Globalización, TLC y empleo

Globalización, TLC y empleo

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN SJ
Es posible que el CAFTA-DR entre en ejecución en poco tiempo  a pesar de la resistencia de grupos empresariales y del mismo Gobierno. Los productores nacionales tienen claros motivos para temer una mayor competencia por parte de productos importados  más baratos y de potenciales inversiones extranjeras. El Gobierno no acaba de reconciliarse con la pérdida de ingresos aduaneros y de poder discrecional para otorgar contratos.

Tampoco los obreros y empleados industriales, a no ser los que trabajen o esperen trabajar en zonas francas y en actividades relacionadas con el turismo, pueden estar entusiasmados con la vigencia del TLC. Puede argüirse sin embargo que el número de empleados beneficiados por el Tratado iguala o supera  al de los  más amenazados, los que trabajan en las industrias nacionales. El plazo de 20 años para la eliminación paulatina del proteccionismo  agrícola de los siete artículos hasta ahora favorecidos por rectificaciones técnicas concede a sus productores tiempo prudente para ser competitivos o para emprender otras actividades. De todas maneras cualquier pérdida de empleo, aunque sea sectorial y no global, es trágica para los afectados que tendrán dificultades en integrarse a otros sectores o a abrir sus propios negocios informales y que no recibirán compensaciones proporcionadas al desempleo.

Que esto suceda en el “Año Nacional de la Generación de Empleo” puede parecer paradójico pero realmente me parece más bien prometedor. Desde fuera del Gobierno se diría que éste presentía el peligro de desempleo y que trataba de compensarlo. Sea cual fuese la intención del Gobierno el slogan sirve para llamara la atención hacia el problema central de la economía el del desempleo involuntario. La enseñanza de Keynes sobre la centralidad del empleo ha sido sacrificada en la práctica en aras

de otros fines  buenos,   la estabilidad cambiaria y de los precios. La Teoría Económica sigue suponiendo implícitamente que el desempleo es voluntario porque la gente se niega a trabajar por  salarios bajos.

El TLC puede  ser ventajoso para los consumidores, incluso necesario para conservar las ventajas de acceso al mercado norteamericano, tecnificar nuestras inversiones, institucionalizar nuestra economía y sanear prácticas políticas discriminatorias pero conlleva riesgos para el empleo  en el sector industrial. Conviene que los economistas nos ocupemos más seriamente del desempleo, un mal que afecta al 18% de la población dominicana que busca trabajo.

1. El riesgo fundamental de desempleo en la Globalización

a)   John Sutton, profesor de la London School of Economics y presidente de la Royal Economic Society acaba d publicar un artículo orientado a explorar el efecto sobre el empleo de la apertura de un país a la competencia global. La premisa fundamental de su estudio es la relativa irrelevancia para los consumidores de los precios y la importancia de la calidad. Teóricamente la economía rechaza esta división entre precios y calidad: bienes de calidad diferente son bienes diversos y no iguales; cada calidad de un bien dado tiene su precio. Tenemos entonces en el caso de automóviles: carros populares, carros de calidad y carros de lujo; tres mercados. Sutton prefiere hablar de un sólo mercado: el de carros. El supuesto de esta preferencia habría que ponerla en el objetivo buscado: la calidad y no el precio.

En los países desarrollados la restricción para la demanda del presupuesto disponible tiene poca importancia para personas con ingresos altos que les permiten un cómodo manejo de buena parte de sus deseos. Esta menor importancia puede existir en países con salarios promedios altos, especialmente si la generalización de préstamos al consumidor permite a éste adquirir o alquilar bienes de alta calidad a bajas cuotas mensuales.

La posición de Sutton podría explicarse de otra manera si reducimos los bienes fundamentales intercambiados en la globalización a artículos y servicios de calidad. Los bienes objetos de intercambio pueden ser de bajo precio pero todos tienen que ser de una calidad mínima pero elevada.  Para aceptar esta hipótesis nos ayuda recordar que aun en el caso de  un país pobre con bajos salarios que se abre a la globalización por medio de inversiones directas extranjeras orientadas a la exportación y a los sectores locales más pudientes,  el nivel de ingresos de los consumidores  globalizados puede ser muy alto aunque no lo sea el promedio de los países huéspedes.

En conclusión: los bienes intercambiados son de calidad aunque sean baratos y los consumidores no están severamente restringidos por su ingreso. En ese marco se abre el país a una mayor competencia extranjera acostumbrada a la calidad.

