Giovanni di Pietro ¿un crítico posmoderno?

Giovanni di Pietro ¿un crítico posmoderno?

Giovanni di Pietro asegura que “la crítica postmoderna es considerada la más avanzada del momento”. Esto le conduce a afirmar lo que sigue: “por mi temprana asociación con esa figura, yo también soy un crítico postmoderno y mi crítica es de las más avanzadas.” (“Otras lecturas. Más ensayos de literatura dominicana”. P. 358). 

Hay en esa afirmación  un poco de orgullo y suficiencia acompañados de una ideología del progreso de las ideas con respecto a otras consideradas como atrasadas. Pero es necesario vigilar lo que uno escribe, porque en el ensayo sobre el libro teórico de León David titulado “Antes del holocausto. Fragmentos, máximas y apuntes acerca de la extinción del espíritu en la era postmoderna”, Di Pietro critica acerbamente todo lo que es posmoderno, en contra de cuya ideología la emprende el  vate Jimenes Sabater desde su título mismo.

¿A cuál posmodernismo se adhiere entonces Di Pietro? ¿Al fundado por Jean-François Lyotard en “La condición posmoderna” (1979) y la de sus secuaces como Francis Fukuyama y su fin de la historia? Leamos entonces solamente estos tres pasajes de Di Pietro ubicados en el ensayo consagrado a León David: “la postmodernidad, que es el sentimiento que conforma nuestros tiempos, es como una marea que sube constantemente y arrasa con todo.” (p. 103) Y esta otra: “Ya que el opuesto del ‘espíritu’ es la ‘materia’, esto explica por qué estos tiempos tienen esa única, nefasta ideología que tienen: ‘el materialismo’ (…) Este materialismo postmoderno de ninguna manera podemos confundirlo con el materialismo que se conoció en el pasado.” (Ibíd.) Es decir, el marxista leninista.

O esta otra cita:  “Para el postmodernismo, todas las cosas son desechables, inclusive el mismo ser humano.” (p. 104). Y para concluir, esta: “La ideología materialista postmoderna no se la inventaron los pueblos desheredados; más bien, fueron los que conforman el Imperio o que se identifican con él. Así, mientras en el Imperio esa ideología es ‘algo que se vive’; en sus provincias, es más bien ‘algo que se padece’. Esto quiere decir que trata de erradicar todo lo que vino anteriormente para suplantarlo con el supuesto desarrollo, el cual significa copiar y repetir todos los desmanes que vienen de fuera.” (p. 106).

Me parece que Di Pietro debe explicar claramente cuál es el tipo de posmodernismo al que se adhiere, pues ese posmodernismo que acaba de criticar acerbamente es el mismo que abona y riega a escala planetaria la única teoría de la literatura que tolera: la literatura “light”, hija predilecta de la cultura frívola o “light” que azota al mundo y que uno encuentra teorizada por Enrique Rojas en su libro “Una vida sin valores. El hombre light” (Buenos Aires: Planeta, 2004).

No conozco otro posmodernismo que no sea el que postula Rojas. Según este psiquiatra español, la sociedad posmoderna descansa, a escala mundial, en una mesa con cuatro patas en cuyo tope se encuentra la tetralogía nihilista del materialismo, la cual gobierna las patas del consumismo, el hedonismo, la permisividad y el relativismo. Ese materialismo que lo gobierna todo no es el mismo que el materialismo histórico y dialéctico de Marx, Engels y Lenin. En esto estoy conteste con Di Pietro, porque el materialismo del posmodernismo sigue la divisa ideológica de tanto tienes ($), tanto vales.

Di Pietro considera que él agrega un “plus” a esta definición del método ecléctico aplicado a un texto cualquiera: “Sin embargo, a esto añadiría algo más que es particularmente mío. Y es que el crítico ecléctico no debería tomar con mucha seriedad los resultados de sus indagaciones. Que debería presentarlos como puros teoremas para que las personas que leen sus ensayos y libros tengan la libertad de aceptar o rechazar, en parte o totalmente, lo que afirma. O sea, que para ser coherente consigo mismo, debería estar dispuesto a olvidarse hasta de los mismos resultados de su método. Estos serían válidos sólo si, de alguna forma, el lector encontrara cierta utilidad en ellos.” (pp. 356-57).

