Grado a grado

Grado a grado

PEDRO GIL ITURBIDES
A mediados de 1989 me llamó el general Luis M. Pérez Bello. El Presidente Joaquín Balaguer deseaba hablarme. -El Síndico de Bayaguana, Cristian García, dice que los huelguistas sólo hablan con usted. El tránsito hay que reabrirlo a la mayor brevedad. De manera que vaya, converse con ellos e ¡infórmeme!

Salimos del despacho presidencial rumbo a Bayaguana por el camino de Guerra. Conforme se había publicado en los periódicos, moradores de las comunidades rurales a lo largo de la carretera protestaban porque la reconstrucción se hallaba paralizada. Nos esperaban en el salón de sesiones del Ayuntamiento de aquél Municipio, listos para echar el padre de todos los pleitos. La carretera comenzó a reconstruirse bajo el gobierno del doctor Salvador Jorge Blanco. Pero como en el caso de muchas otras inversiones públicas, aquella permaneció paralizada.

El que el Presidente Balaguer hubiera atendido el llamado del ejecutivo municipal motivó a los grupos populares. Reformularon las quejas, y ahora el petitorio alcanzaba muchas otras aspiraciones. Tras las consabidas escaramuzas verbales se logró una cierta aquiescencia, y pudimos mantener la atención sobre la vía de comunicación. Me permitieron recordarles que aquella ruta era vital para la alicaida capital de ese Municipio.

Expresábamos que la misma permitía -y permite- sacar frutos de la tierra, y que lleguen peregrinos religiosos.

Pero la carretera tenía sus bemoles. En un intento de lograr una información completa sobre el particular, recurrimos al ingeniero Marco Subero Sajiún. ¿Qué pasa con la carretera Cruce San Isidro/Bayaguana/Monte Plata?

Marco fue explícito: bajo la precedente administración se otorgó por concurso por requerimiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Esta entidad prestamista facilitó los recursos, y estableció las condiciones para asignar la obra. Fue ganada por una empresa que laboraba un día sí y el otro tampoco. La empresa a cargo de la supervisión reportaba las irregularidades, pero los constructores ripostaban con argumentos diversos.

El Ing. Subero nos hizo una relación de tales argumentos, que iban desde el aumento de precios de materiales hasta las contrariedades derivadas de la riqueza del manto freático. La Secretaría de Estado de Obras Públicas y Comunicaciones se encontraba haciendo una revaluación de la obra y del contrato para rendir un informe al mandatario. Con todas las informaciones y querellas, visitamos al Presidente. Tras escucharnos llamó al ingeniero Subero,

quien le advirtió las consecuencias de una rescisión del convenio que asignó la obra.

Tras expresar cierta impaciencia por los argumentos del Ing. Subero, lo instruyó, recalcando sus palabras, para que la Secretaría concluyera los trabajos.

-No se rescindirá el contrato. El Gobierno Dominicano, en atención a los reclamos de las comunidades, pondrá en funcionamiento la vía. Los contratistas que recurran al BID. ¡Hágase cargo de la obra, termínela por administración, y búsquele solución al problema de la sabana de Guabatico!

Tras cerrar el teléfono comentó sobre los inconvenientes del financiamiento externo, cedido con las ataduras de concursos. En países como el nuestro, tantas dificultades generan los concursos como la concesión de grado a grado. El problema no se encuentra en los procedimientos sino en la crianza de los hijos. Cuando las familias no insuflan una base moral en la conducta de sus vástagos, todo puede pasar. Y de hecho, todo pasa entre nosotros.

No son los concursos la panacea. Tampoco el grado a grado es la bendición.

Porque cuando un funcionario pide el 30% del valor de una obra porque de otro modo no tramita pagos de cubicaciones, los procedimientos son inútiles.

De este último tema también se ha hablado hasta la saciedad. Sin embargo, nos hemos quedado en las palabras sin que surja la voluntad de pasar a los hechos.

¡Bendito sea el Señor!

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