Globalización y restricción

Globalización y restricción

PEDRO GIL ITURBIDES
Este diario publicó hace una semana, en su sección Economía, que varios países se han quejado de los obstáculos que confrontan para penetrar con sus productos, mercados foráneos. El escenario en que planteaban sus limitaciones fue la sede de la Organización Mundial del Comercio, en Ginebra, Suiza.

Las exposiciones fueron hechas en el curso de reuniones «sobre la negociación para el acceso a los mercados de los productos industriales». Nada hay nuevo bajo el sol. Estos planteamientos preceden a la globalización del comercio y sucederán a este experimento de intercambio comercial. Por eso, cuando en febrero del año entrante retornen a Ginebra los delegados de los países que discuten los problemas que confrontan las naciones de economías menos desarrolladas que intentan exportar bienes industrializados, escucharemos las mismas quejas.

Cuba tiene un rosario particular, relacionado con las expropiaciones a capitales estadounidenses, y sus consecuencias. De ello no nos ocuparemos, aunque la agencia que sirvió a Hoy el escrito a que aludimos, se concentra en la exposición de ese país. Y de Uganda.

El corresponsal, sin embargo, recogió al margen de este caso particular, las quejas contra las barreras comerciales. Entre los obstáculos técnicos que se colocan figuran certificaciones sobre origen de productos, cumplimiento de estándares de calidad o de acogimiento a normas sobre trabajo, complejidad de los procedimientos aduaneros, normas sanitarias y otros aspectos sobre el manejo o embalaje de la mercancía, e impuestos de consumo. Nada hay nuevo bajo el sol.

En julio de este año se produjeron dos hechos importantes en este camino de mantener los amarres o soltar el comercio en la era de la globalización. En la sede de la OMC se hallaban reunidos delegados de 147 países que estudiaban la forma de liberalizar el comercio de productos agrícolas. Las grandes potencias que subsidian a sus productores exigían la firma de un acuerdo que obligase a los gobiernos a abrir los mercados de sus naciones.

Martín Redrado, Canciller de Argentina, portavoz de los países de menor desarrollo relativo, planteaba que ello era imposible sin una eliminación de los subsidios.

Y expuso que mientras a los gobiernos de países con economías dependientes se les exige no subsidiar a sus productores, las grandes potencias mantienen este financiamiento no reembolsable para los suyos. Debido a ello la propuesta de los países de economías más desarrolladas se rechazó, pues funcionó una mayoría mecánica.

En esos mismos días, pero en Bruselas, Bélgica, el comisario para la producción agrícola de la Unión Europea, Franz Fischler, pidió a ese organismo dar un paso adelante en lo tocante a la eliminación de los subsidios. Fischler adujo que los países de la Unión producen 17.2 millones de toneladas métricas de azúcar de remolacha. De ese total exportan 2.4 millones. Pero señaló Fischler que las restricciones que mantienen los países europeos a la importación de azúcar proveniente de otros mercados, impiden al consumidor adquirir azúcar barato.

Y lo que es peor, los productores de remolacha están subsidiados. Debido a ello, Fischler pidió que la UE apruebe una resolución recomendando a los gobiernos europeos eliminar este subsidio. Por supuesto, no se aprobó el pedido, pero al menos hay un alto funcionario que comienza a plantear el problema allí en donde podrían derivarse barreras existentes.

¿Está la República Dominicana representada en estas reuniones? ¿Son leidos los informes que se producen en estos cónclaves? ¿Les hacemos caso a los contenidos de tales informes o sirven esas asambleas para mantener embajadores en Suiza y otras capitales? En tiempos de globalización exigida a los países pequeños y de cierre de fronteras comerciales en los países grandes, tal vez debemos conocer más a fondo sobre esos debates.

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