es solo un discurso que no debe confundirse con lo que pasó, porque son cosas diferentes. Es el caso de las mistificaciones sobre la gestión de Trujillo con el tema de las finanzas públicas, hay distancia entre hechos y relatos históricos predominantes. Interpretaciones que se deconstruyen usando fuentes documentadas, con estadísticas de la época. Con las disponibles, pertenecientes al FMI y Banco Internacional de Reconstrucción, entrego mis versiones al cumplirse cincuenta y cinco años de haber finalizado la dictadura.
El primer mito, que restauró la independencia financiera. No fue de esa manera, se produjo un golpe de suerte, un inesperado viento de cola positivo para la economía, como dirían los economistas, shocks internos y externos favorables no propiciados por el dictador.
Cito los siguientes: a) El ciclón San Zenón que azotó la ciudad de Santo Domingo en septiembre de 1930; b) derrumbe de precio de los activos en Wall Street, entre el 24 y 29 de octubre de 1929, crisis financiera que se extiende a Europa, y provoca la Gran Recesión en los treinta, y c) iniciativa del presidente Hoover, para declarar moratoria sobre la deuda externa de “economías asfixiadas”, como consecuencia de la Gran Recesión.
Factores determinantes para que el Presidente Roosevelt no objetara que se pagaran solo intereses entre 1931 y 1934; para que se renegociara el principal adeudado en 1934, y extendiera el periodo; que se redujera poco la deuda externa en diez y seis años, de $16 millones de dólares en 1931 a $9,401,855.55 en julio de 1947; para que, en la década de los treinta, por intereses y capital se pagaran $2,338,000 dólares en lugar de $19 millones de dólares según la Convención de 1924; para que a discreción y contribuyera a consolidar su dictadura, Trujillo gastara la diferencia de $16,662,000 dólares, un promedio anual de $1,666,200 dólares o 0.54% del PIB. Es decir, mucho dinero.
El segundo mito, que pagó la deuda pública con ahorros del presupuesto. Trujillo nunca liquidó la deuda del Gobierno, lo que hizo fue cambiar su composición de externa a interna. Se endeudó con el Banco de Reservas por un monto similar, pagando un interés de 5% anual. No tenía ahorros presupuestarios, fue lo contrario, su gestión fue deficitaria con $15.9 millones de dólares de 1940 a 1947, no obstante los ingresos fiscales multiplicarse 4.5 veces, pero aumentó el gasto 6.7 veces.
El tercer mito, que con el pago a tenedores de bonos en el exterior, benefició las cuentas públicas. Tampoco fue cierto, el efecto neto fue negativo. Se redujeron las reservas internacionales del país, de $28.3 millones a $19 millones, debilitando el respaldo del peso, que recién había sustituido al dólar como moneda de circulación nacional. Además, aumento el gasto anual del presupuesto, cambió una deuda de largo plazo por otra de corto plazo. Y sin necesidad, porque después de la renegociación de 1934, pagaba intereses por $896,000 dólares y capital por $431,000 dólares, un total de $1,327,000 dólares. Lo que equivalía solo a 1.8% de los ingresos del fisco ($73,769,816 dólares) de 1947.
En suma, el dictador fue un pésimo administrador de las finanzas públicas.