Gobierno sin ley

Gobierno sin ley

PEDRO PADILLA TONOS
Por mandato de la Constitución, el Presidente de la República, antes de asumir sus funciones, debe jurar ante la Asamblea Nacional, “por Dios, por la Patria y por su Honor», cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República.

Consciente del profundo significado que encierra el cumplimiento de ese juramento para la institucionalidad y gobernabilidad de la Nación, dirigí una carta pública al presidente Fernández (Listín Diario,19 de febrero, 2005), permitiéndome exhortarle a que al presentarse ante la Asamblea Nacional el 27 de febrero a rendir por primera vez cuenta de su gestión, asumiera frente al pueblo el solemne compromiso de cumplir con el juramento que le impone la Constitución y de hacerlo cumplir por el gobierno y sus funcionarios.

Sin embargo, faltando apenas un año para el término de su mandato, el juramento no se ha cumplido y el pueblo contempla y sufre atónito ver al país caerse a pedazos debido al comportamiento de un gobierno, cuya principal característica es precisamente el incumplimiento y la violación de la ley.

¿No es acaso la corrupción, la inseguridad jurídica, la delincuencia, la apropiación indebida y el derroche de los dineros del pueblo, consecuencia de la burla de la ley?.

El Presidente y su gobierno se han olvidado que sin respeto a la ley no puede haber orden jurídico, ni libertad, ni justicia, ni dignidad humana. El principio del respeto a la ley y el imperio de la misma es el triunfo del derecho sobre la arbitrariedad y la prepotencia y, por consiguiente, la primera condición para la seguridad de los ciudadanos y para la posibilidad de la justicia y el progreso, que son los fines primordiales de un régimen democrático.

Como recordaba en mi carta pública al presidente Fernández, el rasgo que mejor caracteriza a una sociedad civilizada es el respeto a la ley. Los ingleses dieron al mundo el ejemplo de la aplicación de ese principio desde los comienzos de su vida institucional y de ahí la fuerza de la » Carta Magna». Hasta los reyes dieron en Inglaterra el ejemplo de respetar la ley. El «Hábeas Corpus» garantizó la libertad como una limitación al poder de los reyes y de eso ha dependido el prestigio universal del que goza.

Esos ejemplos nos vienen a la mente al contemplar la descomposición moral y social que cubre a todos los sectores de la sociedad dominicana y a todos los rincones de la República, frente a la incapacidad del pueblo a reaccionar y a la falta de voluntad y decisión del gobierno de respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes de la República, haciéndose cada vez más corrupto, más sectario, más arrogante, más intolerante, más indolente y más ineficiente.

Siempre he sostenido que en sociedades como la nuestra, de escasa cultura y educación, de injusticia, de pobreza, de abuso de poder, es desde arriba, desde el propio gobierno y los detentadores del poder, político y económico, desde donde debe venir el ejemplo del respeto de la ley, para que ello le brinde la necesaria autoridad moral para enseñar y reclamar a los de abajo ese mismo respeto.

Es triste y decepcionante contemplar cómo se ha creado una nueva casta de funcionarios y allegados del gobierno, que sin ningún rubor y con enfermizo derroche exhiben su reciente riqueza como si fueran verdaderos «privilegiados de la fortuna», frente a un pueblo, en su mayoría «desvalido de la fortuna», rodeado de desesperanza, miseria, pobreza, desempleo, falta de salud, de educación, de seguridad, de energía, de agua, de servicios públicos y, lo que es más grave aún, de envilecimiento de la dignidad humana… Frente a ese incierto panorama, cabe preguntar al presidente Fernández ¿para qué su empeño en redactar una nueva Constitución de la República? ¿Para que no se respete, comenzando desde el propio gobierno?, validando así la famosa anécdota contada por Plutarco, uno de los grandes pensadores de la antigüedad, según la cual, cuando Anacarsis visitó a Solón en Atenas, en momentos en que este famoso legislador preparaba la organización política del pueblo ateniense, le dijo: «¿Crees tú que por medio de las leyes suprimirás las injusticias de los hombres? Las leyes son como las telarañas, enredan y sofocan a los débiles y a los pobres y son fácilmente despedazadas por los poderosos y los ricos».

A menos que el presidente Fernández, para dar un ejemplo, desee hacer como Licurgo, quien cuando hizo jurar la Constitución de Esparta, que él mismo había redactado, desapareció para siempre a fin de no faltar al compromiso contraído. Pero eso es impensable. No olvidemos que el presidente Fernández pretende su reelección para continuar dirigiendo un gobierno injusto, sin urgencias, sin prioridades y sin reales logros, y para seguir dando al pueblo más de lo mismo.

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