Grandiosa novena sinfonía de Beethoven para celebrar el TN

Grandiosa novena sinfonía de Beethoven para celebrar el TN

La palabra “Alegría” es posiblemente la más apropiada para expresar lo que el público que llenó el aforo de la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional experimentó al escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven que es en sí misma, una magna celebración festiva, esta vez, para conmemorar el 50 Aniversario del Teatro Nacional Eduardo Brito.

Dirigir la Novena Sinfonía es haber pasado por intensos momentos de reflexión, el maestro José Antonio Molina siente verdadera predilección por esta grandiosa obra, la cual ha dirigido en varias ocasiones, que lo lleva cada vez con mayor claridad a pautar los cambios de intensidad, las entradas con sus característicos movimientos, logrando de la orquesta el fluir rítmico de la intemporal y expresiva música del genio alemán, tocando así las fibras de todos los presentes.

Ludwig Van Beethoven estrenó su Novena Sinfonía en Viena el 7 de mayo de 1824, su audacia de introducir el canto coral y la percusión, rompía los esquemas de la época, creando el género “Sinfonía Coral” que marcó la transición del clasicismo al romanticismo musical. Enmarcada dentro del contexto sociopolítico de su época, significa el compromiso del artista con los valores: igualdad, fraternidad y libertad, “la liberación de humanidad”. La novena es considerada desde su estreno una de las obras más importantes de la música universal y la más interpretada.

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Inicia el concierto, el director José Antonio Molina, pauta, se escuchan sombríos acordes, inicia el primer movimiento -Allegro ma non troppo, Maestoso- con breves momentos de claridad, representa el “Destino cruel que ahoga a los hombres”, la tensión aumenta entran instrumentos de viento, llegando en un fortissimo a un climax.

En el segundo movimiento “Molto Vivace” un “Scherzo” enérgico, literalmente es la respuesta al “Destino”, con fuertes golpes del timbal se pasa a un crescendo avasallador lleno de musicalidad, creando un clima de tensión.

En el tercer movimiento -Adagio molto cantábile- antesala del Final, vuelve la melancolía, el tema principal es lento contrasta con los movimientos anteriores, el Andante es un delicado diálogo entre cuerdas y vientos que interrumpe el sonido de la trompeta, una especie de fanfarria seguida por las hermosas figuraciones de los violines, logrando la orquesta un momento brillante.

El cuarto movimiento “Finale” –Presto-Allegro assai- es la apoteosis “el triunfo de la humanidad”, Beethoven quiere transmitirnos un mensaje. La introducción evoca los temas anteriores como un eco que permanece, surge la esperanza.

El famoso tema del final va creciendo en intensidad, es símbolo, leivmotiv. La orquesta se crece, toca agitadamente, los chelos interpretan una frase recitativa, se repite la disonancia del inicio del movimiento.

Entran los solistas y el coro mixto, el barítono austríaco Günter Haumer, al que ya habíamos oído hace seis años en el tercer concierto del Festival Musical de Santo Domingo, participando justamente en la Novena Sinfonía, muestra hoy con mayor madurez su excelente registro grave; inician los versos de Schiller en distintas configuraciones, Violoncellos y contrabajos enuncian el tema. El tenor finlandés Tuoma Katajala, entona otros versos, acompañado del coro masculino. El tema del amor es introducido por la destacada soprano Nathalie Peña-Comas y la mezzo-soprano, Glenmer Pérez, de hermosa y potente voz.

La música adquiere proporciones gigantescas, los metales vibran, solistas y coro conducen a un momento memorable, y en una vibrante coda cantan un mensaje de fraternidad, el emblemático himno, la “Oda de la Alegría” basada en el poema “An die Freude”, de Friedrich Schiller, que reafirma el ideal de Beethoven de que “Todos los hombres son hermanos”.

Tras el último acorde en un acto reflejo el público se levanta, aplaude emocionado, poseído por la música de esta Grandiosa Novena Sinfonía.

El numeroso coro de notable amplitud y sonoridad, es digno de una mención especial; elemento esencial de esta sinfonía, asume las exigencias de la partitura de registros casi inalcanzables, excelente labor del maestro Elioenai Medina.

El director José Antonio Molina, se supera así mismo, con entusiasmo, energía y clarividencia, pone de relieve su talento y sensibilidad, en esta nueva dirección de la Novena Sinfonía, la que además dirige sin partitura dado el conocimiento cabal de la misma. Como ente unificador logra la perfecta armonía de todas las partes, orquesta, solistas y coro, dando como resultado la excelencia y belleza de esta Sinfonía eterna, transmitiendo a la vez con fuerza y carácter el mensaje fraterno:

“Escucha hermano la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día. Ven, canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo sol. En que los hombres volverán a ser hermanos”.

Una noche inolvidable para celebrar con alegría, y desear muchos años más al Teatro Nacional Eduardo Brito.

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