Globalización y derecho de
asilo político en Francia

Globalización y derecho de<BR>asilo político en Francia

 AMPARO CHANTADA
París, febrero 1975. Francia Tierra de Asilo, Rue Glaciére, París 13. Un jueves por la mañana, llegan dos jóvenes, uno mulato claro y alto, el otro, como escondiéndose detrás del primero, era bajito, gordito, con rasgos indígenas. Los dos no estaban vestidos precisamente a la moda: el mulato andaba con un abrigo amarilloso que le cubría hasta los zapatos, se veía a legua, que la ropa había sido regalada «por solidaridad», era el vocero. El otro casi mudo, todo lo hacía a través de su compañero. Era tímido, de desenvolvimiento torpe.

 No se podía dudar en ese año 1975: todo el que llegaba a mi oficina, era refugiado político, se beneficiaba del derecho sagrado, contenido en la Constitución francesa de asilado político y venía a «ver» lo que podía mejorar en su estancia forzada: las explicaciones para justificarse me dejaban sin reacción, todos «los que me llegaban» huían de Argentina, Chile, Bolivia, República Dominicana o de Uruguay, eran jóvenes izquierdistas, en general, algunos «tupamaros», otros de alguna guerrilla, en cuanto a los chilenos, eran del Mir. El mundo lo sabía, Francia era Tierra de Asilo, siempre acogió los perseguidos: desde mi padre, condenado a 15 años de trabajos forzados en Argelia por «atentar a la seguridad del Estado» a Ben Barka, a Malcom X, a los amigos de Henri Curiel, esa Tierra y su Constitución de un humanismo indiscutible, acogía los que solicitaban asilo, como el ex Presidente Charles de Gaulle lo hizo, después del 1965 con algunos dominicanos, eso sí, no todo era seguridad, se corría riesgos.

 Todos los visitantes de Francia Tierra de Asilo, contaban, hablaban mucho, eso fue el caso de Manuel Matos Moquete, quien me contó en una mañana su vida, la cárcel, La Victoria, sus ansias de libertad. Me alegraba escucharlos a todos hablar de sus hazañas, de su vida, el destierro, yo lo conocía, mis padres lo sufrieron la vida entera.

En Francia Tierra de Asilo, se había atendido hasta esa fecha más haitianos que dominicanos (Serge Gille, la familia Jean-Francois, sindicalistas, obreros) pero por sus pasillos pasaron Billo Suardi, su esposa, humilde, Durán, Ortiz, Juan B. anónimos allá, no tanto aquí y otros menos conocidos, buscando trabajo, otros una habitación en el foyer de Massy Palaiseau en la CIMADE, muchos solicitaban ese apoyo económico momentáneo que se le daba a todos los refugiados políticos, en esos años. Algunos pocos, buscaban un trabajo.

Así llegó Manuel Matos Moquete, por ser refugiado político y tener los papeles en regla, podía recibir ese apoyo económico, él tenía alojamiento, había pensando en su futuro, quería recibir clases de francés para iniciar el año universitario lo más pronto posible, pero sobre todo estaba ahí para ayudar, al otro, al boliviano, que solicitaba ver la lista de empleos disponibles y que no hablaba nada de francés.

 Lo importante era que Francia, después de conceder el asilo político, no abandonaba de un golpe a esos jóvenes desterrados. Las instituciones numerosas, solidarias ayudaban en la medida de lo posible a toda esa juventud, que por haber asumido posiciones de resistencia en sus respectivos países, la estaba pasando mal, sin familia, desterrados y necesitaban solidaridad.

Pues esas remembranzas surgen después de leer que la Coordinación Francesa por el Derecho de Asilo, presentó un contra-informe el martes 13 de marzo, al informe 2006 del Oficio Francés de protección a los refugiados y sin patria (OFPRA) y que anuncia una caída de más de un 30 % del número de demandas de asilo político en Francia en el 2006 en relación con el 2005: 42.578 demandas en el 2005, de las cuales 90 % llegados por tierra y el 10 % llegados por avión. Ya no llegan de América Latina, llegan de Europa misma, de la ex Yugoslavia, de Turquía, de Africa sobre todo.
La publicación llamada «La reforma al derecho de asilo: un balance crítico, a los tres años de su modificación», denuncia una política europea cada vez más restrictiva en materia de asilo político en detrimento de los imperativos de protección.

 El informe denuncia que muchas demandas de asilo político son rechazadas porque se consideran «falsas, las amenazas en su país de origen» y que los que solicitan el derecho de asilo, son «simuladores». Y es, que Francia Tierra de Asilo, la CIMADE y la Liga de los Derechos Humanos de Francia, denuncian que desde el 2003 se puso en vigor nuevos procedimientos para solicitar el derecho de asilo que buscan más detectar a los «mentirosos» que conceder el derecho de asilo porque hay un sin número de pasos y de obstáculos que vencer que reducen cada año el número de los beneficiarios con el derecho de asilo político. Esas organizaciones consideran que se reduce cada año el número de «refugiados políticos», en un paisaje político que describe el continente Europeo, como la aldea libre de persecuciones y protectora de todos los perseguidos.

 Como hija de refugiados políticos y esposa de un refugiado político, no puedo dejar de pensar en ese proceso de globalización que da la falsa sensación de que el Sur inunda al Norte y que por Europa en particular por las islas de Lamperusa y Canarias, poblaciones hambrientas tratan de llegar al paraíso soñado.
En realidad, todas las medidas de restricción a la protección, en territorios que hasta hace poco eran garantías de vida y seguridad, se toman para presionar a los demás y para obligarlos a controlar sus fronteras: esas medidas conservatorias que con ese pretexto toman naciones como Francia, la hacen cada vez más conservadora, en franca contradicción con las tradiciones jurídicas que hicieron de ella una garantía de protección para cualquier ciudadano del mundo, que se sienta perseguido y busque seguridad y protección.

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