Graham Greene, el espía de Dios

Graham Greene, el espía de Dios

POR GRACIELA AZCÁRATE
En el año 2004 se conmemora el centenario del nacimiento de Graham Greene, el gran escritor inglés que reflejó en numerosas novelas sus experiencias como agente secreto y la angustia de ser un católico desgarrado por los misterios de la fe Graham Greene destestaba ser calificado como “escritor católico”, no le gustaban la mayoría de las películas basadas en sus relatos y le desagraba sobremanera la sospecha de que su obra jamás sería considerada “gran literatura”.

Henry Graham Greene nació el 2 de octubre de 1904 en el seno de la familia de un culto director de escuela, en Berkhamsted, Hertfordshire.

Era el cuarto hijo de una familia de seis hermanos y dice en su autobiografía que su familia “tenía más sectores, intereses opuestos, enconos y alianzas que un ministerio estatal”.

La familia Greene y la rama materna, los Raymond, padecían de tendencias a desarrollar manías depresivas y psicosis graves, lo que impulsó al padre Charles Greene a enviar a su hijo Graham, que mostraba rarezas y había intentado escaparse de su casa, a tratarse y convivir con un psicoanalista de moda en esa época, Kenneth Richmond.

El adolescente pasó de la comida sosa, los dormitorios helados y los compañeros hostiles a la casa próspera y cálida de su psicoanalista, donde su joven corazón se enamoró perdidamente de la bella señora Richmond, en una versión muy libre de la transferencia amorosa con el terapeuta.

Si bien Greene siguió padeciendo una manía depresiva por el resto de sus días e inclusive podía determinar en qué fase de su enfermedad había escrito tal o cual novela, Richmond le dio seguridad en sí mismo de tal manera que le permitió enfrentar a alumnos y maestros con una nueva serenidad, mucha arrogancia y una nueva y descubierta petulancia. Llama la atención que la familia Greene haya accedido a un tratamiento tan poco convencional en los primeros años de la década de 1920.

Más tarde los padres lo enviaron al Balliol College de Oxford, donde, pese a ser mal alumno, logró graduarse en Historia Contemporánea, publicar el primer libro de versos, endeudarse y comenzar a escribir para las revistas de la universidad, en especial, en la nueva maravilla que era el cinematógrafo. También en Oxford decidió, como muchos jóvenes universitarios burgueses, unirse al Partido Comunista, con un desconocimiento total del marxismo, pero con el oculto deseo de ser enviado a Leningrado o a Moscú.

Se empleó en una compañía tabacalera para poder llegar a China, pero desechado como candidato, tuvo la fortuna de ingresar como subeditor al diario The Times de Londres entre 1926-1930, donde refinaría su personalidad literaria y haría perdurables amigos.

Su casamiento con Vivian Dayrrell-Browning en 1926 lo llevó a convertirse en un católico ferviente, muy peculiar y crítico. Sus amores con Vivian comenzaron con un furioso intercambio de cartas sobre el culto a la Virgen María, al que se había referido Greene en un artículo.

La separación formal de su mujer en 1948, que era una católica ferviente, jamás se convertió en divorcio.

El éxito de “El hombre que va conmigo” (The man within), lo indujo a dejar el sueldo y el cargo que tenía en The Times, pese a que ya tenía dos hijos. Siguieron dos malas novelas y la desesperación de consumir el final de sus ahorros y de prever la decisión de la editorial de retirarle su crédito.

En el año 1932, la publicación de la novela “El tren de Estambu”l, también conocida como “Oriente Express”, fue recibida con críticas más o menos buenas, pero J. B. Priestley, se sintió agraviado. Pensó que Greene lo había caricaturizado en uno de los personajes como un acosador sexual. Ese hecho aumentó el atractivo comercial del libro e impulsó su versión cinematográfica. Poco después Greene publicó “Campo de batalla”, un fracaso de ventas, a pesar de los elogios de V. S. Pritchett, Ezra Pound y Ford Madox Ford.

