¡Gracias, Maney!

¡Gracias, Maney!

Como diría el poeta Marcio Veloz Maggiolo, “el hacha gris del tiempo nos va dando golpe tras golpe en el costado abierto” y la muerte y desaparición de nuestro amigo, Manuel Gómez Pieterz (Q.E.P.D.) ingeniero, economista, Secretario de Estado de Industria y Comercio, Director Ejecutivo de CEDOPEX, Vicegobernador del Banco Central, profesor, consultor económico, ejecutivo y asesor del sector privado, ha sido un hachazo doloroso para la República Dominicana, al ser llamado al Seno del Señor, porque fue un ciudadano ejemplar, amigo sincero y un hombre dotado de profunda fe, que siempre honró los mejores valores y principios de nuestro país.

Por eso, Maney, ante tu partida a la morada eterna y la tristeza que embarga a tu esposa Carmen Aparicio de Gómez y a tus hijos Iván, Erick y Maribel, dolor con el que nos solidarizamos en mi familia, más allá de la resignación cristiana ante tu desaparición, tenemos que decirte: Gracias Maney por la fortaleza de tu ejemplo! Gracias por la reciedumbre de tu carácter! Gracias por la coherencia de la defensa de tus principios! Gracias por la lealtad de tu amistad! Gracias por la capacidad que tuviste de aceptar los riesgos y las amarguras del exilio, creyendo en la capacidad del pueblo dominicano de luchar por la instauración de un régimen democrático. 

Gracias Maney por tu lealtad como Vicegobernador, cuando ocupé las funciones de Gobernador del Banco Central, compartiendo conmigo esas responsabilidades. Gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque como Gobernador del Banco Central pude apoyarte Maney, cuando enfrentaste un grave riesgo de salud y pude enviarte a la Cleveland Clinic para tu operación, en 1988, regalándote el Señor veinte años más de vida para alegría de tu familia, tus amigos y esta patria a la que tanto le serviste en todas las esferas de tu quehacer humano. Gracias Maney por la profundidad de tus artículos y cuestionamientos a la evolución de la vida pública y privada en nuestro país.

Gracias porque en tu prosa inquisitiva, siempre buscaste exorcizar los demonios de los antivalores, porque parafraseando a Unamuno cuando decía “me duele España”, tu fuiste un testimonio vivo de que te dolía la República Dominicana. Gracias Maney, porque para tu patria, tu amada familia, tus amigos y todos los que tuvimos el privilegio de conocerte a lo largo de tu ejemplar vida, no hay epitafio más auténtico que la expresión “aquí yace un hombre justo que honró su país”. Descansa en paz Maney, y que el Señor te haya acogido en su Santo Seno como un auténtico católico y cristiano.

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