Gestión viciosa de la moneda nacional

Gestión viciosa de la moneda nacional

POR LUIS H. VARGAS
La regulación del sistema monetario y bancario nacional se consigue fundamentalmente por la manipulación del crédito interior neto; es decir, la amputación de la base monetaria y la subida artificial de las reservas internacionales netas.

La restricción de la moneda de alta potencia descansa en la colocación creciente de papeles estatales de inversión a lucrativos intereses, lo cual equivale a una emisión inorgánica de moneda porque no dispone de posibilidad alguna de neutralizar, en gran proporción, en producción real, fuentes fiscales o riqueza patrimonial. 

Entre principios de septiembre y finales de octubre del año en curso, la emisión monetaria describió una ligera curva descendente de 72 mil 908 millones de pesos a 72 mil 580 millones, a la vez que las reservas internacionales netas pasaron artificialmente de 372,9 millones a 460,1 millones de dólares, dado que se incorporó el conteo de las reservas legales de los depósitos en dólares de 362,3 millones a 363,2 millones, en desconocimiento de la de la pauta contable trazada por el FMI. De aquí que en verdad dichas reservas tan sólo se inclinaron de 10,6 millones a 98,4 millones de dólares, gracias a la flotación sucia del régimen cambiario del peso frente al dólar y el euro y la no consideración de diferentes vencimientos de pasivos a corto plazo.

En razón de que determinados instrumentos de drenaje del crédito primario se encuentran agotados a la fecha de hoy, tales como el aumento de las tasas de interés y los extra-encajes legales, la gobernación del Banco Central no cesa de colectar dinero primario que no paga interés a cambio de entregar dinero secundario que si paga interés, en forma de edición de certificaciones gubernamentales de inversión.

En general, el instituto central de emisión realiza tanto operaciones de monetización o conversión de ingresos de capitales extranjeros en moneda primaria, como de neutralización de egresos de activos internacionales o disminución del crédito doméstico, a fin de procurar una gestión virtuosa de moneda nacional.

EFECTOS NEGATIVOS DE LA EMISIÓN DE CERTIFICADOS DE INVERSIÓN

La política de gestión de la moneda nacional bajo la modalidad de achicar la base monetaria por medio de la reedición constante de títulos de inversión por parte del Banco Central provoca perjuicios irreparables a la actividad productiva de las empresas criollas, las operaciones normales de la bancas comerciales y la ocupación remunerada de las clases trabajadoras.

En la coyuntura actual, la gobernación del instituto de emisión no cumple con la función básica aludida de monetizar el ingreso de divisas en igual proporción al tipo cambiario oficial y, a su vez, neutralizar el egreso en forma de esterilización monetaria de acuerdo al canje establecido de pesos por dólar. Por ejemplo, el superavit registrado en la cuenta corriente de balanza de pagos implica una monetización con signo nacional que tiende a incrementar la masa monetaria y a decrementar las tasas de interés, es decir a incentivar la demanda agregada de consumación e inversión. Sin embargo, esta política se bloquea en base a la reemisión de certificados de inversión (moneda secundaria) para estitirilizar la emisión monetaria (moneda primaria)

En apariencia, el superavit primario generado en las cuentas internas del gobierno central se canjea por el superavit en cuentas externas del sector privado, a los fines de saldar obligaciones financieras con instituciones prestamistas en el extranjero y empresas transnacionales radicadas en el país. Pero dado que el excedente monetizado de las cuentas internacionales es relativamente excesivo porque no se repaga el total anual de  los adeudos programados y el superavit en las cuentas internas es claramente insuficiente para anular pasivos pendientes, el Banco Central interviene entonces para recolectar dinero en circulación  

En otras palabras, como la reexportación de financiación exterior es mayor que la afluencia de inversión extranjera, debería de tener lugar una esterilización del crédito interior en términos proporcionales a la monetización inicial, pero como el Estado contabiliza atrasos crecientes de intercambio de pesos por dólares o euros por concepto de liquidación de intereses, amortizaciones y ganancias de corporaciones y entidades extranjeras, el Banco Central recoge entonces los pesos gracias a la comercialización de papeles de inversión en vez de entregar dólares para saldar tales salidas de divisas.   Este tipo de esterilización se califica de viciosa porque la liquidez derivada de la entrada de divisas no se neutraliza con la salida correpondiente de dichos activos, sino que de hecho se construye un cepo a la base monetaria en forma de verticales emisiones de certificaciones estatales de inversión inorgánica con altísima cuota de riesgo por impagas ineludibles.

