Gran deuda ambiental

<p>Gran deuda ambiental</p>

Recientemente el gobierno dominicano deploró que las actuales condiciones de contaminación de los ríos Ozama e Isabela constituyan un obstáculo –a su criterio insalvable- para iniciar el rescate de la playa de  Güibia, la  que a mediano plazo debería ser el balneario marino por excelencia de  los residentes en Santo Domingo. Actualmente no es aprovechable de manera segura.

Fuera de que la capital dominicana ganaría considerable atractivo turístico tanto para extranjeros como para el público local si logra disponer de un espacio de litoral apropiado para el esparcimiento playero, los santodominguenses no pueden estar condenados a habitar permanentemente un territorio surcado por grandes corrientes de aguas enturbiadas por desechos químicos y de otra índole.

Es ello un grave caso de insalubridad motivado por la falta de canalización de líquidos residuales y de plantas de tratamiento, a mas de que las inversiones emprendidas recientemente para convertir a la Capital de la República en escala frecuentada por los cruceros que en profusión navegan por el Caribe necesitan el respaldo y protección de un saneamiento fluvial completo.

De lo contrario, seguirán confrontándose dificultades para garantizar que el flujo turístico de vía marítima sea regular y creciente, que es lo que conviene a la economía nacional.

Si somos un destino codiciable por el valor histórico de la ciudad más antigua de América, por el vigoroso crecimiento de infraestructuras hoteleras y de diversión y porque los dominicanos son muy acogedores, esta urbe debe ser librada (siquiera a mediano plazo) del severo daño ambiental que presentan sus ríos.

La Secretaría de Turismo acaba de dar a conocer un programa de prioridades para el año 2007 que incluiría la regeneración de playas en el litoral Sur. Pero el gobierno debería añadir esfuerzos en algún proyecto más y asociarse a intereses con visión de futuro que crean que la descontaminación del Ozama y del Isabela sería promisoria para sus inversiones, como lo sería también para la sociedad capitaleña en general.

Contra la guerra
El pueblo de los Estados Unidos ya había hablado antes respecto de la invasión de las tropas del Presidente George Bush a Irak y la permanencia del sangriento  conflicto.

Lo hizo al votar en las elecciones congresionales en las que hace poco la oposición demócrata arrebató el control de ambas cámaras al Partido Republicano poniendo en mayoría además, a legisladores que se oponen a la guerra, y ya, de manera casi sistemática, niegan respaldo a iniciativas de la Casa Blanca.

El pasado sábado la impopularidad de la política exterior de Bush fue subrayada por concurridas manifestaciones a favor de la paz en Washington y otras ciudades norteamericanas.

La intervención estadounidense en Irak y Afganistán es rechazada vigorosamente en casi todo el mundo; afecta el prestigio de Estados Unidos y es un riesgo mayor para la paz en todo el golfo Pérsico y el resto del planeta.

Es además una situación bélica que toca de cerca a República Dominicana, que ya estuvo torpemente involucrada con el envío de tropas en tarea de “estabilizaciòn” regional, presencia que luego fue hecha desaparecer a la carrera sin que, afortunadamente, algún compatriota perdiera la vida.

Sin embargo muchos dominicanos cierran fila en el ejercito norteamericano. Varios perdieron la vida ya, bajas que podrían continuar mientras Bush no encuentre la forma de hacer salir sus fuerzas de allí.

La impopularidad del propio Bush ha llegado a bajas históricas cercanas a las que padeció el presidente Richard  Nixon cuando ocurría el escándalo de ¨Watergate”, que finalmente le costó el cargo.

Donde quiera que estén, los dominicanos  deben levantar su voz contra la guerra, y  por la paz del mundo;  por la seguridad de los compatriotas cuya integración a  la vida en Norteamérica incluye el reclutamiento militar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas