Gobernar

Gobernar

Definitivamente, gobernar es un arte. Es un arte del buen hacer. Es un arte que tiende a resolver los problemas.

Es un arte que trabaja con la delicadeza de un pañuelo lanzado al viento, silente, definitivo, lento pero sin pausas.

Es un arte tan fino como el débil hilo que, junto a otros, mantiene en su sitio los pantalones.

Es un arte tan difícil como saber que todos los músicos de la orquesta tocan la partitura que tienen enfrente, sin que ninguno desafine o toque fuera de tiempo. 

Es un arte que se adelanta a los problemas y comienza a resolverlos antes de que el pueblo se dé cuenta, antes de que la necesidad sea reclamada.

Es un arte que requiere de mucha entereza, seriedad, honestidad.

Es un arte que obliga a dar el buen ejemplo a los gobernados.

Es un arte que obliga a que se dé buena cuenta de lo que se tiene entre manos.

Es un arte que enseña la necesidad de actuar como una fuerza que impulse, no como un freno que dificulte.

Es el arte de dirigir sin aspavientos. Es el arte de mandar sin abusos. Es el arte de actuar dentro del más estricto sentido moral. Es el arte de hablar la verdad y nada más que la verdad. Es el arte de actuar de cara al sol.

En el ejercicio de tan difícil arte, el mal gobierno se advierte cuando los gobernantes se ocupan más de sí y de los suyos que de la solución de los problemas de los gobernados.

El refrán lo dice claro “el hablador y el cojo no llegan lejos sin ser descubiertos”.

Quienes quieren gobernar deben saber que, como dijo Martí “ la Patria es altar, no pedestal”.

Al altar no se debe llegar a cometer toda suerte de actos de corrupción, engaños y abusos, como si se tratara de un cura sinvergüenza.

Al Gobierno se va a resolver los problemas que los políticos, cuando son candidatos, dicen que van a resolver. Nada más.

Sin apasionamientos se puede colocar la matriz anterior a este gobierno y a los demás, saque sus  conclusiones.

Pero, de ahí a que las protestas por calles, aceras, contenes, agua, energía eléctrica se trata de una conjura orquestada por partidos y  pueblos, se necesita tener una cara muy dura para sostener tan peregrina afirmación.

Si se ocuparan de lo que tienen que ocuparse, otra sería la situación y no habría las precariedades que obligan a partidos y pueblos a protestar.

Al final y al cabo uno se pregunta ¿y para eso buscaron el Gobierno?

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