¿Cuál sería entonces el impacto de la Globalización versión TLC para el empleo?

b)Sutton distingue tres etapas. En una primera etapa de apertura un país con industrias y servicios transables (objetos de exportación o importación) de baja calidad tendrá que enfrentar una seria crisis de desempleo. Sencillamente la población de altos ingresos buscará bienes de mayor calidad que ahora serán importados. Ni bajos salarios ni devaluación impedirán la destrucción de empresas con producción nacional  de menor calidad. El bienestar social disminuirá apreciablemente. El desempleo y pérdida de seguridad vividas en las economías de Europa Oriental al caer el Muro de Berlín son paradigmáticas.

En una segunda etapa muchas o pocas industrias de calidad  moverán en países industrializados  una proporción significativa de su producción  a otros con menores costos. En esos costos el costo de transacción del cumplimiento de contratos, de leyes laborales, fiscales y derechos de propiedad provocados por la falta de neutralidad y equidad económica por parte del Estado huésped juegan un papel de importancia única, tan grande, por lo menos, como el de la electricidad, los puertos y las facilidades de computación. Este costo decisivo para la inversión extranjera no acaba de ser comprendido por el Gobierno. En lugar de denigrar la forma como los y las embajadoras de otros países critican nuestras fallas institucionales, que además no se niegan, debiera el Gobierno dejar de favorecer a los suyos, someter en verdad a su propia gente prevaricadora primero aunque no sólo (aquí sí vale lo de  primero los míos), respetar contratos anteriores y renunciar a los monstruosos privilegios permitidos por el famoso Artículo 55 de la Constitución.

   Un caso significativo de bienes de calidad que se prestan al “outsourcing”, invertir en otro país distinto del propio, es el de automóviles: Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Argentina,  Brasil,  la República Checa, Polonia, China, Corea… En cambio las capacidades de los países recipientes para producir aviones o maquinarias se muestran menores. En esta etapa se gana empleo en los países en los que se invierte y se pierde en los que invierten. De ahí la resistencia ofrecida por los sindicatos norteamericanos a la aprobación del TLC, que  ocasionó su laboriosa aprobación, mayoría de un voto, en el Senado de los Estados Unidos.

   La tercera etapa se da cuando las grandes compañías compiten entre sí a nivel mundial. Las que logran ventajas en calidad se imponen a las que quedan atrás. Los empleos muy especializados siguen la suerte de las grandes empresas. Ejemplos fueron las mismas industrias de automóviles en Inglaterra, en Alemania, en Japón y en los Estados Unidos.

   En conclusión: en un mundo globalizado el empleo depende cada vez más de la calidad de los productos y de las capacidades técnicas e institucionales del país. Competir sobre la ventaja de bajos costos sin dar prioridad a la calidad es diagnóstico de muerte anunciada en el futuro. La recta para el éxito se llaman educación en calidad y seriedad institucional.

2. Retoques a Sutton

Probablemente Sutton tiene razón en su intuición  sobre los impactos de la globalización entendida como apertura mayor al comercio y a las finanzas externas: la calidad está doblando el pulso a los precios como criterio de producción e inversión. La aplicabilidad de su tesis a la República Dominicana se encuentra, sin embargo,  un tanto limitada por la situación del país, algo normal cuando se emplean modelos simplificadores y generales por verosímiles que luzcan para comprender realidades concretas.

a) Tal vez la primera limitación tengamos que ponerla en lo que parece ser la raíz de su tesis: la apertura de Europa del Este al libre comercio y a su incorporación a la Unión Europea. Las economías de esos países habían traspasado los límites de lo que llamaría producción artesanal, industrial, comercial o agrícola. Aunque con técnicas atrasadas especialmente en administración de grandes empresas esos países producían en todos los renglones bienes de calidad técnica no primitiva aunque pecaban frecuentemente de gigantismo, de atraso en introducir nuevas tecnologías antes de la amortización de las ya instaladas, de divorcio de los consumidores, de financiamiento fácil, de abusos ecológicos, etc.

  La apertura externa implicaba competencia con bienes que satisfacían mejor las necesidades de la economía. La mejoría relativa era palpable en el diseño, en su adecuación a los gustos y necesidades de los demandantes y en el menor  uso de insumos. Si a esas cualidades añadimos un mercadeo más llamativo y una oferta más variada se comprende el  doloroso impacto que tuvo la apertura sobre el empleo y los sistemas de seguridad social de los países del Este europeo.

