Bajo la dirección de Benedicto XVI la Iglesia Católica no para de dar giros sorprendentes. El último ha sido la propuesta que ha hecho el Papa a la Iglesia Anglicana para que forme parte integral de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.

Los 73 millones de anglicanos o episcopales se han mostrado desinteresados. Ellos se consideran católicos, pero sin la autoridad del Papa; protestantes, pero sin el doctor Martín Lutero.

Esta decisión ha causado malestar a lo interno del mismo clero. El teólogo alemán disidente Hans Kung ha calificado esto como “piratería ecuménica”.

Sin embargo, mientras el Papa hace esta propuesta, al mismo tiempo se muestra excluyente con las demás confesiones religiosas del mundo.

Primero fue con los musulmanes, al relacionar esta fe con la violencia. Esto le llevó a tener que emplearse a fondo para calmar los ánimos entre el mundo árabe.

Luego el Sumo Pontífice descalificó a las demás religiones diciendo que la salvación se encuentra sólo en el catolicismo. Además, que la única iglesia vinculada directamente a Cristo es la suya.

Su declaración más reciente es que la católica es la única iglesia autorizada a interpretar la Biblia a través de sus organismos institucionales.

“En cuanto a la Sagrada Escritura, tenemos la última palabra”, manifestó.

Él se resiste a reconocer a las demás manifestaciones de fe como iglesia.

Claramente el catolicismo se muestra un tanto desesperado ante su descenso en el mundo y, especialmente, en América Latina, donde las iglesias protestantes crecen vertiginosamente.

Buscar alianzas con entidades de fe afines y desacreditar y excluir forma parte de una estrategia que busca defender el espacio religioso en todas partes.

Empero, contradice, al mismo tiempo, el ecumenismo y el diálogo por la paz religiosa.