Guerra avisada… salvaría vidas

Guerra avisada… salvaría vidas

Picándole cerca al país, dos veces en casi un mismo decenio, Haití ha sido estremecido desastrosamente al desencadenarse la energía tectónica acumulada desde poca profundidad del territorio que esa República comparte con los dominicanos.

Es como para tomar muy en serio la deducción científica del director de Sismología de la UASD, Ramon Delanoy , en el sentido de que en cualquier momento puede ocurrir de este lado de la frontera un terremoto, porque lo ocurrido en la cercanía indica que la isla está sometida a tensiones sísmicas, al punto de que ha dejado de cumplirse la recurrencia de que grandes temblores siempre ocurrieran re lapsos de 50 a 100 años.

El recuento -por él explicado- para demostrar que los movimientos telúricos en esta zona antillana ocurren cada vez menos espaciados, respalda absolutamente la proyección sobre la posible inminencia de unos de estos fenómenos en el ámbito nacional.

Habría dos actitudes que erradamente podrían ser asumidas, y deben evitarse a todo trance, ante el dramático presagio: entrar en un pánico que angustie a la ciudadanía y la ponga a reaccionar torpemente, antes o tras el hecho cumplido; o que subsiguiente y oportunamente, no se proceda con las precauciones que son posibles antes de alguna tremenda sacudida del suelo que llegan sin anunciarse.

Una mayoría de viviendas y edificaciones públicas y privadas no está construidas para resistir terremotos similares a los que han ocurrido en Haití, aunque es evidente que por esos lados se dan mucho más irrespetos a normas antisísmicas y poquísimo uso de varillas y que temblores similares o mayores sucedidos en países como Chile han sido de exiguas consecuencias, demostración de que es posible hacer edificios resistentes per se o por reforzamientos posteriores.

Y eso es lo que habría que hacer prontamente en República Dominicana, comenzando por las sedes más concurridas por público y por las tantas torres residenciales que parecen desafiar las leyes de la física. Las viviendas frágiles y de un solo nivel hechas de materiales flexibles, son más fáciles de convertir en seguras a menos que estén situadas sobre terrenos no consolidados o al borde de precipicios sin firmeza.

Las autoridades deben asegurarse de que las escuelas, particularmente vulnerables cuando han sido construidas por el Estado, reciban tratamientos estructurales para la sismoresistencia e instruir a los estudiantes sobre la forma de actuar si la tierra tiembla. Entrenarlos para evacuaciones rápidas y seguras por salidas de emergencia, cuya existencia debe ser garantizada por el Ministerio de Educación, el COE y los bomberos, que en todas partes del mundo disponen de personal y poder legal para inspeccionar locales y certificar los usos humanos a los que se les puede destinar.

Vivimos rodeados de inmensidades de hormigón que no han pasado prueba. Curémonos en salud. A aquellos que creen en milagros y en que todo depende de la Providencia, les recordamos que Dios dice, «ayúdate que yo te ayudaré», que el Señor aprieta pero no ahorca y será porque supone que poniéndosela difícil a sus siervos, estos completarán por sí mismos la salvación.