El caso dominicano es diferente. Nuestra economía es aún tecnológicamente dual aun en bienes de la misma clase. Los alimentos consumidos por todos  de los quintiles de la población son sorprendentemente idénticos (arroz, habichuelas, plátanos, pollos) pero no su calidad ni sobre todo los modos de cocinarlos y de presentación e higiene (tecnología). También es idéntico el tipo de ropa y zapatos preferidos (jeans, tenis)  pero diversa su calidad. No hablemos de perfumes ni de gastos de diversión fuera de casa. En realidad la tecnología es diferente porque los ingresos lo son. El problema está en los ingresos no en los gustos. En una economía con fuertes diferencias de ingresos necesariamente existen tecnologías distintas para la misma clase genérica de bienes. Esta dualidad frenaría el impacto negativo de más bienes importados de mejor calidad sobre empresas de tecnología tradicional.  Probablemente  sobrevivirán muchos nichos de “baja” tecnología.

b) Otra diferencia llamativa entre los países europeos de la órbita socialista y República Dominicana está en el grado de  apertura a la publicidad y a las importaciones norteamericanas previa a acuerdos para mayor libertad comercial. Mientras que nosotros estamos desde hace tiempo expuestos al consumo conspicuo de las clases medias norteamericanas exhibido en todos los medios de comunicación, especialmente de revistas publicitarias de consumos extravagantes, Europa del Este no lo estaba. La apertura incrementó allá exponencialmente las preferencias por bienes importados de alta calidad, nosotros estamos contaminados desde hace décadas con ese virus consumista. Sólo el ingreso real nos limita.

Es posible y hasta probable que la primera de las etapas de Sutton, la destrucción masiva de empresas con el consiguiente aumento de desempleo, nos afecte menos a nosotros que a lo que sucedió en Europa del Este.

c) En cambio la diversión de la producción desde los países industrializados hacia nosotros será probablemente menor. Parece cuestionable una inversión directa extranjera masiva al país fuera de la ya existente en turismo. Las zonas perderán sus incentivos fiscales a fines del 2009. Sólo empresas líderes como la Sarah Lee pueden interesarse en inversiones directas fundadas sobre ventajas impositivas permanentes.

Al país le falta una mano de obra preparada para empleos de significativa y creciente especialización tecnológica. Calidad es un concepto dinámico, algo que hay que innovar, nunca estático, algo ya logrado. Cambiar o morir. Pero para cambiar en un mundo tecnificado hay que dominar conocimientos básicos, fomentar habilidades e inculcar actitudes de riesgo, de futuro y de perfección en el trabajo. Esa es la tarea de la educación de calidad. Nuestra calidad de la educación básica es pobre aun a niveles caribeños. Tampoco se divisan -a pesar de la presión del FMI, del TLC y de Embajadores de países realmente amigos- esfuerzos voluntarios de institucionalización mayor por parte del Gobierno y hasta de  muchos empresarios. Las inversiones en alta tecnología no son solamente costosas sino también se recuperan a  largo plazo  y por eso requieren una seguridad  institucional alta. La institucionalidad no se reduce a la aprobación de leyes y Constituciones buenas que definen los principios generales de los distintos derechos de propiedad sino, sobre todo -casi exclusivamente- a su cumplimiento y a la sanción proporcionada de quienes los irrespeten.

Por baja calidad de la educación pública y también privada, por débil y hasta perversa institucionalidad y por pequeñez del mercado nacional las perspectivas de inversiones directas extranjeras de calidad tecnológica son, a pesar de nuestra buena posición geográfica, inseguras.

3. Voces que claman en el desierto

Muchas voces nacionales y extranjeras claman al Gobierno pidiendo educación pública de calidad, energía confiable y reformas institucionales. Son tan oídas como el llamado de Juan Bautista a la conversión. Las voces en el desierto provocan ecos pero raras conversiones de quienes tienen la responsabilidad pública ausentes por definición del desierto. En lugar de escuelas, energía y reformas institucionales se nos ofrecen bienes buenos pero demandantes de recursos que no pueden destinarse  a lo pedido porque todo uso de recursos conlleva un ineludible costo de oportunidad: no poder dedicar los mismos recursos simultáneamente a dos actividades distintas.

Desgraciadamente el Metro, que traga más recursos que todas las otras obras públicas nacionales, encarna fiscalmente la mal llamada alternativa modernizante.

Al Metro se lo defiende intuitiva más que racionalmente. Sin duda las intuiciones cuando son correctas valen más que todos los raciocinios, cuando no lo son resultan catastróficas.

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