Globalización, tercermundismo, divorcio y femenicidio

Globalización, tercermundismo, divorcio y femenicidio

Merton estableció que si en una sociedad se pone demasiado énfasis en el logro de ciertos objetivos, pero no se pone un énfasis similar en las normas y reglas para alcanzarlos, los individuos inventarán formas diversas para alcanzarlos (novedosas, perversas o delincuenciales).

Modernización, globalización, consumismo, civilización del espectáculo, sociedad de la satisfacción, o como se los llame, se caracterizan, entre otras cosas, por el afán de consumir y de divertirse, por encima de la búsqueda de otros valores. En los países subdesarrollados, se produce un crecimiento astronómico de la oferta de bienes y servicios, especialmente provenientes de los países más desarrollados, bajo una agresión masiva de publicidad. “El que no consume tal, no es nadie”, parecen decirnos, descaradamente. Al mismo tiempo, nuestros países no generan empleos ni oportunidades legítimas para que los individuos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, puedan acceder a esos bienes publicitados. Las mujeres son atraídas al mercado laboral desde temprano, y los hogares son semi abandonados por una pareja que sale a buscárselas afuera de casa con tal de aumentar lo que entienden por calidad de vida: televisores, equipos eléctricos, alimentos más sofisticados y demás. A menudo la mujer es preferida en los puestos de trabajo, aumentando el desempleo masculino, y bajando la autoestima del varón, mayormente si procede de una cultura machista.

Él se siente disminuido como proveedor; ella se hace menos capaz de dar afecto, soporte emocional y guía espiritual a los niños (y al esposo) como tradicionalmente lo ha hecho. En la ciudad, el alejamiento de la parentela y la laborantismo, hacen que al mismo tiempo que la familia y el individuo demandan mayor apoyo emocional del hogar, la capacidad de darlo se hace menor, particularmente de la mujer al hombre. Este suele perder poder económico, de decisión, frente a una mujer que también trabaja. La auto estima del varón disminuye fuertemente cuando ella gana más que él, o él está desempleado. Lo que le dificulta compartir con amigos, poderosa razón de pérdida de auto estima.

Una mujer más educada y liberada, suele incurrir en conductas que él suele interpretar como irrespeto a su condición de jefe de hogar. Escenario propicio para el deterioro de su liderazgo como padre, no siendo apto como modelo adecuado para sus hijos. La frustración puede hundirlo en la depresión o a abandonar el hogar, o tornarse más agresivo, con los hijos y con la mujer. Peor va la cosa cuando el hombre, carente de fe,  pone su auto estima en la posesión de la hembra, convirtiéndola en su principal objetivo de vida. Según  el folklore bolerístico bachatero, si ella lo abandona o le es infiel, su vida o la de ella deben terminar. Sin duda ni demora, la sociedad tiene que crear empleos y mejorar el acceso a los bienes y servicios. Mientras tanto, la cosa siempre será peor en el hogar y pareja con baja educación, en donde sean más débiles los valores morales y espirituales. Donde está Dios, la cosa es diferente.

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