Grave muestra de indolencia

Grave muestra de indolencia

El abandono y el deterioro han hecho presa de numerosas obras deportivas construidas por el Estado en varios puntos del país.

En esas condiciones se encuentran las instalaciones de La Barranquita, en Santiago;  de La Vega, Barahona, San Cristóbal, La Romana, Parque del Este, en Santo Domingo Este, y el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, en el Distrito Nacional.

Cada una de estas costosas obras sirvió para la celebración de versiones de los Juegos Nacionales, los Panamericanos y los Centroamericanos y del Caribe, y para la práctica deportiva en las comunidades en que fueron construidas.

No hay manera de justificar que obras de tanto valor queden en el abandono, a merced de saqueadores que las convierten en verdaderas ruinas.

No parece haber programas de mantenimiento para este tipo de infraestructura  y esto hace pensar que su construcción respondió  a motivaciones de índole política del momento.

En algunos casos, las comunidades carecen de recursos financieros suficientes para mantener esas obras y el Gobierno central no tiene en sus prioridades darles el mantenimiento necesario.

Sea cual sea la causa, el abandono de estas instalaciones es una muestra grave de indolencia.

Peligros sabidos y desatendidos

La caída de varias rocas enormes en las cercanías de El Número, en el tramo Baní-Azua, era un hecho previsible. Por suerte no hubo desgracias que lamentar. Las autoridades habían sido advertidas de que eso podía ocurrir y sindicatos de transportistas habían sugerido que Obras Públicas removiera esas rocas para evitar que cayeran por su cuenca y causaran pérdidas de vidas. Las autoridades no hicieron caso y las lluvias de estos días se ocuparon de provocar el derrumbe.

Como ése hay en este país muchos peligros conocidos. Zonas habitadas bajo amenaza de ser inundadas en cualquier época de lluvia o  barridas por algún  deslave. Se sabe dónde la insalubridad puede ocasionar una epidemia de cólera o cualquier otra enfermedad. Nunca se hace nada por prevenir. Por fortuna, en el caso de las rocas caídas no hubo daño humano, pero no siempre funciona así la suerte.

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