Gobernantes y gobernados:
¿Estamos capacitados?

Gobernantes y gobernados:<BR>¿Estamos capacitados?

MARLENE LLUBERES
El pueblo dominicano está integrado por ciudadanos que poseen un marcado interés en el desarrollo político de la nación. Con mucho entusiasmo esperan fechas, como ésta, donde regularmente se está en la expectativa de cambios significativos en el estamento gubernamental.

Un sin número de opiniones y rumores circula en todo el país, creando profunda ansiedad en quienes se verían afectados por cualquier decisión que dañe sus intereses o, desde otra óptica, llenando de esperanzas a aquellos que sueñan con ocupar un cargo público.

En este peculiar escenario, es notoria la forma en que el bien común ha sido olvidado y la preeminencia de los intereses personales ha primado. Las motivaciones que impulsan, en la mayoría de los casos, a obtener los tan necesarios nombramientos se han visto contaminadas por la búsqueda de beneficios propios, sin considerar el bien de la nación. El interés por el bienestar de la patria, la lucha por enaltecer la nación y la honorabilidad, que en tiempos antiguos eran manifiestos, prácticamente han dejado de ser.

Si tomáramos en cuenta los parámetros establecidos para instruir a todos los que tienen o tendrán a su cargo responsabilidades gubernamentales sobre el carácter que deben tener para ser personas aptas para desempeñar, de forma correcta y coherente, la gestión que ha sido puesta en sus manos, todo fuera diferente.

Al hacerlo, encontramos que todas las personas investidas de autoridad deben ser prudentes, sabias, rechazar la avaricia, el egoísmo y el afán desordenado de adquirir riquezas para atesorarlas. Bondadosas, compasivas, tolerantes con quien ofende, humildes y mansas, conociendo siempre las limitaciones y debilidades de quienes las rodean.

Es necesario además, que posean un espíritu de servicio, con la convicción de que es mejor dar que recibir, haciéndolo sin sentirse superior frente a quienes son servidos. Que practiquen la justicia cumpliendo y respetando las normas establecidas, otorgando los derechos a quien corresponda, dando a cada uno según sus merecimientos, estando siempre dispuestos a admitir amonestación cuando sean pasibles a ella y sirviendo con alegría.

De igual forma, están llamados a soportar las flaquezas de los débiles y no agradarse a sí mismos, de la misma forma en que Jesús tampoco lo hizo.

No importa el área, deben ser impulsados a pensar y obrar en beneficio del pueblo, no buscando justificación para hacer lo malo, sino con real pureza y transparencia de corazón, sin permitir que, en provecho propio o de tercero, les sea otorgada dádiva u ofrecimiento para realizar, en el ejercicio de su cargo, una acción u omisión constitutivas de delito.

Las autoridades son colocadas con la finalidad de establecer orden, por lo tanto, el pueblo debe respetarlas y elegirlas con la motivación correcta y si ellas, por su parte, le permiten a Dios operar en sus corazones, Él las capacitará para desarrollar cada labor en la forma en que Él soñó que fuese, y en todo tiempo, pensarán, no sólo el presente, sino el futuro de la nación. Únicamente entonces el orden, al ser correctamente establecido, proporcionará estabilidad y seguridad; no habrá engaños ni falsedades, el pueblo estará alegre, ya que reinará un correcto proceder entre gobernantes y gobernados, y la bendición del Creador será establecida con solidez sobre la República Dominicana.

«¿Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios? Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra». (2S 23:3 4).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas