¡Gritemos!

¡Gritemos!

Cuando era niño entendía perfectamente la palabra pueblo, cuando cumplí quince años entendí la palabra política, cuando saqué mi cédula pude saborear y asimilar el término gobierno; pero lo que nunca he podido reconciliar en un país como el nuestro, es ver como un pueblo, deposita la confianza en un Estado, supuestamente para que el Estado administre los bienes que pertenecen a ese mismo pueblo; pero de repente el Estado juega un papel de partido político, el pueblo una función de esclavo y mazoquista, esclavo porque cede sus derechos y en mazoquista porque se produce dolor físico o emocional de manera voluntaria. Y ahora tenemos un Estado abstracto e insípido. Lo grande es, que ahora soy adulto y no entiendo ni al pueblo, ni a los partidos, y mucho menos el invisible Estado.

Creo en lo que decía Charles de Gaulle, aquel estadista, general y presidente francés, que él llegó a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos; ¡por eso no entiendo a mi pueblo! La palabra entender tiene muchas definiciones, también diría que no asimilo, no acepto, me resisto a creer y es confuso y absurdo que por más de 60 años hemos vivido dándole poder a políticos corruptos para que administren los bienes del Estado; ¡perdón!, no debí usar el término administrar, es que administrar es cuidar, y ellos no nos han cuidado, tampoco nosotros nos hemos cuidado, porque les entregamos el poder a franquicias partidistas para que ellos fabriquen miseria y pobreza en una bella nación llena de playas, ríos, tierra fértil y minerales. Es que no entiendo las quejas, los ataques y las barbaridades que escucho en contra de aquellos mercaderes de la política, porque seguimos apoyando y depositando lo nuestro, lo sagrado, la democracia en manos de estructuras fosilizadas por el mal. Estructuras que nos recuerdan el dominio del cacique, al ver el dueño de un partido, que es quien hace y deshace, y pone a la venta candidaturas de diputados, senadores, alcaldes u otros cargos públicos. Ellos no han poseído ningún interés nacional o proyecto de nación a largo plazo, solo intereses a corto plazo para obtener dividendos personales. Miren los frutos, dejemos de ser tontos y mazoquistas.

Todos sabemos que la política en República Dominicana es un negocio de intereses que van sobre las necesidades del pueblo dominicano, no existe un plan de nación sino de partidos, los intereses de la cúpula de los partidos viene a ser más importante que la necesidad de los ciudadanos que representa. Nos han hecho creer que es lo normal y que las cosas no cambiarán. Quiero arrojar luz en medio de un oscuro túnel; en este momento la sociedad dominicana se está levantando, una gran porción de  la juventud dominicana no está conectada a los procesos partidistas; en ese mismo orden, la juventud de hoy tiende a ser sin hacer, es independiente, rebelde y se inclina a la equidad. Así es, los corruptos y los partidos tradicionales están en una bifurcación social, o cambian o serán reemplazados por una generación contestataria, que no piensa en izquierda o en derecha, su preocupación es existencial y ética.

La juventud y el pueblo dominicano no tiene que leer un manual de 100 páginas para entender la función del Estado y de los partidos políticos, nuestra dignidad es suficiente, poseemos una tradición cristiana, un contexto que nos ha expuesto a un libro negro, antiguo pero relevante, la Biblia. Ese libro relevante nos arroja luz y directrices, nos dice el papel de los gobernantes, ahí leemos que cuando los justos gobiernan el país se alegra, nos dice que los pueblos fracasan y mueren por falta de conocimiento. Tenemos una historia llena de hombres valientes, tenemos una plataforma para lanzar un grito de liberación integral.

Invito al pueblo dominicano a gritar, como decía Santa Catalina de Siena:
“¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!”.  Ahora nos toca a nosotros gritar, actuar, identificar lo podrido y extirparlo, entonces elegir ciudadanos que realmente administren el Estado, y así gozar de un país estable, seguro y próspero. Vivir con dignidad ¡Gritemos!

Más leídas