Al evaporarse el socialismo en Europa del Este y en la misma URSS con la desintegración de ésta y un importante reordenamiento territorial en buena parte de Europa, se sustituyó la “idea” de “tres mundos” – había desaparecido el “segundo mundo” – por un mundo global, una aldea global, en donde habría desaparecido tanto la historia como la ideología. En el mundo de hoy pareciera que, efectivamente, ésta última está enterrada pero, cual “zombies”, han resucitado los resquemores históricos y un nacionalismo desenfrenado. La pretensión de ignorar las heridas históricas, más que procurar subsanarlas de alguna manera adecuada, ha resultado un error gravísimo especialmente de quienes presentaron credenciales para asumir el liderazgo del nuevo escenario, u orden global.
En verdad, ante la gravedad de la situación que enfrentamos en el mundo no es un buen momento para medir responsabilidades, pero sí se tiene la urgencia de intentar restablecer un orden creíble y duradero que no puede sostenerse en aquellas viejas plataformas pasadas de la hegemonía y el dictamen e imposición. Con graves conflictos arropando el mundo como los de Irak – Siria, dígase Estado Islámico, el más que cincuentenario palestino – israelí, Libia, Yemen, Ucrania, África, que nos desafían y traen un mensaje de muerte a ciudades lejanas de la mano de un enemigo difícil de identificar con antelación, nos obliga a la reflexión, en tanto intentamos acabar con el enemigo que en buena medida se le armó y financió intentando arrojarlo a la búsqueda de alcanzar objetivos derivados de una visión geopolítica miope.
Urge identificar la fórmula correcta de organización del mundo. Se quiso exportar el Estado liberal occidental pasando por encima de las tradiciones históricas y culturales regionales para que convivieran al lado de naciones aliadas de los “exportadores” donde la mayor parte de esos valores no están presentes. El resultado ha sido la casi desaparición de la presencia del Estado mismo, y su posible fragmentación, donde la economía liberal, la democracia y el respeto a los derechos humanos son, de hecho, inexistentes. Si no se introduce con urgencia y de manera duradera una corrección en el comportamiento mundial de todos los actores nos vendrá encima, no importa dónde estemos, la anarquía y el caos como si sufriésemos en verdad una Tercera Guerra Global. Mientras más interdependencia más presencia de las contradicciones cuya solución armoniosa solo será posible en un verdadero orden de respeto al derecho internacional. La aldea global ha pasado a convertirse con más fuerza que nunca en un mundo de regiones en el que viejos actores y otros emergentes no van a renunciar a tener su segmento de influencia.
Cuando terminó la Segunda Guerra el mundo se dio a la tarea de dotarse de un orden institucional que evitase otra conflagración sustentado en un derecho internacional y la cooperación para el desarrollo. En tanto unos, basados en el poder, crean que pueden pasar por encima del orden estaremos en un creciente desorden. Se ha creado una grave crisis humanitaria que nos advierte la ineludible necesidad de que todos, absolutamente todos, respetemos el derecho internacional.