El ingeniero Kelner, que además de tabaquero es historiador y psicólogo social aficionado en su tiempo libre, nos propone entender a un gran sector de los dominicanos a partir de los motoristas; tanto por su vocación a evadir y violar reglas, como de imponer las propias.
Tal vez, por naturaleza, todos los humanos masculinos, aspiramos a ser gorilas, que arrebatan lo que les plazca, que solamente el Leviatán de Hobbes, o sea, el Estado, puede obligar a todos a pactar reglas de convivencia, forzándonos al Contrato Social que concibiera Rousseau.
Cada vez más, hombres y mujeres procuran sus voluntades individuales, lograr que otros nos obedezcan, ya mediante el poder de compra, o de algún otro elemento de influencia y status (seducción incluida). En nuestra cultura machista, sobre todo, “Ei podei eh pah usailo”. Más allá de la cultura local, se trata de una universal aspiración a la movilidad total, de donde provienen tantas fantasías, desde los dioses del Olimpo hasta nuestros Supermán, Batman y los Transformers.
Procuramos libertad hacia afuera, que invade territorios y derechos ajenos; contrapuesta a la libertad y el crecimiento intelectivo, emocional y espiritual, que es hacia adentro; que nos capacitan para producir orden y armonía en la familia y la comunidad. La libertad que proviene de la educación y la disciplina hace libre al pianista para ejecutar a voluntad la melodía escrita en el pentagrama, o improvisarla; al gimnasta y la ballerina les permite contravenir y burlar la propia ley de la gravedad. Y, por sobre todo, la libertad del espíritu, la del dominio propio, ser dueño de sí mismo y remontarse en hacia lo etéreo, a las esferas del arcano.
Los gorilas en motos o en jaula-móviles aspiramos al dominio del espacio que corresponde a los otros. La conquista del espacio interior no ha prosperado porque no ha podido ser mercancía del mercado capitalista; aunque no faltan las religiosidades orientales proponiendo técnicas hasta de levitación, desmaterialización y traslación de nuestros cuerpos a otros espacios y dimensiones; como no ha sido nuevo ni ajeno al márquetin aquello de las ventas de indulgencias, ni los religiosos que ofertan prosperidades a cambio de ofrendas y donaciones.
Estos temas deben ser preocupación de todo gobernante, educador, cientista social y estudioso del alma humana. Se trata de la vieja discusión entre ser y parecer, la dialéctica entre libertad hacia afuera y libertad hacia adentro; lo sensorial versus lo espiritual. Padecemos demasiados cambios simultáneos en todas las esferas sociales y políticas. Estamos en la “sociedad líquida” (Bauman); ¡E inmunda! (RA).
Y no conviene atacar problemas nuevos con soluciones viejas (Einstein). Nuestro subdesarrollo es más complejo y desafiante que cualquier sociedad desarrollada. Aquí el cambio social se mezcla con aspiraciones desordenadas e “insatisfacibles”; con pobreza e ignorancia, y con mala crianza.
Tenemos que crear nuestros propios paradigmas sociales, éticos y científicos. Que eviten que cada cual necesite automóvil propio, planta eléctrica, cisterna, tanque de agua y seguridad privados… y puntos de vistas irreconciliables e incompatible con nadie más. Toda verdadera libertad viene del Espíritu.