Gobierno: cuarentena y cuaresma

Gobierno: cuarentena y cuaresma

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
El gobierno del Presidente Leonel Fernández ha sobrepasado ya los cuarenta días; un corto lapso marcado por atentados, apagones, escasez de gas licuado, asaltos, asesinatos simultáneos. Han sido cuarenta días de dificultades, como en las viejísimas tradiciones bíblicas. Por cuarenta días y cuarenta noches se prolongaría el diluvio, le advirtió Dios a Noe, según leemos en el libro del Génesis, capitulo VII, versículo cuatro; cuarenta noches paso Moisés en la cima del monte Sinai, se nos informa en Éxodo, capitulo XXIV, versillo 18; los cristianos llamamos cuaresma al tiempo de penitencia comprendido en los cuarenta días anteriores a la Pascua de Resurrección; fue instituida por la Iglesia en memoria del ayuno y la oración de Jesús en el desierto durante igual numero de días.

Las autoridades sanitarias ponen en cuarentena a los viajeros que proceden de lugares afectados por brotes de enfermedades infecciosas para evitar así su propagación. Cuarenta días no son, pues, «cualquier cosa»: fueron los días del diluvio, los días del contacto de Moisés con la divinidad; es el periodo de seguridad para soslayar el contagio de las enfermedades.

Consideremos primero el atentado contra el periodista Euri Cabral y la matanza de siete en Navarrete. Si hubiesen tenido éxito los que dispararon contra Euri, una «cortina de miedo» habría caído sobre toda la República. Esta parodia de la célebre frase de Churchill viene a cuento porque no se trata de un periodista de la oposición sino de una persona ligada al partido oficial; ese atentado tuvo el carácter de un desafío a las autoridades del gobierno central. En el cuento infantil titulado Matasiete, las victimas, los muertos del matasiete, fueron siete moscas, no siete personas. Los asesinatos simultáneos de Navarrete crearon incertidumbre, inquietud, desazón. Pero tal vez no sean mas que pleitos entre bandas de delincuentes. No es lo mismo la criminalidad a secas – siempre detestable- que la criminalidad con intención política.

El Presidente Fernández logró que las cámaras legislativas aprobaran la reforma fiscal; con ese instrumento legal podría mejorar sus ingresos fiscales; y abrir las puertas a un arreglo satisfactorio con el FMI. Además, quedará como arbitro, entre azucareros, refresqueros y diplomáticos, en lo tocante al jarabe de maíz. Con el gobierno de los EUA mantendrá buenas relaciones en sentido general, incluso en lo del aplazado TLC. La política del Presidente Fernández frente a Venezuela puede calificarse de prudente y racional, especialmente en un momento de altos precios del petróleo y de crisis en el sistema energético.

El presidente de la Suprema Corte de Justicia ha declarado que las extradiciones dependerán ahora del Poder Judicial. El Poder Ejecutivo conservará de este modo su influencia indudable en estos asuntos – a través del ministerio publico -, sin cargar con la responsabilidad política directa en las decisiones.

Durante los últimos cuarenta y cinco días de violencia, añagazas políticas, forcejeos partidarios, regateos por impunidad, el Presidente ha beneficiado de una tasa de cambio en baja, de unos tipos de interés en camino de reducirse. La banca privada contribuye a regular al organismo regulador que es el Banco Central. El gobernador Valdez Albizu goza de credibilidad; por primera vez en mucho tiempo las resoluciones de la Junta Monetaria están dictadas por el buen sentido; no por la desesperación ante los hechos cumplidos, la torpeza o la malicia.

Quedan por afrontar los problemas de la energía eléctrica, que requieren grandes gestiones, inversiones y decisiones. Algunas de ellas, según parece, están en curso. También hay problemas de orden político: con la oposición, con las FFAA, con la seguridad ciudadana. Acerca de estos últimos temas solo el Presidente y sus mas cercanos colaboradores podrían darnos algunas señales coherentes. Terminada la cuaresma, viene la Pascua de Resurrección; concluida la cuarentena – y promulgadas las leyes fiscales – es posible que nos libremos de algunas enfermedades, tanto políticas como económicas.

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