Así como el belga George Simenón, durante los años 30, los autores ingleses creyeron que era una obligación visitar lugares lejanos, exóticos y condimentados con algún conflicto interno que los hiciera peligrosos. Europa era demasiado civilizada, pacífica y cercana; así que Greene partió a Liberia, donde pasó una temporada marcada por la fiebre, la monotonía y la escritura de “Viaje sin mapas” escrita en 1935.

Llevado por la rutina de itinerarios y creación, Greene emprendió después de su aventura en Liberia, un viaje a Suecia que le inspiró “Inglaterra me ha hecho así”.

En esta novela narra la relación de una pareja de hermanos gemelos, Anthony y Kate, siempre al borde del amor incestuoso, siempre eludido, siempre disfrazado por otras relaciones insignificantes. Greene dijo en su madurez lo que el lector descubre a su tiempo: Krogh, el gran industrial sueco, amante de Kate, no tiene sangre, es un mero muñeco de tinta y papel; tal vez el Greene de los años 30 no había conocido a suficientes personajes reales del tipo de Krogh como para darles vida.

Las cuentas y las demandas de su familia crecían y, “en el siempre peligroso tercer martini”, Greene aceptó hacer las crónicas cinematográficas para las revistas Spectator y Night and Day de manera de tener ingresos para mantener la familia. Durante los años anteriores a la guerra, se desempeñó como crítico con crudeza y justicia. Sus ironías sobre la supuesta sensualidad adulta y deliberada de la niña prodigio Shirley Temple, de nueve años, le valieron un juicio por libelo ganado por la todopoderosa Twentieth Century-Fox.

En 1938, un año antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, Greene publicó una de sus novelas más importantes, “El poder y la gloria”, que transcurre en México durante la sangrienta persecución religiosa y anticlerical. Por las características del protagonista que traicionaba sus votosy bebía como un cosaco, fue puesta en el Index, a pesar de lo cual Greene fue presentado muchos años después a Paulo VI, que le reiteró su admiración personal por la obra.

Durante la guerra, Greene pasó un miserable período en Sierra Leona. Bajo la cobertura de un cargo de funcionario burocrático, fue espía del M16, el célebre servicio de inteligencia británico.

Entonces escribió “El revés de la trama”, su novela preferida, que se publicaría en 1948 . Su trabajo como miembro del Servicio Secreto fue posteriormente muy discutido por sus amigos y detractores. Greene vivía en Freetown, una ciudad invadida por la basura, los excrementos, el lodo, las moscas y la miseria, donde, a la manera inglesa, había creado una parodia de respetable vida hogareña, que incluía a un cocinero nativo, borracho y psicótico. El jefe de Greene era Kim Philby, que, en la posguerra, se convertiría en espía de los rusos. Graham, como tantos intelectuales de aquella época, también hizo el salto ideológico, impulsado entre otras cosas por una expresa antipatía hacia los Estados Unidos. Casi cuarenta años después, en 1980, Greene y Philby, los dos compañeros de Sierra Leona, se reencontrarían en Rusia. Los dos se habían hecho célebres pero por razones muy distintas.

Greene, por sus libros; Philby por ser traidor a su patria, Inglaterra.

En la posguerra, Africa se convirtió para Greene en un lugar de inspiración y belleza. Estuvo en Kenia, en pleno conflicto con los rebeldes Mau Mau hacia 1953 y en el Congo, que le inspiró “A Burnt Out Case” escrita en 1959.

Asia no podía faltar en su destino de viajero incansable. Greene era un visitante asiduo de Saigón y Hanoi, entonces ciudades coloniales francesas, en lucha con la guerrilla comunista cada vez más activa y eficiente. Adoraba la belleza de sus mujeres, los fumaderos de opio, compartir supuestos secretos militares, que luego reproducía, canibalizaba y adornaba con la desvergüenza típica de todo escritor. Así surgió la gran novela, “El americano impasible” escrita en 1955, que de manera premonitoria advertiría de la entrada de una tercera potencia en la tragedia vietnamita.

Además del trabajo literario, Graham Greene escribió guionescinematográficos de notable calidad. El del “El tercer hombre” fue el origen de una gran película, protagonizada por Orson Wells, Joseph Cotten y Alida Valli, dirigida por Carol Reed. La Viena de la posguerra que describe Greene habría sido irreconocible para Stefan Zweig, quien sólo hubiese encontrado fragmentación, pobreza y un rancio ambiente internacional de corrupción y conjura, en la ciudad que había sido capital de un gran imperio.

