Gregorio García Castro en el recuerdo…

Gregorio García Castro en el recuerdo…

NUEVA YORK. Dicen quienes bregan con asuntos ontológicos, y los que se solazan en la metafísica, entre otros quehaceres de la mente y el pensamiento, que todos los hechos que se producen en el vivir quedan registrados en un sitio del Universo, obedeciendo a una ley natural.

A ese archivo universal le han dado el nombre sánscrito de Akásico. Dícese que quienes gozan de facultades extrasensoriales, pueden entrar a ese archivo, para averiguar hechos, episodios, de todas las edades, a fin de documentarse, informarse e informar a los demás.

Nosotros no contamos con esos poderes, pero sí poseemos una facultad, (la que tenemos todos los humanos), que es la de trabajar con la imaginación. Y con la imaginación, se pueden hacer creaciones y recreaciones formidables.

Hoy, a comienzos de año, lo que vamos a hacer con la imaginación es… ¡Otro viaje imaginario!

Y así, vamos a desmontar el Hotel Mercure, situado en la calle El Conde esquina a la calle Hostos, en la Primada Ciudad de Santo Domingo de Guzmán, y colocar en ese sitio, otro hotel que estuvo antes en ese lugar, y que fue propiedad de Candito Alma, y que se llamó Hotel Comercial.

En nuestros frecuentes viajes imaginarios, hemos ido a ese hotel muchas veces, ya lo saben nuestros lectores, pero hoy queremos volver, para revivir uno de nuestros muchos encuentros con un amigo del alma, ex compañero de trabajo, a quien el Crimen se lo llevó de la vida, a destiempo, hace casi 30 años.

Se llamó Gregorio. Fue Gregorio García Castro; cibaeño brillante, jocoso, inteligente.

Y llegamos a la Barra del Hotel Comercial, que tenía arrendada un jovial chino, llamado Juan Chea, y quien ya no está en este lado de la Vida. Cuando Gregorio fue diputado al Congreso Nacional, ambos estuvimos allí dándonos tragos, «tumbando» al gobierno de Trujillo, y analizando muchas cosas de la actualidad política.

Hartos ya, de hablar, beber y comer, salimos del bar, y en la puerta, Gregorio sacó el revólver que portaba, y tras empuñarlo, elevó su diestra con el arma en la mano, y dijo: «¡Coño, tengo deseo de matar un calié!»

Hubo estupor entre los pocos que nos circundaban, entre viandantes, billeteros. Porque un calié, es decir, un delator a sueldo del régimen de Trujillo, podía hacerle perder la vida a cualquiera, y por allí siempre merodeaba un sujeto que dizque vendía billetes, usaba un sombrero muy peculiar, y a quien todos sindicábamos de ser agente de la seguridad del gobierno. Afortunadamente, no pasó nada.

Hoy, el asesinato de Gregorio lo traemos porque en el deambular por el ciberespacio, nos encontramos con Choni García Frómeta, médico neurólogo, hijo mayor de García Castro. Dejamos de verlo cuando era muy jovencito, y ahora nos recordaba cuando nos veía a su padre y nosotros, juntos.

«Imagínate ahora, cómo estaría papá, con esta maravilla de la Internet», nos comentó Choni, mientras nos informaba además que junto al ordenador y él estaba su madre, la doctora Daysi Frómeta viuda de García, excelente amiga, quien ha sufrido lo indecible por la muerte de su esposo.

Otro hijo menor de Gregorio, (mucha gente le decía Goyito mas siempre lo llamábamos por su nombre pues el apodo ese como que era muy «mijijo,» porque siquiera le hubieran llamado Goyo, como que el apodo tendría más carácter. A propósito, nos viene a la mente el poeta y cuentista, ya muerto, Manuel Luna Vázquez, autor de la obra «Goyo Tiburón y otros cuentos». Luna Vásquez también solía pasearse por El Conde, comentando e informando de su producción, al igual que otro poeta ido: Luis Alfredo Torres.) Enrique García Frómeta no ceja en su empeño y esperanza de que algún día sean apresados los asesinos de su padre.

Daysi, por su parte, dijo que «todo se lo dejo a Dios. Ha sido un dolor demasiado grande, pero uno tiene que despejarse un poco y no estar constantemente centrado en eso. Creo que Dios sabrá qué hacer, y en El confío.»

Para agregar más misterio a la muerte de García Castro, el ex presidente Joaquín Balaguer manifestó en su libro «Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo», que se marchaba hacia la tumba con el pesar de no haber podido esclarecer el asesinato de Gregorio. Dijo el estadista que no le valió soltar plata en algunos sectores, en la búsqueda de la verdad. Todo quedó metido en el silencio.

El general Néit Rafael Nivar Seijas, quien fuera compadre de Daysi y Gregorio, fue encargado por Balaguer, en aquel tiempo, para investigar la muerte, pero Néit tampoco pudo dar con la verdad.

Hoy, a tantos años del asesinato de Gregorio García Castro, hecho ocurrido en el famoso período de «Los Doce Años,» recordamos al querido amigo, y deseamos que en cualquier plano de existencia donde se encuentre, goce de paz. Y de la bienaventuranza.

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