Máximo Gómez renunció en Cuba, a su rango de mayor del ejército colonial español. Y se decidió a unirse a los rebeldes cubanos. El poeta José Joaquín Palma obtuvo para el dominicano, el rango de sargento mayor. Gómez que había sido capitán del ejército dominicano y comandante (mayor) con los españoles, aceptó sin protesta alguna el bajo rango que le fue otorgado. Pues a conciencia plena sabía, que sería él quien tendría que enseñar a los noveles combatientes a formar filas, a marchar de frente, a cargar los fusiles y a pelear también. Sobretodo cuerpo a cuerpo y a machete limpio.
Gómez compareció frente a Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo y el presidente de la República en armas, le extendió el nombramiento de coronel. Entonces con una carta de recomendación lo despachó a combatir al lado de Donato Mármol que se encontraba en Jiguaní. El bizarro Donato se encontraba rodeado de una pléyade de valientes: Calixto García Iñiguez, los hermanos Milanés, Lorenzo Calás, Luis Merconchini y otros bravos mambises. Cuando Máximo Gómez llegó Donato Mármol vaciló en recibir a un dominicano que en su propia patria les había servido a los españoles. El argumento de Donato fue que: Para mandones sobramos.
Don Antonio Milanés, el suegro de Donato Mármol, fue muy bien impresionado a primera vista por el porte marcial, el talante guerrero y el perfil aguileño del dominicano. Por eso inmediatamente intervino a su favor, diciéndole a su yerno Donato: Chico acéptalo/. Ya ves lo que opina Céspedes, el hombre sabe y nosotros de guerra no conocemos ni la J. ¡Deja que él nos asesore!. Donato Mármol meditó algo. Él tenía conocimiento de que a Baire con setecientos hombres y un cañón, acababa de hacer su entrada, el coronel español Quirós.
Entonces Donato dirigiéndose a Gómez le comunicó: Usted va a mandar nuestra vanguardia. Escoja doscientos hombres y disponga lo que mejor le cuadre. Disponga lo necesario.
En la noche Gómez emboscó a sus hombres, en el camino que va de Jiguaní a Baire. Su orden fue Nada de hacer fuego. Nadie se levante, nadie haga fuego y nadie en persona me siga hasta que yo en persona, salte al camino y grite ¡Al machete!.
Era el medio día y bajo el ardiente sol de Cuba, bajo el reverberante sol de Cuba marchaban despreocupados los hombres del coronel Quirós, que creían a los rebeldes, a los patriotas, en Jiguaní. Luego de salir de Baire se detienen en la Venta del Pino, porque en medio de ellos, se precipitó un hombre que gritaba: ¡Al Machete! ¡Al Machete!. Este hombre que así gritaba, era Máximo Gómez.
Enseguida los macheteros cayeron como un alud de espanto, o algo así como una avalancha de muerte. Aquello resultó una verdadera carnicería. Más de la tercera parte de los soldados del coronel Quirós quedaron sin vida en la Venta del Pino. Esa fue la primera carga al machete dada en campos de Cuba. Máximo Gómez fue ascendido a general. Su fama inmediatamente comenzó a viajar en alas del viento y su nombre empezó a volar desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí. Y hasta a España llegó la alarmante noticia de que un dominicano endemoniado, en los campos ardientes de Cuba sublevada macheteaba a los soldados de su majestad la Reina Isabel Segunda de España. Así se estrenó en campo de Cuba fraterna, el Napoleón de la guerra de guerrillas.