Grandes tragedias unen políticos EU

Grandes tragedias unen políticos EU

Por JOHN M. BRODER
– The New York Times News Service
WASHINGTON
— Los miembros del Congreso — con las posibles excepciones del senador Robert C. Byrd y el representate John D. Dingell — van y vienen. También los presidentes e incluso los jueces de la Suprema Corte.

   Pero algunos temas importantes llegan a la capital de la nación y nunca se van, pese a los mejores esfuerzos de los políticos por envolverlos y enviarlos como paquetería. La inmigración es uno de ellos.

   Los esfuerzos por forjar un gran compromiso sobre el perennemente espinoso tema de cómo manejar a los millones que quieren asentarse en este país colapsaron en el Senado de manera espectacular la noche del jueves, aun cuando el Presidente George W. Bush y el liderazgo del Senado desesperadamente querían un acuerdo. Casi todos en Washington creen que las leyes de inmigración de Estados Unidos son un embrollo inaplicable. Pero enfrentado con una legislación real creada en base a compromisos reales, el Senado zozobró en medio de las corrientes cruzadas políticas, geográficas e ideológicas. Pese a las promesas de los senadores de resuscitar el proyecto de ley, quizá pasen meses — o años — antes de que el Congreso de nuevo se acerque a la aprobación de una importante revisión de la ley de inmigración.

   Pero la inmigración es sólo uno de varios asuntos políticos importantes sobre los cuales virtualmente todos los estadounidenses coinciden en que algo debe hacerse, aun cuando Washington parezca inmerso en la disfunción. ¿Qué sucederá cuando el Congreso se aboque a la legislación sobre energía? ¿O el calentamiento global? ¿La atención médica? ¿La seguridad social?

   En ocasiones parece que se requiere una catástrofe para crear consenso.

La Gran Depresión, Pearl Harbor, el 11 de septiembre, todos esos hechos hicieron añicos las divisiones partidistas y llevaron, al menos por un tiempo, a un poder presidencial realzado y una fiebre de aprobación bipartidista de leyes (algunas de las cuales los líderes políticos posteriormente lamentaron).

Hoy, sin embargo, el abismo partidista en Washington es más profundo que en los últimos 100 años, según algunos estudios académicos, ya que los bloques moderados en ambos partidos casi han desaparecido.

   «Recuerden», dijo Thomas E. Mann, miembro del Instituto Brookings, «estos son realmente grandes problemas y realmente son difíciles. Solucionarlos va a involucrar algunos cambios importantes en la forma en que vivimos, la forma en que nos cobramos impuestos, la forma en que recibimos nuestra atención médica y la forma en que nos transportamos».

   Añadió: «Muchas de estas cuestiones están atrapadas en diferencias ideológicas que realmente son bastante fundamentales. Sobre todas ellas ahora no hay consenso en el país y por lo tanto el sistema político tiene que tratar de crearlo donde ahora no existe».

   Un signo de cuán difícil es forjar un compromiso sobre estos grandes temas es la longitud de tiempo entre importantes acciones legislativas sobre ellos. Tomó casi una década desde el colapso de la iniciativa de atención médica del gobierno de Bill Clinton en 1994 para la aprobación del nuevo beneficio de medicinas con receta del Medicare.

El salario mínimo federal no cambió durante 10 años hasta esta primavera. La última revisión importante de la ley de inmigración fue aprobada en 1986. La más reciente revisión importante de la Seguridad Social ocurrió en 1983.

   Incluso el tema relativamente nuevo del calentamiento global ha estado circulando desde 1988, cuando Al Gore empezó a hablar sobre sus efectos potencialmente horribles. Ahora, pese a un montón de 30 centímetros de alto de legislaciones propuestas sobre el tema, no se ha hecho virtualmente nada.

   Gore dijo que era extremadamente difícil mover el sistema político cuando está paralizado por la pasión partidista y asediado por intereses bien financiados y bien organizados. Se refiere a la combinación de las industrias petrolera, carbonífera y automovilística como el «cabildeo del carbono», al cual dijo es muy difícil derrotar.

   Washington, dijo, también ha fallado en actuar sobre el calentamiento global en gran parte por la misma razón que no ha hecho freente a la posible insolvencia futura de la Seguridad Social o el problema de 45 millones de estadounidenses que carecen de seguro médico. «Hay una negación variada», dijo Gore. «Es desagradable pensar en ello y es fácil desecharlo».

   Washington a menudo sirve como un indicador rezagado del sentimiento público sobre un tema, siguiendo la acción en la capitales estatales o respondiendo tardíamente a una creciente indignación pública.

El Congreso y la Casa Blanca no empezaron seriamente a actuar sobre la inmigración hasta hace dos años, después de que los Minutemen, un grupo civil, empezó a patrullar las fronteras y gobernadores de estados sureños declararon emergencias para hacer frente a cientos de miles de migrantes indocumentados que entraban desde México.

   Dado el fracaso de la legislación de inmigración de 1986 para frenar el flujo de ilegales, el público está cauteloso de cualquier nuevo esfuerzo gubernamental para controlar las fronteras, dijo Merle Black, profesora de ciencias políticas en la Universidad Emory en Atlanta. Y muchos legisladores temen que si apoyan la legislación actual sean culpados si fracasa en cumplir sus promesas.

Después de todo, el beneficio de medicinas de Medicare, también, fue un intento muy pregonado de reducir los costos de las medicinas para los ancianos, pero creó montañas de papeleo y enormes costos no anticipados para el gobierno.

«El público h visto toda una serie de fallas de desempeño, ya sea la guerra en Irak o la respuesta a Katrina», dijo Black. «Esto hace que diferentes grupos de individuos estén muy escépticos sobre los políticos que ofrecen soluciones. Encima de eso, los índices de aprobación de Bush están tan bajos que él no puede ejercer ningún liderazgo ni siquiera dentro de su propio partido».


La inactividad gubernamental no estuvo carente de intención. Los Padres Fundadores diseñaron el sistema de gobierno de Estados Unidos para enfriar las pasiones públicas y crearon numerosos impedimentos para la acción precipitada. Quizá no les sorprendería que pasaran dos décadas entre importante acción sobre la ley de inmigración o las obsoletas pensiones del gobierno.

Pero quizá hubieran tenido problema para concebir la complejidad de los asuntos que enfrenta el Washington moderno, como el calentamiento global o la necesidad de encontrar una forma de ofrecern atención médica básica a uno de cada siete estadounidenses.

«El mundo que enfrentaba Madison era muy simple cuando redactó los Documentos Federalistas», dijo Morris P. Fiorina, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Stanford. «Estaba enfocado en las tierras, el trabajo y el comercio.

Estaba claramente consciente de la necesidad de defender las fronteras, pero le preocupaba más que se tuviera que limitar el alcance del gobierno y garantizar que mayorías transitorias no se salieran con la suya».

El ritmo lento del gobierno en Estados Unidos es frustrante para muchos dentro y fuera de Washington. Pero los fundadores reconocieron que los peligros de sucumbir a los entusiasmos efímeros a menudo son mayores que el lento proceso de forjar un consenso desde los intereses rivales de un país seccional.

«Estoy de acuerdo en que es malo que tome una cantidad extraordinaria de tiempo abordar los problemas», dijo Mickey Edwards, ex congresista republicano de Oklahoma y ahora vicepresidente del Instituto Aspen y conferencias en temas de gobierno de la Escuela Woodrow Wilson en Princeton.

«Pero pienso que es peor apresurarse a encontrar solusiones cuando se está gobernando a una nación de 300 millones de personas».

Citó la Prohibición y el beneficio de medicinas de Medicare como ejemplos de leyes que tuvieron consecuencias grandes e impredecibles.

«No sugiero que si se da el tiempo suficiente se pueda hacer todo perfecto», dijo Edwards. «Pero se necesita tiempo suficiente para asegurarse de que todas las opiniones sean escuchadas y evitar las circunstancias imprevistas que plagan a tantas cosas».

«Uno no sólo quiere que actúen», dijo. «Uno quiere que actúen responsablemente».

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