Glotonería de malandrines publicitarios

Glotonería de malandrines publicitarios

En marzo pasado opiné que quizás nunca se sabrá cuánto gastaron los tres principales partidos en propaganda política en las recientes elecciones de mayo.

Pero si los estimados poseen alguna verosimilitud, posiblemente los dominicanos seamos el pueblo que más pesos per cápita gasta para convencer a los votantes de las bondades o defectos de cada candidato.

Si para muestra basta un botón, a principios de abril la JCE desembolsó más de RD$1,000 millones de fondos del erario para ayudar a los partidos a financiar sus gastos en las últimas seis semanas de campaña. Alrededor de la mitad de esa suma sería dedicada a publicidad. Ello quiere decir que, en adición al gasto financiado con aportaciones privadas o del peculio de los candidatos ricos, se quemaron más de RD$10 millones diariamente, en una publicidad que difícilmente variará la decisión o intención de voto de la mayoría de los electores.

Es como tirar al fondo de la fosa de Milwaukee una escuela rural completa, con todo y pupitres y equipos, cada día durante mes y medio, en un ejercicio de hipocresía social inmenso, puesto que lo que cada candidato promete hacer es precisamente lo que luego no se podrá, porque los cuartos los evaporaron en el bréjete electoral.

Peor que pensar en qué podrían gastarse estos recursos, de manera más constructiva o de mayor impacto social, es ver cómo la mayor parte de esos fondos queda en los bolsillos de tres o cuatro geniecillos, maestros en el arte de descontar enormes comisiones a favor propio, más allá de lo usual en el negocio de la publicidad.

Además, si se estudia la colocación hecha, se verá cómo –con escasas excepciones- se premió a “comunicólogos” cuya notoriedad o fama resulta más de su consabida proclividad al chantaje, la vulgaridad y todas las malas artes que a veces hacen que muchos periodistas se avergüencen de decir cuál es su oficio.

La manera de privilegiar a los malandrines por encima de los virtuosos revela que al planificar este enorme gasto (llamarle “inversión” sería una burla a los expertos en mercado y publicidad) no se piensa tanto en el efecto o resultado, sino en cómo dejar entre las propias uñas la mayor parte, pues toca a quien reparte.

Increíblemente, todavía en septiembre muchas colocaciones están impagadas, criando malquerencias a costa del confort de ciertos afortunados.

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