¡Gracias a ti, niño excepcional!

¡Gracias a ti, niño excepcional!

Samuel Luna

Nos vimos de forma rápida, pero no quería invadir su espacio emocional. El se desplazaba con sus pies en el segundo nivel llamado Aeropuerto del Cibao José Armando Bermúdez (Poppy) . Era un niño y se veía muy inteligente y tranquilo. Yo sentía que sus delgados pies se gastaban formando círculos invisibles que sólo él podía ver. Sus ojos se movían sigilosamente, pero no miraba a nadie, sólo seguían el cemento frío de dicho espacio de forma constante. Sin yo ser Psicólogo, noté que algo diferente sucedía en ese niño excepcional.

A medida que transcurría el tiempo pude percibir que el niño era diferente a nosotros, pero se veía muy firme e inteligente. Un niño que yo no conocía pero era real. No sé si él era un niño autista. ¡Pero que importa! Lo más importante fue que él me recordó mi niñez. Por más de una hora estaba muy cerca de mi área, él y yo mantuvimos una distancia entre 15 a 20 pies sin hablarnos. En un momento determinado me conecté emocionalmente con él. Ese muchacho podría ser un hijo mío; de hecho, es obvio que tenía madre y un padre. Por lo menos uno de ellos cargaba la realidad de tener un hijo donde la sociedad lo observa con ojos de pena y no con una actitud de dignidad y potencial. Quería hablar con él, pero no me atreví, no quería romper su círculo de seguridad. Me veía en él, no lo veía raro, lo observa con respeto.

Los círculos que él hacía de forma repetitiva también eran míos; es que mi vida también ha creado círculos emocionales; por esa razón, deseaba expresarle que realmente era un niño excepcional. Quería motivarlo como yo también fui motivado e impactado por Liliana, una terapeuta del habla que me ayudó en mi tartamudez cuando era un niño. Esa bella mujer de Argentina, experta en terapia del habla me sanó porque me tocó el alma; Liliana trabajó conmigo con mucho amor y dedicación. Mientras muchas personas se reían de mi limitación oral, no es menos cierto que otros fueron fuente de apoyo. Mis padres fueron uno de esos, invirtieron tiempo y finanzas, estoy seguro que dejaron de comprar cosas “importantes” para apoyarme en mi proceso terapéutico. Por eso me conecté con la realidad del niño aunque no sabía su nombre.

Sabemos que las personas con limitaciones son esquivadas por una sociedad también cargada de limitaciones. No hemos podido procesar que una persona diferente a la mayoría no debería ser un punto de distracción social o de rechazo pasivo. Me encanta la diversidad, lo no convencional, lo que me desafía; porque las personas que poseen ciertas alteraciones que “afectan” el normal funcionamiento de algo, son usadas para fortalecer el carácter de aquellos que nos creemos estables y sanos. Hoy me viene a la memoria la acción del Sacerdote Católico Henri Nouwen, que dejó de enseñar en instituciones académicas como la Universidad de Notre Dame, Yale Divinity School y Harvard Divinity School y decidió trabajar con personas con discapacidades intelectuales y del desarrollo en la comunidad L’Arche Daybreak en Richmond Hill, Ontario. Nouwen expresó que esos niños realmente lo amaban, porque a ellos no les importaba el doctorado de Nouwen o su intelectualidad. No fueron los niños que fueron fortalecidos por el sacerdote Henri Nouwen; todo lo contrario, fue Nouwen que pudo sentir y recibir ese amor sin intereses pre-fabricados y sin filtros. En otras palabras, esos discapacitados sirvieron de apoyo para que aquel intelectual y hombre de fe creciera más y más a la imagen de Dios. ¡Esto también es revolución, es transformación, es mejorar el Estado; inclusive, mejora el comportamiento político de una sociedad o comunidad.

A ese niño lo volví a ver con su madre en la línea de chequeo; esta vez, hablé con ella y le expresé que su hijo me había impactado. El se acercó a mi, yo me acerqué a él, pero el tiempo no fue cómplice de armar un diálogo fructífero. No siempre se trata de cómo podemos ayudar a los demás, lo más importante es que ese niño me hizo sentir vulnerable, humano y limitado. Nos separamos de la fila, no supe su nombre, no le di las manos, no hablé con él; sin embargo, la kinésica y la sinergia creada de forma orgánica marcó algo en mi vida. ¡Gracias a ti, niño excepcional!