«Gracias, Señor, que me lo trajiste con vida»

«Gracias, Señor, que me lo trajiste con vida»

«Gracias, Señor, que me lo trajiste con vida», exclamó la señora Joaquina Peralta cuando vio a su hijo, el cabo Andrés Maduro Peralta, cuando llegó junto con los demás soldados de la primera escuadra del tercer pelotón de la Fuerza de Tarea Quisqueya (FTQ), procedente de Irak.

Con lágrimas en los ojos, pero con una sonrisa en los labios, la señora Peralta decía estas palabras, mientras su esposo, Marino Pimentel Peralta, brincaba de alegría y lloraba, al mismo tiempo que expresaba: «Tengo una promesa, mi hijo, para la Virgen de la Altagracia. Te llevo para allá. Te encomendé a ella y le dije que te cuidara».

«Yo grito por la alegría», aclaró Pimentel Peralta, cuya emoción contagió a todos los que estaban a su alrededor. María Cristina Pimentel, de 25 años, su hermana, también lloraba de alegría.

Esas fueron algunas de las escenas por el regreso de 150 soldados, de los 302 enviados a Irak, en su labor de reconstrucción en ese país, junto con la brigada multinacional «Plus Ultra».

Los familiares esperaban con paciencia y ansiedad el regreso de sus parientes. Esposas, hijos, madres y padres, fueron, empero, detenidos por una valla de seguridad que les impedía penetrar al área de la pista del Aeropuerto Internacional de las Américas, aunque muchos tenían un deseo visible de brincarla y abrazar a sus parientes.

Mientras esperaban el acto oficial de arenga de las tropas, las emociones que evidentemente emanaban de los soldados y sus parientes rompían parcialmente el protocolo militar, especialmente cuando la niña Crimelis Mesa Cruz, de 13 años, corrió a abrazar al primer teniente Pablo Mesa Matos, oficial de Operaciones (S3) de la FTQ, quien al abrazarla no contuvo las lágrimas, independientemente de que tuvo que volver a su formación militar.

¡Quico, mira a Andrés! ¡Carlito! ¡Julio! Vociferaban los familiares a los soldados, que tímidamente saludaban, para no violar las normas militares, mientras el mayor Adán Cáceres Silvestre hacía la formación de las tropas para entregarlas oficialmente al secretario de las Fuerzas Armadas «sin novedades, señor».

Esto se hacía bastante cerca de los familiares de los soldados, quienes «se cogieron para ellos» esta frase y respondieron a coro: «gracias a Dios», como si se tratase de una misa.

Uno de los soldados de la sección de sanidad de la FTQ, el capitán médico anestesiólogo, Gregorio Avelino Trinidad, además de la satisfacción de ver a su familia, conoció a un nuevo integrante, que nació el 7 de noviembre pasado.

Su esposa, Dilcia Delgadillo de Avelino, tenía seis meses de embarazo cuando éste se marchó a su misión en Irak.

La mujer dijo sentirse feliz porque «por supuesto, que esperaba con vida a mi esposo».

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