La fama literaria de Greene ya era un hecho y “El fin de la aventura” escrita en 1951 terminó de cimentarla; como Evelyn Waugh, el personaje principal, Graham estaba obsesionado por el problema de la gracia, los infinitos, ambiguos y dolorosos, caminos en los que se manifiesta la vida. Sarah, la protagonista, deberá elegir, de manera desgarrada entre el amor por Bendrix y su amor a Dios. Del mismo modo debe haberse sentido desgarrada en la vida real una elegante mujer casada y madre de familia, que fue amante de Greene durante diez años. En la primera versión cinematográfica, Sarah fue la bella Deborah Kerr y Bendrix, Van Johnson, para deagrado de Greene, que quería para Miss Kerr un compañero de trabajo más sofisticado, que no mascara chicle antes de las escenas amorosas, más parecido, al propio Graham Greene.

La voluntad divina es el tema principal en la noveleta “La visita a Morin”. Su protagonista es un teólogo solitario, que teme volver a dar la Eucaristía, aterrado al comprobar que ha perdido su fe. El mismo conflicto religioso aparece en la obra teatral “La casilla de las macetas”, traducida por Victoria Ocampo para la revista Sur. Un sacerdote sufre el típico juego del escondite tan característico de Greene, con un Dios incomprensible, lento y cruel. Victoria Ocampo era una amiga cercana del novelista, de quien fue s huésped en Buenos Aires y Mar del Plata.

Latinoamérica atrapó a Graham Greene con sus realidades esperpénticas, quien en 1958 publicó “Nuestro hombre en La Habana”, una buena película dirigida por Carol Reed. En ella describe a un polvoriento hombrecillo, pendiente de las órdenes dislocadas y arbitrarias, dedicado a espiar para su gobierno y a sobrevivir de mala manera, muy alejados del glamour de James Bond. En “Yo espío”, uno de los relatos de “Veintiún cuentos”, que contiene narraciones magistrales, vemos, a través de los ojos de un niño, la captura de su padre, espía del enemigo alemán. El hijo no rechaza la figura paterna sino que reconoce en sí mismo ese destino de husmear, de esconderse y de averiguar lo prohibido.

Entre los textos inspirados por la realidad latinoamericana también se encuentran “Los comediantes” escrita en 1966, basado en la tiranía de Papa Doc en Haití y El cónsul honorario escrita en 1973, que transcurre en Paraguay. Ambas narraciones fueron el origen de sendas pero malas versiones cinematográficas, y del enamoramiento de Greene por la provincia de Corrientes y las costas del Paraná en Argwentina, donde se filmó gran parte de “El cónsul honorario”.

El amor de Greene por los personajes públicos lo llevó mantener una amistad con el General Omar Torrijos, que murió trágicamente en un accidente aéreo. Escribió en su homenaje “Conociendo al General”, una crónica de un compromiso escrita en 1984.

Mantuvo temporales fascinaciones por hombres públicos como Fidel Castro, Ho Chi Minh, Torrijos, Salvador Allendey a todos los transformaría en situaciones o personajes literarios. Mantuvo relaciones afectivas, personales e intelectuales con T. S. Eliot, Herbert Read, Joseph Conrad, Ian Fleming, Alexander Korda, Noel Coward, Evelyn Waugh y Carol Reed.

Greene no era conssiderado un dramaturgo nato, en el había un gran narrador, que consideraba el teatro como un lugar de descanso, en el que no había que preocuparse por la descripción de lugares y personajes, que estaba descripta por la escenografía y los actores. Tenía experiencia en el trato con gente del espectáculo gracias a su actividad como guionista y crítico de cine. En su producción teatral se distinguen “El cuarto de estar”, “La casilla de las macetas”, “El amante complaciente”, “Tallando una estatua” y “La vuelta de Raffles.

Graham Greene murió en Vevey, Suiza, el 3 de abril de 1991en compañía de Ivonne Cloetta, su última mujer, dos días antes, había autorizado la publicación de la biografía de Norman Sherry.

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