Con la elegancia, fundamento y entereza de un gobernante que no vacila en rectificar, el presidente Luis Abinader colocó fuera su propuesta de modernización fiscal por la objeción generalizada a sus alcances; acto movido, según explicó, porque siempre actúa con sensibilidad y conectado a la realidad que la sociedad expresa y que recibió visiblemente su marcha atrás con alivio y satisfacción. No obstante su breve y balsámica comparecencia del sábado no ocultó, aunque faltaran los ribetes y énfasis que merecía, la necesidad de generar ahora un cambio estructural para reducir la dependencia del endeudamiento externo y aumentar la capacidad de financiar soluciones a problemas sociales.
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Por ahora salir de déficits y riesgos a futuro queda en suspenso y albur en lo que el Gobierno ajusta los alcances de sus planes de desarrollo y construye alternativas aceptables para “lograr la República Dominicana que queremos”. Y aunque no imprimiera dramatismo a su palabra, sí recordó que este es un momento crucial para actuar y garantizar el bienestar de las generaciones futuras. No formuló ninguna invitación formal a concurrir al ruedo que en busca del consenso pondría al Estado frente a quienes deben ser convencidos de pagar impuestos razonables, algo mayor a los actuales siquiera, y aceptar incluso supresión de exenciones antes “temporales”. De alguna forma el fisco debe dejar de descansar tanto sobre el consumo de sectores de bajos ingresos. ¿Muere la pieza retirada sin confirmarse como punto de partida para alcanzar un consenso?