Gobierno tímido, población frustrada

Gobierno tímido, población frustrada

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Una sociedad democrática, con sus integrantes conscientes de sus responsabilidades, de sus libertades, deberes y derechos, busca por todos los medios que las autoridades, a quienes les encomendó la dirección nacional, ejecuten las acciones destinadas a consolidar el bien colectivo, y hacer del país algo mucho más acogedor y lleno de oportunidades para todos sus integrantes.

Si la sociedad ve que sus gobernantes llenan el cometido de sus esperanzas, y se nota el bienestar común, en donde abundan las oportunidades de empleo, que se les ofrece un buen sistema de salud nacional, al igual que el sistema educativo, que se disfrute de buenas carreteras, de buen suministro de energía y de agua potable, entonces hay una identificación de los gobernados con sus mandantes. Esa armonía se refleja en todos los órdenes, excepto en los núcleos de malestar social que engendra la violencia debido a patrones de la conducta deformados. Las desigualdades disminuyen notablemente, aislándose en zonas peligrosas de un submundo del mal, como es lo normal en ciudades de países de gran desarrollo y buen sistema social de protección a la población.

Si los gobiernos no pueden satisfacer las expectativas que la población creó después de haberle dado su voto favorable en las elecciones generales que sistemáticamente se celebran cada cierto número de años, entonces se va generando el disgusto y la desilusión al ver a sus gobernantes vacilantes e indecisos. Incluso se les ve escapándose de sus fuertes responsabilidades, que a veces agobian al más sereno, pragmático y flemático de los políticos, que deben luchar en contra de sus propios deseos y sentimientos para lanzarse a cumplir las ilusiones que les vendió al electorado. El electorado confió en él y sus hombres como los más capaces, para hacerle frente a una nación sin rumbo y hundida en severos marasmos económicos, rodeados también por toda una cortina de la corrupción y de la delincuencia que desborda los frenos más severos de la represión legal.

En los países subdesarrollados los gobiernos deben actuar con mucha responsabilidad y tino de sus deberes para mantener el respaldo y apoyo de la nación, la cual solo confía cuando nota que se trabaja en la dirección adecuada, manteniendo los gobernantes una línea de acción de consistencia y de armonía. Si se observan síntomas de debilidades de la conducta o de celos entre los que gobiernan, atacándose públicamente o se desautorizan por igual, entonces surge en todos el sentir de la duda y la frustración si los problemas más graves permanecen sin solución existiendo una pasión por el lujo y el despilfarro.

Los funcionarios estatales deben someterse a reglas de austeridad y del comedimiento en el uso de los vehículos que utilizan, en los viajes a ultramar que se inventan o cabildean, en el número de empleados de sus ambientes íntimos o simpatizantes para futuras aspiraciones concediéndoles cargos superfluos, incluso en administraciones que predican la austeridad, pero la misma no es ostensiblemente exhibida por los llamados a dar el ejemplo para que la nación pueda apoyarlos. Así no se aceptan juiciosamente las causas que provocan estrecheces en la vida de cada familia y de sus integrantes, los que se ven severamente constreñidos en sus ingresos al no poder cubrir la cuota del colegio donde estudian los hijos o no pueden darse el lujo de ir a un resort playero o de la montaña que exista en un lugar cercano o lejano en donde viva.

La frustración de una población es algo que ningún político debería provocar o estimular por sus timideces a la hora de tomar decisiones, dando el ejemplo de estar hombro con hombro con sus gobernados, ya que lo más importante para que una nación acepte los desafíos es ver a sus líderes en la delantera de sus propias acciones, tal como ocurriera durante la II Guerra Mundial cuando Winston Churchill, al verse designado Primer Ministro inglés, en el medio de esa conflagración terrestre, solo con su prédica de ofrecerles a sus conciudadanos: «sangre, sudor y lágrimas» los aglutinó a todos, que estaban agobiados por los bombardeos de la aviación alemana y vivir en la agonía de la derrota. Los ingleses, unidos en torno a un hombre de las habilidades y cualidades de Churchill, supieron formar el vallador que frenó el desplazamiento de las fuerzas hitlerianas para luego iniciar la ofensiva que derrotó brutalmente al nazismo. Así, si a un pueblo se le ofrecen ilusiones y acciones para ordenar la nación, pero luego se diluyen y surgen las vacilaciones en la acción del gobernar o hay un escapismo evidente, entonces los planes de cualquier bien intencionado político fracasan y los electores esperan las próximas elecciones para elegir a otras autoridades por nuevas promesas, aun cuando fuese el caso de gentes que se conocen por sus pasadas acciones e incapacidades, pero el pueblo necesita sacudirse de quienes no supieron convertir en realidades las ilusiones y promesas que les vendieron en el calor de la campaña para el bienestar colectivo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas