Giovanni Di Pietro y el Grial de la novelística dominicana

Giovanni Di Pietro y el Grial de la novelística dominicana

TRASCENDENCIA. Muchas de las novelas que Di Pietro ha comentado no trascienden al mundo artístico.

Para concluir estas reflexiones sobre la obra de Giovanni Di Pietro me quisiera remontar al coloquio que sobre la novela dominicana se efectuó en el Ateneo de Moca en 1970 (Véase: Tendencias de la novela dominicana, Bruno Rosario Candelier,1988); con la participación de críticos y novelistas, allí se habló de la existencia o no de una novelística nacional. Entiendo que la pregunta no es del todo pertinente, porque una cierta tradición de la escritura de novelas nos ha precedido. Lo que es necesario es valorar la importancia que tuvo y la que tiene para nosotros.
Giovanni Di Pietro en sus libros sobre el género en República Dominicana ha confirmado su existencia y también su valor. Lo que ha desconcertado al crítico es la presencia de una gran cantidad de obras que se presentan como novelas y no alcanzan muchas veces el dominio del código de la lengua. A otras no se les ve una organización coherente de la trama; los personajes resultan fantasmagóricos; los textos carecen de una idea central y de un propósito que los haga una propuesta inteligible y a la vez portadora de valores.

Para Giovanni Di Pietro la novela debe tener un sentido ético, moral, una organización formal que la haga coherente, pero sobre todo debe ser un texto que dialogue con los problemas del mundo en el que se presenta. Todo eso haría que la novela fuera un producto funcional dentro del mundo de la creación y de las ideas. Di Pietro tiene la conciencia de que en la actualidad tenemos un desencuentro con la tradición de la novela dominicana y con la idea de una novela que exprese de forma inteligible el mundo dominicano; las preocupaciones de los dominicanos y el destino del país.

Es decir, en las lecturas de Di Pietro hay un fin último. Lo que ocurre es que esa finalidad no se alcanza. Ha sido reiterativo, pero parece que no se le ha escuchado. Se le ha rechazado y descalificado. Pero no ha cambiado la escritura de la novela. Y es esto lo que me llama poderosamente la atención. Y es lo que voy a tratar de explicar y explicarme.

En el libro Bestiario 3, hay un trabajo detenido y tedioso con más de cincuenta novelas que abarcan un periodo que va desde 2009 a 2018. Pensemos que este no es el único libro, sino que el tercero de esta serie, con parecida cantidad de novelas y que los trabajos sobre el género llenan una cantidad extraordinaria de volúmenes y un periodo de trabajo que abarca más tres décadas.

Entonces, la mirada de Di Pietro a la novela dominicana, no desde el punto de vista del crítico, sino desde la perspectiva del lector, nos muestra que la novelística dominicana a partir de la fractura, es decir, desde el momento en que dejó de ser un pasado, es la obra de unos cuantos autores. El grueso de los que han publicado podemos decir que conforman una novelística artesanal. Tomando en cuenta que la artesanía tiene un propósito de utilidad por encima del fin estético. Es un objeto donde la presencia ontológica del arte se cierra y deja de dialogar; se queda en su propia eventualidad.

Muchas de las novelas que Di Pietro ha comentado no trascienden al mundo artístico. Y se constituyen en bienes que no alcanzan el simbolismo que el arte inaugura. Permanecen dentro de los sistemas de producción y distribución porque ellas hacen que los autores ganen un prestigio, que no está dado por la práctica, sino por el incluirse bajo el nombre de artista de la palabra. Su escribancia, término de Roland Barthes, tiene una razón de ser y se ha acentuado con los nuevos medios de producción. Si Walter Benjamin entendía que en el tiempo de la reproducción mecánica el arte iba a perder el aura, en este caso ha nacido un arte sin aura, sin trascendencia, pero que ha quedado como un objeto intercambiable, que está vacío de sentido, aunque se produce y circula como si fuera un producto simbólico de calidad. Creo que esto está intermediado también por las condiciones de publicación. Y se nota más en un país como República Dominicana donde el acto de publicar no pasó por la reformulación institucional.

No existe el escritor profesional. Porque las condiciones materiales, no lo permiten. No existe la casa editorial, porque el bajo nivel educativo no ha creado la cantidad necesaria de lectores para que pueda funcionar teniendo como modelo las de otros países institucionalizados. No existen los correctores ni una crítica formal que sancione lo bueno y relegue lo que no tiene méritos. La literatura es una actividad muy especial en la República Dominicana. Ella es la presencia maravillosa de una actividad que existe a su manera y a pesar de.

Los medios de distribución de bienes simbólicos contribuyen a esta literatura artesanal. En la que el artesano logra entrar al oficio de ‘escritor de obra de arte’ sólo porque hay comerciantes de su artesanía, que reciben los réditos de una actividad en la que se configura una cierta insuficiencia que no puede ser destruida, sino en la lectura, el análisis y la crítica rigurosa. Mientras esta no llega, el producto se instala en el mercado. Su portada, su diseño, es decir otras formas artísticas, hacen de ese objeto una obra que llenará estanterías, pero es un signo vacío. Sólo puede comunicar o repetir ciertas ideas, mostrar ciertos mundos, sin que se resuma en ella la verdad artística. Algunos le han llamado literatura, otros subliteratura, otros literatura light y Giovanni Di Pietro: tollo.

Pensando en el dilatado trabajo de Giovanni Di Pietro en la novelística dominicana, pienso que su labor no ha sido en vano. Primero, le dio fuerza a la idea de la existencia de una novelística dominicana, con un pasado y un presente de excelentes producciones, pero de pocos autores. Segundo, pudo mostrar la importancia, lo que la hace particular, su apego a las cosas del país; y tercero, mostró, como lo hace en este libro, todas las debilidades y pudo reflexionar sobre los límites de su escritura y de su método crítico.

A los novelistas les toca seguir trabajando y a los jóvenes que se acerquen al género tener presente la seriedad de un oficio. No se trata de publicar cualquier cosa que se le llame novela. No se trata de quedarse solamente en el código de la lengua. Lo que ha perdido Di Pietro no es ni tan siguiera el Grial de la novela dominicana, sino la suma de una tradición y su coherencia desde sus inicios hasta ahora. Di Pietro ha tratado de escuchar los textos y también a los autores. Falta mucho para que podamos aquilatar la dimensión de su trabajo. Como el de Sísifo, podrá bajar la montaña cuando se encuentre más empinado. Como Prometeo, nos ha traído la luz de su fuego; su dedicación y su tesón.

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