Gregorio Marañón: “Tiberio, historia de un resentimiento”

Gregorio Marañón: “Tiberio, historia de un resentimiento”

En 1939 Gregorio Marañón escribió “Tiberio, historia de un resentimiento” sobre un emperador de hace 20 siglos, que tuvo como prefecto a Poncio Pilatos. Coetáneos de Tiberio lo satanizaron. Suetonio le enrostró pecados carnales con infantes.

Ahora algunos revalorizan a Tiberio, como “el emperador más capaz que tuvo Roma”. López-Ibor maestro psiquiatra habla de “Tiberiófilos y tiberiófobos”: “Ha habido muchos Tiberios. Unos defienden la grandeza, personal e histórica, del personaje; otros crean su leyenda negra”. En este escrito citamos a Marañón, no lo interpretamos.

Marañón aclara: “No pretendo hacer la historia de Tiberio, sino la historia de su resentimiento” y cita a Unamuno “Entre los pecados capitales no figura el resentimiento y es el más grave de todos: más que la ira, más que la soberbia”. Prosigue Marañón: “El resentido es siempre una persona sin generosidad” … “un ser de mediocre calidad moral” … “el resentimiento, aunque se parece mucho a la envidia y al odio es diferente a los dos”.

“El odio tiene casi siempre una respuesta rápida ante la ofensa; y el resentimiento es pasión… de reacciones tardías, de larga incubación entre sus causas y sus consecuencias sociales” … “es muy típico de estos hombres-los resentidos- no solo la incapacidad de agradecer, sino la facilidad con que transforman el favor que les hacen los demás en combustibles de su resentimiento”… “Cuando se hace el bien a un resentido, el bienhechor queda inscrito en la lista negra de su incordialidad”.

“Es casi siempre el resentido, cauteloso e hipócrita. Casi nunca manifiesta a los que le rodean su acidez interior”. “Todo para él alcanza el valor de una ofensa o la categoría de una injusticia”.

El capítulo “El triunfo en el resentido” dice: “El resentimiento es incurable” … “Parece a primera vista que como el resentido es siempre un fracasado, fracasado en relación con su ambición, el triunfo le debería curar.

Pero en realidad el triunfo, cuando llega, puede tranquilizar al resentido, pero no le cura jamás.

Ocurre, por el contrario, muchas veces, que, al triunfar, el resentido, lejos de curarse empeore.

Porque el triunfo es para él como una consagración solemne de que estaba justificado su resentimiento; y esta justificación aumenta la vieja acritud. Esta es otra de las razones de la violencia vengativa de los resentidos cuando alcanzan el poder; y de la enorme importancia que, en consecuencia, ha tenido esta pasión en la Historia.

Nada lo demuestra como la biografía de Tiberio”. “El resentido es capaz de todo, al tener el poder entre las manos.

No asoma en todo el curso de su vida un solo rastro entusiasta hacia los demás hombres”.

Al morir Tiberio el pueblo repetía “¡Tiberio al Tíber!” pidiendo lanzar el cadáver al río, sin funerales. Tiberio tuvo “… embriaguez de poder”.

“Es típico del resentido… que cuando adquiere un poder fuerte y artificioso, como el que da el mando, haga un uso bárbaramente vindicativo de él”… “el rencor del resentido se dirige contra todo. Típico también de la venganza del resentido es el uso predilecto que, para llevarla a cabo, hizo Tiberio de la delación”.

“Nada más eficaz para destruir la moral de un pueblo como el miedo a la delación”. “Nada hiere al resentido como el favor que recibe de la persona que no ama”. “Tiberio se retiró…” a Capri “…dolorido contra la humanidad entera, concentrado, huido en sí mismo, hasta la angustia”. El resentido rehúye cuando no puede imponer su ambición y venganza.

En su libro “México un paso difícil hacia la modernidad” Carlos Salinas recordó a Marañón al referirse a Zedillo, a quien eligió para sucederle, llevándose del consejo de un tercero: “Aprende rápido, suple la inexperiencia con la inteligencia y es un ser humano noble”.

Perseguido por su delfín, Salinas escribió que no se percató del principal defecto que le endilga a Zedillo: “tiene problemas con su origen… y eso lo hace un hombre rencoroso”. Un colaborador de Salinas le señaló: “Debías haber leído a Marañón”. Otros dicen que también Salinas es un resentido.

En Roma antigua y en México contemporáneo, en muchos lugares y épocas, los resentidos cambian la Historia, casi siempre para mal.

A veces el resentimiento se convierte en factor de cambio positivo, o al menos de rectificación social, cuando el político resentido, creyéndose con derecho a todo, comete graves errores y el pueblo lo repudia y le quita el poder. Así renacen la virtud y la democracia.

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