En un primer período, el achicamiento del dinero de alto poder presiona hacia el suelo las tasas cambiarias de pesos por euros y dólares, en vista a acrecentar la oferta importada para deprimir la tasa de inflación, borrar pérdidas en las hojas de balance de las compañías para remontar la tasa de rentabilidad y asegurar la repaga de los débitos del Estado y la mejoría de los índices de solvencia de los bancos múltiples.

No obstante estas pretensiones, al final de cuentas la apreciación artificial de la moneda peso con respecto a las monedas internacionales abre boquetes tanto en la cuenta exterior de balanza de pagos por las facilidades cambiarias concedidas a la importación de bienes y servicios mercantiles, así como en la cuenta interior de la administración pública a raíz del crecimiento vertiginoso del déficit casi-fiscal.

Supuestamente la esterilización del dinero nacional y crediticio relanza al techo los tipos de interés, mas como la demanda agregada sufre violento retrotraimiento, resulta que no hay presión demandante de capital a préstamo y, por consiguiente, no suben los costes financieros. Esta dinámica de aminoramiento del consumo vital y la inversión productiva se traduce en una inclinación de la capacidad ociosa de planta industrial o la plantación agraria y en una declinación de las ventas mercantiles de las empresas urbanas y rurales.

El Banco Central empuja hacia abajo las tasas de rendimiento de los títulos del gobierno, pero no alcanza a arrastrar las tasas de interés establecidas por las bancos comerciales a causa de que la caída de la tasa de ganancia de los negocios de la esfera productiva y la amenaza de recaída de la tasa de rentabilidad de los activos de la esfera financiera obligan a dichas instituciones monetarias a cubrir riesgos de mercado, crédito y liquidez con intentos de subas empinadas de los ingresos financieros y bajas en picado de los costos administrativos.

El dinamismo en sentido contrario entre acrecentamiento del índice de capacidad ociosa de las empresas y el decrecimiento de los valores de ventas mercantiles representan una tijera de aumento del costo de producción y disminución del valor agregado por unidad de mercancía que no hace más que empeorar a causa de las políticas de mocha de la demanda agregada y de la masa monetaria.

De esta manera, el estrechamiento de la producción bruta y consecuente decaimiento de la renta nacional influencian el declive de la oferta-demanda crédito y, por tanto, abren las compuertas a la inflamación de una burbuja financiera con soplos crecientes de rentabilización de activos sin base real.

En este escenario, muchas empresas no escatiman esfuerzos en superar la erosión de su capacidad de autofinanciación y autocapitalización por medio de contratación de crecientes créditos que rebotan en una elevación del componente servicio de deuda en el valor de venta, lo cual obliga innumerables veces a las bancas a degradar la calificación empresarial o, lo que es igual, a estampar a los convenios de préstamo una mayor tasa de interés activa para brindar cobertura a la prima de riesgo.

El saldo deudor de las empresas tiende a crecer tanto más el FMI exige cortaduras de la demanda agregada y el Banco Central pone en circulación valores del Estado. En el primer caso porque la subida del valor importado en la oferta total, a causa de la valorización del tipo cambiario del peso con relación al dólar, la bajada del valor de la fuerza laboral, reflejada en la rebaja de la tasa salarial real, y la equiparación de los ingresos a los egresos gubernamentales, en base al corte de los servicios personales y sociales, no significan otra cosa que descenso de ventas y ganancias para empresarios, tanto más asciende la desocupación y la pobreza entre los trabajadores.

Y en el segundo caso porque la sequía de liquidez ocasionada por la pujante esterilización monetaria cortocircuita la circulación normal del dinero y el crédito: ni compra el demandante por defecto de ingresos monetarios ni paga el productor por exceso de pasivos pendientes con los acreedores y proveedores. Los bancos comerciales múltiples inclusive rechazan reiteradas demandas de dólares canalizadas por fabricantes y comerciantes para importar mercaderías o materias primas, toda vez que la respuesta sea  positiva hay creación automática de crédito y necesidad de expansión de la oferta de dólares, es decir todo lo contrario de las metas trazadas por el Banco Central: más esterilización en pesos y menos entrega de dólares.

Si el deudor no paga y el acreedor no presta, entonces la demanda-oferta de moneda creiticia decrece a toda marcha en el ámbito del sector privado. En efecto, entre diciembre de 2003 y octubre de 2004, el valor de los préstamos por destino reculó desde 148 mil 580 millones de pesos a 131 mil 581 millones, en tanto entre septiembre y octubre de este mismo año la contracción absoluta ascendió a mil 20 millones de pesos o 0,8 %, a pesar de que en sendos casos el índice de precios al consumo observó un comportamiento hacia arriba.

