WASHINGTON. El breve encuentro de Sophie Cruz con el papa Francisco durante su paseo por Washington esta semana parecía la clase de escena espontánea que resulta tan enternecedora en torno a este papa: una niña pequeña, tímida al principio, se cuelga de su brazo para recibir un beso y una bendición.
Pero para Sophie, de 5 años, el momento se desencadenó tan perfectamente como estaba preparado por los miembros de una coalición de Los Ángeles que defiende los derechos de los migrantes.
El grupo llevaba casi un año preparando que la pequeña, de un suburbio de Los Ángeles, saliera corriendo hacia el papamóvil para entregar un mensaje sobre la situación de los padres migrantes que viven en Estados Unidos sin residencia legal.
Hace un año consiguieron un éxito similar de relaciones públicas en Roma, en ese caso enviando a una niña de 10 años hacia el papa. “Planeábamos hacer esto desde el momento en que supimos que venía a Estados Unidos”, dijo a Associated Press Juan Jose Gutierrez, de la Coalición por Plenos Derechos para los Inmigrantes.
“Trabajamos durante un tiempo para intentar sensibilizar al público americano de que gestionar la inmigración no es sólo gestionar a las personas que llegaron sin documentos adecuados, sino que también tenemos… incontables niños cuyos padres no tienen documentos”.
El grupo decidió utilizar a hijos de migrantes para representar su campaña de que se hagan reformas migratorias ante el papa, un gran defensor de los migrantes. “Buscamos niños para contar lo que nosotros llevamos años explicando como adultos”, añadió. Sophie fue seleccionada para el viaje a Washington porque “nos impresionó tanto a todos que sentimos que sería nuestra mejor portavoz”, dijo Gutiérrez.
Si ella no hubiera logrado atraer la atención del papa en Washington, explicó el activista, habría viajado con el grupo a Nueva York, y después a Filadelfia, para intentarlo de nuevo. Sophie se negó a alejarse del papa el miércoles hasta que un guardaespaldas tomó una misiva escrita a mano y una camiseta para entregar al pontífice.
En su carta al papa, explicaba sus temores de que sus padres, migrantes mexicanos que no tienen permiso de residencia en Estados Unidos, puedan ser deportados. Pero corren un bajo riesgo de deportación debido a las políticas del gobierno de Obama, que se centran en deportar a autores de delitos graves.
“Creo que tengo el derecho de vivir con mis padres”, dijo Sophie a AP tras su momento con Francisco. “Tengo el derecho a ser feliz. Mi padre trabaja muy duro en una fábrica de piezas de metal galvanizado. Muchos inmigrantes como mi papá alimentan a este país. Merecen vivir con dignidad, merecen que se les trate con respeto”.