¡Gracias, Harry!

¡Gracias, Harry!

POR MU-KIEN ADRIANA SANG
Sube a nacer conmigo, hermano
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.

No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado…:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados. …
Pablo Neruda, alturas de macchu picchu

Ha muerto Harry Hoetink. ¡Qué triste saber que la historia caribeña ha quedado huérfana! ¡qué triste saber que un sabio amigo de este país no estará evaluando y estudiando lo que hemos sido! ¡qué triste saber que la historia americana ha perdido uno de sus grandes representantes! ¡qué triste saber que la humildad y sabiduría hecha persona no podrá orientar más!

No puedo decir que fui amiga de Harry Hoetink. No tuve ese privilegio. Fui su admiradora desde mis tiempos de estudiante universitaria. Lo vi solo dos veces en mi vida y no podría describir la sensación e estar ante ese monumento humano.

La primera vez que lo encontré fue en su casa de Holanda, hace ya más de 20 años. Estaba entonces haciendo mi doctorado en Francia. Con el buen amigo Rafael Emilio Yunén conseguí su dirección. Le escribí una carta. No me conocía. Me iniciaba ante la vida. Llevaba conmigo una gran maleta cargada de sueños. Le pedí una entrevista. Le dije que estaba estudiando y trabajando en mi tesis doctoral y que para mí sería un honor que leyera el borrador de mi tesis. Me dio una cita. Tomé un tren hacia Holanda. Me recibió en su casa con su esposa Ligia. ¡Qué hombre tan sencillo!. Había leído su libro “El pueblo dominicano” y tenía enorme interés de conocerlo. Le había enviado antes el borrador de mi tesis, donde hacía unas injustas críticas a su libro ¡qué osadía la mía! Cuando hablamos, no me hizo mención de mis observaciones. Me habló mucho, me propuso algunas lecturas adicionales y me prometió escribir. Cumplió su palabra. Me escribió una larga carta haciéndome correcciones al borrador. Lo importante era que lo aprobaba. ¡Qué alegría sentí al recibir esta carta y saber que el gran Hoetink estaba de acuerdo con mis planteamientos! Podría ya presentar mi borrador al profesor Romano, sin temor a su juicio severo y certero. Hoetink en su carta, hizo una pequeña referencia a mi crítica, me decía que no la compartía, pero que respetaba mi opinión. Cuando la tesis se presentó lo llamé por teléfono. ¡Qué lección me dio este gran hombre sin palabras! ¡Qué prepotentes somos a veces cuando somos jóvenes y pensamos que por habernos leído dos libros, tenemos la verdad del conocimiento debajo del brazo! La juventud es intrépida, rabiosa, agresiva e impetuosa. El caló mi deseo de aprender, de ser historiadora, de conocer la historia dominicana, de pensar con cabeza propia, y quizás por eso fue tan comprensivo con mis críticas.

Hace unos cinco años vino al país acompañado de su eterna compañera y esposa. A diferencia de la ocasión anterior, fui consciente de su nivel y su representatividad en el mundo de la historia del Caribe. Le entregué los ejemplares de mis libros. Conversamos mucho. De nuevo me fascinó su sencillez, su humildad, su erudición, su pasión por el conocimiento y su amplia cultura. Nos despedimos después de una velada maravillosa. Tenía noticias ocasionales suyas por amigos comunes.

En la investigación histórica dominicana, se hace necesario hablar de un antes y n después de Harry Hoetink. Su libro, El Pueblo Dominicano, es un hito en la investigación histórica. El extraordinario uso de las fuentes documentales, sus conclusiones despejadas de todo tipo de prejuicio y la sencillez de su lenguaje, han hecho de esta obra una fuente obligada de consulta, aún después de haber sido publicada hace más de 25 años. Harry Hoetink fue un pilar, un ejemplo para los que le seguimos, un ejemplo para los que nos siguen a nosotros. ¡Descansa en paz! Muchas generaciones de historiadores te recordaremos siempre.

msang@pucmm.edu.do

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