Guardia Universitaria

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ÁNGELA PEÑA
Un invento de  Trujillo para ahogar toda señal de rebeldía actuando como organismo paramilitar de espionaje y sus miembros debían estar alerta

 El cinco de marzo de 1937, la dictadura dio un gran paso en el control político e ideológico de la Universidad de Santo Domingo con la creación de la “Guardia Universitaria Presidente Trujillo”, fundada por José Enrique Aybar,  Max Garrido, Rodolfo Bonetti Burgos, Alfredo Mere Márquez, Héctor Barón Goico, Máximo Llaverías Marty, José María Nouel Simpson, Carlos Cornielle hijo, Rogelio Mañón y otros.

 Al ofrecer el dato, Franklin Franco  agrega que entre las actividades de la agrupación estaba “controlar y vigilar cualquier divulgación de ideas de propaganda disolvente, de teorías y doctrinas desquiciadoras, de prácticas malsanas”.

 Fue fundada, comenta, “como un organismo paramilitar de espionaje” y sus miembros, vigilantes, debían estar alertas para “imponerse a la fanfarronería disociadora de algún catedrático equivocado, solicitar y obtener su expulsión” y  reaccionar vigorosamente y “frustrar los intentos de quienes, dentro de las aulas o fuera de ellas, pretendían tomarlas como instrumentos para sus viles pretensiones políticas y sus pasiones innobles”.

 Las aseveraciones están contenidas en “Historia de la UASD y de los Estudios Superiores” que es, probablemente, la más completa investigación sobre la educación dominicana. Pese al título, el historiador se adentra también en la enseñanza elemental.

 La “Guardia Universitaria” mereció un capítulo que incorpora reglamentos, militantes, fotos. Oficiales de este cuerpo, según el sociólogo, fueron cómplices de acciones “ignominiosas” del régimen, como la masacre de haitianos en 1937.

De los archivos de la Autónoma reprodujo extensas listas de sus integrantes, desde 1941. Muchos se convirtieron después en antitrujillistas.

 Esos controles ideológicos y represivos afectaron notablemente la calidad de la enseñanza durante la tiranía, escribe Franco, sobre todo a partir de 1947 con “la aparición de grupos marxistas que fundaron el Partido Socialista Popular” y la Juventud Democrática.

“El ambiente de terror que se vivía en la Universidad alcanzó el paroxismo”, agrega, cuando la dictadura se enteró de la expedición de “Cayo Confites” Nombra estudiantes y profesores que fueron expulsados. La academia se convirtió en “una catedral del silencio”.

“Por puro milagro”  En la valiosa obra se da cuenta de cómo el sector más conservador emprendió una campaña de descrédito contra la Escuela Normal de Hostos, iniciada por clérigos entre los que sobresalió Fray Rocco Cocchia al que el autor atribuye “iniciativas funestas”. 

 Bajo sueldo de los maestros,  ausencia de laboratorios, falta de útiles se extendieron al punto de que estudiantes de medicina debían sacrificar perros, gatos, hurones para estudios de anatomía y disección  y  cerdos  para estudiar corazón, válvulas, ventrículos.

 Los invasores norteamericanos  de 1916 cerraron  la “Universidad Central de Santiago”, fundada el 16 de enero de 1914, alegando que bastaba con el  “Instituto Profesional” en Santo Domingo.

En el gobierno de Horacio Vásquez, según el libro, el paso más trascendente  fue la creación en 1926 de la Escuela de Agricultura y Estación Nacional Agrónoma de Moca, suprimida definitivamente en 1934.

 La política implacable de Trujillo sacrificó al doctor Ramón de Lara, rector de la Universidad de Santo Domingo, quien fue apresado, destituido y finalmente expulsado del país por sus ideas contrarias al régimen.

En el ámbito secundario los profesores Sergio Hernández y  Ercilia Pepín, fueron cancelados por izar la bandera a media asta en protesta por el asesinato de Andrés Perozo.

 En la obra se citan estudiantes y profesionales de la Universidad de Santo Domingo que cayeron víctimas de la tiranía y  continúa la historia hasta después del ajusticiamiento.

El nueve de julio de 1961 “la juventud estudiantil de la Universidad irrumpió de manera masiva en el escenario político” con una gran concentración a la que asistieron más de mil personas. Manuel de Jesús Rojas (Cucho),  Asdrúbal Domínguez, Eduardo Delgado, Leopoldo Grullón, Oscar Lama, Miguel Genao, Daniel Céspedes, José Eugenio Villanueva, Víctor Manuel Decamps, Alfredo Loinaz, Rafael Alburquerque, Zaidita Lovatón, Antonio Isa Conde, Armando Hoepelman, Mariano Fiallo, Antonio Cuello, Eduardo Houellemont y Ubaldo Francisco Roa iniciaron las tareas para la organización de la “Federación de Estudiantes”, suspendida por la incursión de tropas policiales.

 La formación de otras fuerzas estudiantiles, la radicalización de los grupos políticos de la izquierda, procesos de análisis en cuanto al porvenir de la casa de estudios, manifestaciones, muertes y atropellos durante el gobierno balaguerista son parte de esta historia en la que el autor señala:

 “Válido es destacar que a pesar de que los correligionarios propagandistas de Balaguer y el editorialista Rafael Herrera  lo consideraban como “el gran constructor” designación demagógica con la cual él se regocijaba, durante sus doce años en el poder no fue colocado en la UASD un solo bloc de cemento ni tampoco un ladrillo”

 La conclusión del historiador y catedrático universitario en el libro, impreso en 2008, es que “bien mirada la larga historia de la UASD y su interminable carrera de vicisitudes, no es nada atrevido sostener que todo indica que ha sobrevivido a través de cinco siglos de existencia por puro milagro, pues al parecer los gobiernos la condenan a sufrir los mismos males que ya se entendían como cosas del pasado”.

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