Grecia e Italia, capotes
anti-democráticos

Grecia e Italia, capotes <BR>anti-democráticos

Las bolsas de valores se derrumbaron luego de que el día 1º de este mes         el primer ministro griego Yorgos Papandreu, del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), anunciara que convocaría un referendo en enero próximo para que el pueblo decidiera sobre el paquete de ajustes económicos negociado con Alemania, Francia, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.

Estas mismas bolsas reverdecieron cuando Papandreu retiró su propuesta de consultar al pueblo. Bajo presión del mercado, Alemania y Francia, Papandreu anunció su renuncia y prometió la conformación de un gobierno transitorio de unidad nacional con representación en el gabinete de los principales partidos.

Pocas horas después, el economista académico y tecnócrata Lucas Papademos fue nombrado jefe de gobierno y el gabinete se repartió entre los principales partidos, incluida la extrema derecha.

Ante tantas protestas griegas por los ajustes y el declive en popularidad de Papandreu, el nuevo gobierno puede parecer una buena salida política. Sin embargo hay dos problemas graves que atañen a la democracia: primero, se vulneró la soberanía popular de elección, y segundo, la ciudadanía quedó sin clara representación política.

Vulnerar la soberanía de elección popular, aún sea para salir de una crisis económica como la que afecta actualmente a Grecia, abre la puerta para que en el futuro aparezcan otras razones y otras fuerzas que deseen hacer lo mismo. Además, cuando la soberanía popular se vulnera, la democracia pierde un recurso fundamental para renovarse o transformarse.

Desde el punto de vista de la operatividad democrática, cuando los funcionarios electos se cambian sin participación popular, la ciudadanía queda minimizada al no contar con un recurso de apelación ni representación política.

En el caso de Grecia, la responsabilidad de impulsar un nuevo paquete de ajustes económicos recae ahora sobre un tecnócrata jefe de gobierno que debe responder más a las condicionantes del mercado y las potencias europeas que a las demandas del pueblo griego.

De hecho, el sistema político griego se ha puesto un capote anti-democrático con un tecnócrata a la cabeza, mientras los políticos se protegen desde el poder para no ser blanco de ataque de las protestas.

Una situación similar se ha presentado en Italia. Ante la ofensiva de los tenedores de bonos la semana pasada, Silvio Berlusconi tuvo que dimitir y ahora asume el poder también un economista académico y tecnócrata: Mario Monti.

Es noticia para celebrar que Berlusconi se vaya. Lo lamentable es que no lo hace por sus escándalos de corrupción y sexuales, sino porque el mercado ya no confía en él para impulsar las reformas económicas que aseguren una Italia con capacidad de pago de su deuda.

En el pasado, las fuertes crisis económicas europeas llevaron a grandes guerras. Ante el descontento popular, surgieron líderes políticos como Hitler y Mussolini que movilizaron a la población con proyectos xenófobos y ultra reaccionarios. Actualmente, el desempleo en varios países europeos es alto y los recortes sociales son fuente de insatisfacción y contagio.

 Cayeron los gobiernos de Grecia e Italia, y el cambio augura nuevas medidas de ajuste que serán caldo de cultivo para nuevas protestas y respuestas poco democráticas.

 Lo que sucede en Europa debe servir de alerta a República Dominicana. Con el amparo del FMI, el gobierno dominicano ha seguido una política de endeudamiento con emisión de bonos soberanos que supone onerosos sacrificios de pago para la población.

El acompañamiento del FMI abre las ventanillas de crédito internacional a intereses más bajos, pero cuando el endeudamiento rebosa la copa, el mismo FMI cierra la llave y exige pago con sudor y sangre. Los gobiernos caen y la ciudadanía queda maltrecha.

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