Al ritmo con que cambian las costumbres y comportamientos humanos, estimulados por influencias exógenas, por los vicios y las debilidades institucionales endógenas, se van ensanchando los canales de conducción de las sociedades, lo que requiere que cada cierto tiempo se revisen las reglas, y de ser necesario se adopten medidas urgentes que cambien los patrones que rigen dichos comportamientos, pues podría llegar el momento en que sean tan amplios que hagan imposible su control.
Aquí han cambiando los comportamientos, pero lamentablemente no ha ocurrido así con los mecanismos de control, los canales de enseñanzas, ni mucho menos con los ejemplos de los líderes que deberían servir de modelos; por el contrario, mientras se ensanchan casi sin control los canales de conducción ético-moral, han disminuido por no decir desaparecido los buenos ejemplos de los de arriba, y la educación formal, por así llamar a la que se imparte en la mayoría de los centros de enseñanzas, se ha deslindado de la educación cívica que promueve los mejores y verdaderos valores, la que forma y crea conciencia de los derechos y deberes ciudadanos.
Sin darnos cuenta se ha creado una cadena en la que se va haciendo cada vez más difícil encontrar el eslabón fundamental. Como los patrones de conducta han ido cambiando y son otros los factores que dominan las mentes de una buena parte de la gente, influye en las familias y en todas sus instituciones, ya que están compuestas por esas mismas personas y arrastran los mismos lastres.
No se trata solo de hombres usando aretes, gorras con las viseras de lado y la mitad de los calzoncillos afuera, o mujeres con sus alcancías al desnudo, que pudieran considerarse simples modas al estilo de otras latitudes, sino de conductas que alteran con mucho mayor fuerza el comportamiento de las sociedades: Irrespeto, droga, asaltos, robo, abuso, violencia, etc.
La sociedad tiene un gran reto por delante, y con el gobierno a la cabeza, ahora que se vislumbran deseos de superación, acompañados de nuevos estilos y de corrección de conductas, debe empeñarse a fondo en la creación de un ambiente que propicie un nuevo modelo de educación cívica.
Ahora que hay un presupuesto de educación del tamaño de lo anhelado o demandado, se hace imprescindible empalmar la educación con la formación. Avanzar en la eliminación del analfabetismo, pero profundizar en la formación de ciudadanos conscientes.
Crear mística con ejemplos. Concientizar por la vía inducida a que la gente adopte buenas y mejores costumbres, pues de la misma forma que imita los estilos y vestimentas extraños o extravagantes, lo haría con las cosas buenas, sobre todo cuando se dé cuenta de que no es un castigo para unos pocos, sino un deber de todos por igual.
A veces tomamos este tema con ligereza, pero si no hacemos un alto y damos un viraje rápido y enérgico, aunque cargado de comprensión y buenos ejemplos, lo vamos a lamentar más temprano que tarde.