Gracias a Dios que la educación nos salvará

Gracias a Dios que la educación nos salvará

El piso era de tierra, de esa rojiza que parecería volar para incrustarse en los pulmones, mientras el techo era de zinc, a medio poner o medio a quitar (quién sabe qué); y los pupitres, desvalijados a más no poder, un trozo de hierro sin madera.

El letrero, casi borrado, decía que era una escuela. Las pizarras, con agujeros que parecían mapas, intentaban hacernos pensar que en esos espacios llenos de calor y sopor se podía aprender algo más que maldecir la pobreza y la falta de oportunidades.

Esa imagen, que es la de muchísimas escuelas del país, me persigue cada día a pesar de que hace casi dos años que no  piso un plantel así. Su recuerdo, sin embargo, me obliga a levantar la voz cada vez que se comete un abuso en nuestro sistema educativo.

Eso es lo que siempre hace el gobierno. Mareándonos con palabritas bonitas, en el discurso del 27 de febrero el presidente Leonel Fernández anunció que elevaría el presupuesto de Educación en RD$4,090 millones.

Todos celebramos la noticia. El más feliz era el secretario Melanio Paredes, quien definió qué hacer con ese dinero extra para sacar el mejor provecho. No han pasado cuatro meses del anuncio cuando se rompió el hechizo: los recursos no vendrán este año porque dependían, nada más y nada menos,  que de un préstamo del Banco Mundial (que éste no otorgará).

Que la educación penda de un préstamo es grave: eso significa que el gobierno dejará de invertir en áreas tan fundamentales como la infraestructura, la capacitación magisterial y la alfabetización. Menos mal que el Presidente cree que sólo la educación salva la República Dominicana.

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