Granada, Lorca y la Alhambra

Granada, Lorca y la Alhambra

JOTTIN CURY HIJO
Cuenta la leyenda que cuando las tropas musulmanas de Boabdil, su último rey nazarí, fueron sitiadas en Granada por las de Fernando El Católico en 1492, se le permitió al primero retirarse pacíficamente a cambio de su capitulación. Y cuando el jefe de los árabes se encontraba al pie de las montañas de Sierra Nevada, en su retirada final, irrumpió en incontenible llanto al observar la majestuosa belleza del palacio de la Alambra, que por tantos años le sirvió de residencia oficial. Fue entonces cuando su madre le reprochó, al igual que Balaguer a sus correligionarios en 1978, “lloras como mujer, hijo mío, lo que no has sabido defender como hombre”.

Con este triste y aleccionador relato comienza a comprender su significado histórico el visitante de Granada, ciudad donde se encuentran sepultados los Reyes Católicos. Destacan por su importancia el barrio árabe del Albaicín, con su original acueducto y estilo arquitectónico, y la zona del Sacramonte, que ofrece una vista extraordinaria del Palacio de la Alhambra y el Generalife, los cuales fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984. Además, en este sector se encuentra la famosa cueva donde se exhiben bailes flamencos para los turistas.

Granada, una de las ciudades andaluzas más hermosas fundada por los árabes en el siglo VIII, se caracteriza por la Alhambra, el monumento más relevante del arte hispanomusulmán. Su nombre deriva del color rojo o arcilloso del terreno, con el cual se construyeron sus muros. El patio de los Arrayanes, con una larga y rectangular piscina, la cual fue construida para que los visitantes pudieran asearse manos y pies antes de entrevistarse con el monarca, es impresionante. Asimismo, el patio de los Leones, la plaza de los Aljibes, las torres de Machuca y el Peinador, las salas de los Abencerrajes y del Rey, entre otros recintos no menos importantes, forman este conjunto arquitectónico que los españoles denominan la octava maravilla del mundo.

Zamrak, poeta cortesano de la época de Mohamed V, escribió en los muros de mármol de la Sala de las Dos Hermanas un poema que termina así: “Nunca se vio alcázar más excelso, de contornos más límpidos y espaciosos”. Y el insigne granadino, Federico García Lorca, quien cayera abatido poco antes de cumplir los 38 años por las hordas enloquecidas del franquismo, destacó en su obra poética los símbolos de su ciudad natal.

Basta con leer su poema titulado Granada para uno percatarse de la admiración del escritor por su tierra, el cual comienza:

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselette escocés,
con cintas hasta la cola.

A propósito de esta cumbre literaria de la generación del 27, víctima de la intolerancia política de la Guerra Civil española, el visitante puede acudir a la casa donde vivió, actualmente convertida en museo y ubicada en el centro de un gran parque que lleva su nombre. Considerado por algunos más poeta que dramaturgo, y por otros a la inversa, lo cierto es que no obstante la brevedad de su ciclo vital, la intensidad de su vida hizo posible que su genio trascendiera su tiempo y se proyectara, hecho rima y música, hacia la posteridad. Tanto es así, que no es posible hablar de Granada sin mencionar a Federico García Lorca.

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