POR FÁTIMA ÁLVAREZ
Bonao, La Vega y Santiago son tres de las comunidades cibaeñas de mayor arraigo en el sentimiento folclórico colectivo. Iniciados, en su mayoría, con la vocación hacia la sana diversión, estos pueblos han ido perfeccionando su festival de la carne, hasta convertirlos en una alternativa para el turismo nacional e internacional y una eficaz forma de obtener jugosas ganancias a través del mercadeo de los elementos fácilmente publicitables.

Con 138 años de historia, el carnaval de Santiago ha devenido en una fiesta de exaltación de los valores de la comunidad, que muestra con orgullo sus raíces.

Debido a las reyertas ocurridas entre los barrios La Joya y Los Pepines por la toma de agua del río Yaque, estos dos sectores desarrollaron una rivalidad que llevaron a la creación de figuras de carnaval que hoy son fundamentales en la festividad, como son Los Lechones y Los Pepines.

Pero es el carnaval de La Vega el que logra la máxima comercialización, convirtiéndose esta actividad en una peregrinación anual que convierte la avenida de Los Flamboyanes en el más colorido, atractivo y multitudinario festival de carnestolenda que se realiza en el país.

Por otra parte, el carnaval de Bonao nació con la llegada del Trujillismo, en lo que fue inicialmente un carnaval callejero en el que jóvenes y adultos se embarcaban en la confección de su propio disfraz.

Sus comparsas eran sometidas a concursos en los que participaba «El Jefe» y Petán.

Para finales de los años sesenta el carnaval de Bonao iba tomando impulso, hasta llegar a convertirse en una manifestación social y cultural.

Bonao, La Vega y Santiago son la cara del carnaval cibaeño, a la que se están sumando en impulso Salcedo, Cotuí y Moca.

No sería nada extraño que en pocos años, con los aportes que le otorgan al carnaval las nuevas corrientes y los rostros que se van sumando al mismo, el Cibao se aboque a celebrar, no un carnaval de provincias, sino el Gran Carnaval Cibaeño.