La utilidad era, junto con lo bello y lo bueno, la concepción pragmática e ideológica del arte y la literatura en Grecia y Roma. Junto con la pedagogía y la terapia del arte de Pitágoras, la utilidad, lo bello y lo bueno formaban un bloque monolítico que dura hasta hoy en forma de una dictadura de la opinión o “doxa” que funciona como la verdad acerca del arte, la literatura y las demás prácticas sociales.

Una acotación. En varias citas del libro de Di Pietro he colocado un “sic” a la redacción. Esto no implica censura a su sintaxis y léxico españoles, pues entiendo su posición como extranjero que usa nuestro idioma: “Lamento constantemente las fallas que mis textos críticos tienen en término de lenguaje y estilo, pues vengo de otros dos idiomas y empecé a escribir en español a los cuarenta años, sin nunca haberlo estudiado formalmente.” (p. 339) Vale.

Vuelvo al punto del olvido del texto. Según la definición de Di Pietro, autor y lector deben olvidarse de la obra. Pero sucede que nadie se olvida de la obra. De ahí el acoso a Di Pietro por parte de sus detractores.

El pacifismo del olvido tiende un velo de conformismo sobre el lector. El minúsculo mundo de lectores y críticos que Di Pietro detecta en nuestra sociedad es sumamente activo, hiperactivo diría yo, y está a la caza de las opiniones de los críticos, sin importar el método que usen. Lo que esperan es lo que advierte Di Pietro. Que se hable de la obra, no importa que sea en bien o en mal. Pero que se hable. Esto obedece, al menos en nuestra sociedad, a la infravaloración que Di Pietro advirtió en sus estudiantes de inglés. Lo mismo observé en los estudiantes de letras durante más de treinta años de docencia.

Leamos ahora la definición de Di Pietro sobre los demás métodos cuyo valor es  idéntico al del eclecticismo. En su artículo “Breve defensa de  una crítica”, el autor se plantea una pregunta que sepulta a los demás métodos, aunque el suyo y los demás valgan por igual. Veamos cómo él conceptúa su propio método, es decir, el primero: “¿Cuál es la importancia de mi crítica dentro del ámbito de la literatura dominicana y el mismo campo de la crítica literaria como se practica en el país? Yo no me hago ilusiones. Sé que la crítica literaria en la República Dominicana  se hace como crítica periodística, esencialmente, y como crítica teórica, en el mejor de los casos. La crítica periodística es una crítica amañada. Tiene mucho que ver con el amiguismo y las preferencias ideológicas. Si eres amigo, eres un gran novelista y haces cosas que rayan en lo sublime, muy cercanas al Quijote; si eres de mi partido político o trabajamos juntos en la misma oficina de relaciones públicas, no hay papelito que publiques que no sea pura destilación de las mismitas nueve Musas en Helicona.” (P. 366).

Hago una pausa y abro el abanico de los puntos de vista. Lo dicho por Di Pietro es cierto solamente para el comentario periodístico frívolo o “light”. En la cultura dominicana, y a escala mundial, se lo practica a diario gracias a la entronización del neoliberalismo y su teoría literaria y cultural de lo posmoderno y “light”. Debido a razones culturales y políticas, la gran tradición de crítica periodística que tuvo sus raíces en América Latina en el siglo XIX, sigue vigente en el siglo actual. Darío y Pedro Henríquez Ureña son dos paradigmas que ejercieron esta labor de crítica periodística, heredada principalmente del modelo cultural francés exportado al ámbito europeo y latinoamericano, por no citar una centena de escritores que realizaron ese oficio. De manera que urge distinguir un tipo de crítica periodística “light” de otro tipo que se toma en serio su asunto.

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