Guerra en el corazón

Guerra en el corazón

Hace muchos años publiqué un folleto titulado “La guerra civil en el corazón”. Ese texto fue incorporado al apéndice de mi libro “Un ciclón en una botella”. Reproduciré aquí unos pequeños trozos de este ensayo, que no ha perdido actualidad, ni pertinencia. “El merengue tiene melodía hispánica y acompañamiento africano. Podemos españolizarnos o africanizarnos, más o menos, según las circunstancias sociales, políticas, económicas, demográficas, migratorias, de intercambio; y también norteamericanizarnos a través del cine de masas, de las modas de vestir, la televisión por cable o el financiamiento internacional de la educación”.

“Qué una sociedad absorba o rechace un elemento u otro de la cultura universal -recibidos a través de medios de comunicación cada vez más abarcadores- es algo que ocurre todos los días, en un continuo proceso de filtración osmótica o de defensa colectiva o de adaptación social. Un negro puro del África árabe puede pertenecer a la cultura musulmana y no a la cultura propiamente africana. El negro puro, sin mezcla de sangre de otra raza, islamizado o cristianizado, se conduce con arreglo a su cultura y no a su raza. Su conducta está condicionada por la cultura y no por caracteres biológicos”.
“Así, los pueblos en conjunto; cada uno está adscrito a sus propias posibilidades de desarrollo histórico, a un pentagrama donde toca su música colectiva. Dominicanos, haitianos y cubanos han ido desenvolviéndose en la historia como una masa de harina bajo la presión de las manos de sus líderes y maestros; o bajo el peso de las botas de los soldados de naciones opresoras imperiales. Unas pocas veces ciertas clases sociales, solas o en colaboración con otras, lograron imprimir su sello en la historia”.
“Las potencias imperiales que disputaron por el control económico de las Antillas y, en general, de las tierras del Nuevo Mundo, sometieron a los indígenas e importaron negros esclavos. A ambos grupos se les mantuvo, durante la época colonial, en una situación de minusvalía social. Las actitudes racistas de los colonizadores no necesitan ser documentadas. Hemos heredado la opinión de que los negros son “ordinarios”, “feos”, “brutos”, “incapaces”. Entre dominicanos se oye decir: “maldito negro”; y quien lo dice puede ser negro o casi negro. El resultado final es una “personalidad fracturada”.

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