Grato encuentro, gratos recuerdos

Grato encuentro, gratos recuerdos

 LUIS FCO. OVIEDO MOQUETE
Para ser equilibrados, en nuestro diario trajinar debemos disfrutar, romper la rutina que en cierta medida quita sabor a la vida. El hacer algo distinto un día, deja en el alma una sensación agradable, indescriptible, no importa la pequeña y leve que ésta sea. Ese momento nos eleva y nos da motivos y fuerzas para enfrentar el día a día. Un tipo de actividad diferente, sobre todo si es rememorando cosas pasadas agradables, nos traslada a otro mundo y nos lleva a disfrutar inmensos placeres como es el que tuve la dicha de disfrutar la noche del 24 de junio, día de San Juan Bautista, fiestas patronales de San Juan de la Maguana.

Esta sensación fue lo que sentí en la fiesta en el Colegio Médico Dominicano. Ese día en franca camaradería nos entregamos a disfrutar de una noche en la que nos abrazamos y recordamos épocas felices y acontecimientos pasados. Fue agradable en extremo el reencuentro con las personas a las que no veíamos en muchos casos por más de dos décadas. Sirvió esto para añorar aquellas tradiciones perdidas o prostituidas hoy y que eran esperadas cada años con ansiedad. Evocamos las carreras y montadera de caballos, los baños en el hoy contaminado y perdido río San Juan, los jengibres mañaneros, las mañanitas y las inolvidables fiestas en los regios salones del Club Social Recreativo o en el Hotel Maguana. De veras, volvimos a sentir emociones que llegaron bien adentro de nuestro ser. Los cuentos, anécdotas y las clásicas preguntas y opiniones como “no te pones viejo”, “Fulana se cree que aún está buena”, “¿a qué no te acuerdas de mi?”, “mira a Zutano ¿Qué es lo se cree?”, “se murió fulano”, etc.

El clímax de todo esto, que se desarrollaba en medio de una música de remembranzas interpretadas por el sanjuanero Nannum con su Maniel, lo vino a poner una fotografía tomada en el año 1964 donde aparece un grupo de jóvenes de la época que participaba en uno de los cursillos de Cristiandad que patrocinaba la Iglesia Católica, que con una calidad incuestionable para la época, mostraba rostros imberbes de muchos de los que participaban en la fiesta. Los rostros ya arrugados por los años al verse plasmados en esa foto, reflejaban la nostalgia de una época que con sus limitaciones propias del medio nos permitió realizarnos como entes sociales y tener una visión crítica de lo que ha significado el cambio de un siglo a otro. Recordar aquellos momentos nos hace reflexionar sobre lo importante de esas actividades en aquellos tiempos en que no se contaban con herramientas tan útiles y facilitadoras como las tenemos hoy en día. Es curioso recordar y analizar cómo en una actividad de ese tipo se reunía la juventud con criterios idealísticos opuestos radicalmente, observar personajes como un Elías Michelén o un “Manuel lo jierro”, de mentalidades “calientes” en un encuentro religioso, o por otro lado un Emigdio Valenzuela, discutidor, firme en sus ideas, polémico, sobrio, con un Mundo Peña o un “Musiquin” saboreadores de placeres, o con un calculador y visionario como Dago Mejía, es un disfrute y un espacio para elucubraciones de tipo actual en cuanto a resultados personales alcanzados.

El pensamiento gira en que estas actividades, enseñanza e inquietudes eran la gran escuela. No importaba si usted simpatizaba o no con alguna tendencia o ideología política. En la misma foto del encuentro, que tenía propósitos en primer lugar religioso, había izquierdistas simpatizantes de la recién iniciada revolución cubana y del Che y había monaguillos representantes de clases dominantes y burguesa, pero la diferencia estaba en que en la iglesia como en todo el país es vivía una época de “reacondicionamiento ideológico” y se trataba de encauzar las inquietudes por un lado sano luego de la experiencia de acontecimientos históricos regionales que sucedían y que constituían las ansias del despertar político luego del ajusticiamiento del tirano, la instauración de la democracia plena de los siete meses, la masacre de los guerrilleros de Manaclas, los gobiernos corruptos, nefastos e ilegales que siguieron, y lo que estaba por venir. Estos ambientes clericales con las orientaciones siempre de avanzada de los Hermanos Lasallistas Arturo, Alfredo, etc., jugaron sin duda un papel fundamental en la formación de una juventud. Esto nos dio una vida sana. Teníamos vicios, pero eran vicios venales.

Esa noche placentera nos retrotrajo a nuestro hoy, y nos deja nostálgicos sentimientos y también nos demuestra por los resultados palpables de quienes compartíamos, que una de las causas de nuestras penurias actuales y la delincuencia que nos arropa, están en la ruta equivocada que llevamos producto de la desorientación y falta de educación en momentos tan cruciales como es la época de nuestra juventud. El desconocimiento de nuestra historia que nos lleve a sentir el orgullo de ser dominicanos, nos ha llevado a tener falsos y nefastos héroes. Debemos reencontrarnos y enarbolar valores, poner la educación por encima de monumentos materiales llenos de corrupción. Ver ejemplos en la honestidad y la trayectoria pura de las sociedades y no emular valores materiales, de ascensos fáciles, de lograr pronto riquezas sin importarnos la vía para llegar. Dejémosnos de estar creando nuevas leyes que sólo las cumplen los que no tienen padrinos ni dolientes, y que nos aboquemos a reencontrarnos con nuestras raíces. Enseñemos la historia y lo que ha costado nuestra soberanía desde los primeros años en las escuelas. Somos un país al que todavía le quedan recursos, a pesar de que diariamente nuestros dirigentes se encargan de exprimir lo poco que queda en beneficio personal. Por lo menos retrasemos el acelerado proceso que nos está convirtiendo en el otro país desvastado, hambriento y desinstitucionalizado, enclavado en el oeste de esta isla moribunda que es Santo Domingo. Volvamos sobre nuestros pasos y creemos las bases morales para la salvación del país.

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