Gisselle

Gisselle

POR MANUEL EDUARDO SOTO
Gisselle surgió como solista merenguera hace 10 años, cuando la «invasión» de las cantantes boricuas que cultivaban merengue, el ritmo típico de República Dominicana, era encabezada por Olga Tañón. Pero si la Tañón era un huracán –tanto en belleza como estilo interpretativo– Gisselle se mostraba más sensual y tenía rasgos más finos, con un rostro digno de una muñeca, un cuerpo de diosa y una sonrisa de un millón de dólares.

Con esos atributos se dispuso a reclamar un espacio dentro del mundo de las merengueras boricuas, el que se ganó merecidamente, aunque luego cometió el error de probar suerte también en la balada, donde la competencia era mayor y costaba mucho más triunfar ante otros nombres ya consagrados en el género.

Yo la conocí en los estudios de la cadena Telemundo, en Miami, donde desde el primer momento quedé impresionado con su belleza y simpatía extraordinarias. Era 1996 y acababa de dar a luz, pero así y todo se promovía con mucho entusiasmo en los mercados estadounidenses con población hispanoparlante.

Un par de años más tarde, ya competía de tú a tú con la Tañón, la que también había grabado un álbum de baladas bajo la batuta del mexicano Marco Antonio Solís, lo que aprovechó Gisselle para darse a conocer en el agitado y cadencioso ritmo caribeño, grabando incluso un álbum con Sergio Vargas, con el que llegó a situarse en los primeros lugares de popularidad con su versión a dúo de «Perdóname. olvídalo», de Juan Gabriel.

La segunda vez que entrevisté a Gisselle, quien saltó a la fama como integrante del erotico grupo Punto G –bajo la guía del merenguero dominicano Bonny Cepeda–, fue a fines de la década de 1990, ya era una estrella y su belleza fuera de serie era el comentario obligado en los medios faranduleros. La entrevista fue en un restaurante español de la cubanísima Calle Ocho de Miami, donde el propietario de una revista local de espectáculos, de origen argentino, se olvidó que había representantes de diversos medios y quiso monopolizar la atención de la bella merenguera, llenándola de piropos y elogios a toda voz.

La fotografía que ilustra esta página fue tomada esa tarde, donde se le ve con un vestido largo, compensado por un generoso y revelador escote. A pesar del acoso del pseudoperiodista, ella tuvo tiempo para atender a todos los profesionales de la prensa que habían sido invitados por su sello, BMG.

Aparte de la música, Gisselle también ha incursionado en el teatro, donde recientemente participó en la obra «La verdadera historia de Pedro Navaja», la que se presentó en Puerto Rico junto a estrellas como Yolandita Monge y Gilberto Santa Rosa.

Pero no hay duda de que a pesar de sus atributos para el canto, Gisselle se ha esmerado en destacar su belleza física para avanzar dentro del mundo de la música, lo que se ha reflejado en los atrevidos videos que ha hecho de sus mayores éxitos, apareciendo en diminutos bikinis y en sensuales actitudes que la han establecido como un símbolo sexual, a pesar de ser madre y de tener compañeros con los que se muestra abiertamente en actividades públicas.

Gisselle nació en Nueva York, pero, como muchos puertorriqueños, fue en la isla donde se dio a conocer artísticamente, mostrando al principio su afición por el baile, lo que demostró actuando en diversos espectáculos –incluso acompañando al grupo Menudo– y pasando después a la televisión.

Su primer contacto en serio con el merengue fue dentro de la orquesta femenina de este género, Kaviar, hasta que decidió actuar individualmente cuando fue contratada por BMG, disquera que le ha dado una amplia promoción que le han valido tres nominaciones al prestigioso premio Grammy.

*El autor es periodista chileno, de larga trayectoria internacional, desde hace poco residente en el país.

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