Guerra avisada…

Guerra avisada…

Para cualquier líder político cambiar completamente su estilo es imposible, y mucho menos en el caso específico del candidato presidencial del PRD Hipólito Mejía, quien está en su mejor momento en términos de simpatía dentro y fuera de su partido.

Su amenaza de someter o perseguir a los funcionarios presuntamente corruptos de este gobierno más que un error es una postura prematura, que sus asesores han corregido al posponer ese tema en la agenda del debate.

Sin embargo, una acción trae consigo una reacción, y en los predios gubernamentales peledeístas la declaración de Hipólito ha sido respondida con energía e interpretada como una voz de alerta, y los peligros a los que todos se exponen si pierden el poder en las próximas elecciones.

Las fuerzas del oficialismo, dispersas y atomizadas por la confrontación interna, heridas que por ahora no se cicatrizan con la declinatoria de Leonel y Margarita, tienen en la amenaza de Hipólito un fuerte argumento para reagruparse alrededor del candidato presidencial que surja de su convención.

El viejo refrán popular de que “guerra avisada no mata soldado y si lo mata es por descuidado” se podría aplicar en esta coyuntura y el tiempo dirá si los peledeístas harán acopio de esa sentencia. De todas maneras, Hipólito es una realidad electoral, con un escenario que le favorece por una suerte de azar del destino.

Incontrolable en su retórica verbal, aunque se ha superado bastante en ese aspecto, Hipólito Mejía debe tener presente que en política hay cosas que no se dicen, pero si conviene se hacen.

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