A medida que los ingresos financieros de los bancos comerciales decaen por concepto de intereses activos percibidos sobre préstamos concedidos al sector empresarial, estos organismos monetarios reorientan con creces sus activos productivos a las inversiones en valores gubernamentales emitidos por el Banco Central, al grado de que los intereses devengados de estos instrumentos se convierten en la principal fuente de renta bruta y, por tanto, en el más importante componente de rentabilidad en relación a los réditos derivados de los empréstitos aludidos y de las tarjetas de crédito.  

En tanto y cuanto los intereses pasivos fijados a los títulos emitidos por el banco Central  están por encima de los certificados colocados por la banca comercial, los ingresos obtenidos por esta última de los primeros cubren gran parte de los egresos cargados a los segundos, pero a costa de sufrir las consecuencias negativas de la probable explosión de la burbuja financiera en el instituto emisor, ya que las inversiones en tales títulos comprenden casi tres veces el balance patrimonial consolidado de los bancos múltiples y, todavía peor, éstos no se han hecho las provisiones de lugar para cubrir inversiones en depósitos y valores.

La banca comercial múltiple no cuenta con posiblidades a corto plazo de aumentar sus rentas y ganancias en empréstitos por la política recesionista impuesta por el FMI y la política deflacionista ejecutada por el gobierno central y, mucho menos, puede alzar los intereses y comisiones a las tarjetas de crédito, a menos que quiera en ambos casos abultar la cartera vencida e irrecuperable. Lamentablemente sólo dispone del balón de oxígeno de los réditos de los certificados estatales de inversión, hasta que los tenedores asuman conciencia de que el valor facial de sus papeles dista mucho del efectivo de mercado. En tal sentido, hay que anotar que únicamente una quita de 40,0% del valor nominal de estos instrumentos haría reventar todo el sistema bancario nacional.

CONCLUSIONES

Los elevados riesgos de mercado, crédito y liquidez que azotan los bancos en estos instantes constituyen indicaciones de la profunda crisis financiera y, más aún, la grave crisis de la economía dominicana, en un coyuntura internacional con tendencia hacia la recesión cíclica en la producción y agudización de conflictos en las relaciones comerciales interfronterizas.      

La suba de las tasas de interés reales, la baja de los rendimientos de los papeles gubernamentales, la subida de los costos operacionales y financieros, la bajada de los fondos de rescate del Banco Central, el ascenso de los portafolios vencidos e incobrables, el descenso del coeficiente autofinanciación contra deuda a la banca, la inclinación de beneficios financieros ficticios y la declinación de las rentabilidades reales empresariales, no hacen más que reflejar la crisis de la esfera financiera y bancaria en el país, tanto más el FMI exige condicionalidades draconianas de poda de la demanda agregada y el Banco Central comprime la base monetaria mediante la colocación a todo vapor de valores en circulación. El instituto emisor ha llegado a tal punto de degradación que ni siquiera cumple con la función de los adelantos y redescuentos de acuerdo a la ley monetaria, tal y como se puede comprobar con el borrón de este renglón, sin explicación alguna, en la tabla de indicadores monetarios y bancarios publicada cada cierto período en la Internet, a fin de rendir informaciones sesgadas sobre el financiamiento interno.

En el fondo esta crisis de la banca y las finanzas es una manifestación de la crisis del proceso de producción mercantil y acumulación capitalista, cuyo indicador se confirma en el movimiento en sentido contrario entre la tasa de achatamiento del valor agregado real y la tasa de sobreinversión de capitales, en un primer momento, y entre la tasa de empinamiento de los réditos de los capitales dinerarios y la escasez de fondos en las actividades productivas y las recaudaciones fiscales para fondear tales ganancias especulativas, en un segundo momento.

Finalmente, hay que reafirmar que ante las crisis enunciadas no hay otra salida que abandonar la política recesiva del FMI y la política monetaria del Banco Central, reformar las reformas en función de los intereses nacionales, populares y empresarios, incluyendo la banca nacional, en base a una alianza entre clases de trabajadores y empresarios para plasmar un proyecto soberano de Estado nacional, entre inversionistas locales y extranjeros para desarrollar fundamentalmente el mercado interno y capturar nichos del mercado externo, entre la población haitiana y dominicana para convivir en paz y en defensa del ecosistema de la isla de Santo Domingo y entre los distintos embriones de naciones existentes en República Dominicana que pueden plasmar real y efectivamente el ideal de la ciudadanía, la democracia y la justicia.

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