Hoy, Día del Maestro, un homenaje que no debe faltarle es el de resaltarle el papel crucial que la sociedad le asigna y que se acrecienta con el tiempo. La educación es imprescindible para alcanzar las metas de: mayor desarrollo material y humano; justa distribución de la riqueza; mejores condiciones de salud para el pueblo llano; mutiplicación del empleo, elevación de la calidad de vida y reducción de la criminalidad. Como nación no podremos avanzar por un camino de progreso si no convertimos al ciudadano promedio en un ente que emerge de aulas que proporcionan la herramienta de la formación y el conocimiento para ser productivo. Para tener conciencia de su realidad y de sus derechos. Para emprender una vida de ascenso social, integrado plenamente a la actividad económica y a los compromisos de un proyecto de nación.
Es mucho lo que les toca hacer a los educadores que por sus roles estelares tienen que estar situados en el centro de la atención del Estado proveyéndolos de más aulas, de más oportunidades para acrecentar su formación y de más ingresos para satisfacer con holgura sus necesidades. Además, los maestros constituyen un segmento que debe ser más numeroso. Porque la urgencia de avanzar a grandes pasos hacia el logro de una nivel de escolaridad superior al actual obliga al Gobierno a volcar recursos hacia la educación y garantizar desde ya que se cumpla la meta del 4% del PBI.
Presión fiscal sobre los débiles
Al medir el efecto en porcentaje de los impuestos sobre la economía o presión tributaria los fríos números dejan de lado que el fisco dominicano se alimenta mayormente, y sin equidad, de gravámenes al consumo y a los ingresos de los segmentos más numerosos de la población que en los propios datos del Banco Central en gran medida figuran percibiendo mensualmente menos de lo que se necesita para cubrir necesidades básicas en hogares pobres, muy pobres o de baja clase media.
Los aportes de las minorías que ocupan el más alto lugar en la pirámide social son exiguos. Los impuestos a grandes patrimonios y rentas son alarmantemente bajos en términos relativos y absolutos. La desigualdad en toda América Latina es aguda, y República Dominicana está entre los países más desiguales. Pretender aumentar la presión tributaria siguiendo el esquema que permite a los poderosos eludirla sería inaceptable.