Guerra narco llena morgues

Guerra narco llena morgues

CIUDAD JUAREZ, México. AP. La muerte congeló su expresión de miedo. Los atacantes cortaron o perforaron cada rincón de su cuerpo. Le cortaron la cabeza, la envolvieron en una bolsa plástica de una tienda y la tiraron junto con el resto de su cuerpo entre dos camiones con remolque en una calle de la ciudad.  A pocos centímetros está su cabeza.

La boca y los ojos parecen estar pidiendo piedad.  Como sucede casi siempre en Ciudad Juárez, la policía no encontró testigos ni armas. Sólo el cuerpo maltratado que yace en la camilla de metal de la oficina de la médico forense puede dar pistas acerca de quién era y cómo murió.  “Cada órgano habla”, dice la doctora María Concepción Molina, mientras su asistente le abre el pecho a la víctima y se dispone a extraer la caja torácica. 

Los cadáveres guardados en las morgues de las ciudades fronterizas de México son evidencia del espiral de violencia derivado de la guerra contra el narcotráfico. Esa violencia cobró 6.290 vidas en 2008, el doble que el año previo, y ya lleva más de 1.000 en lo que va de 2009.  Cada herida de bala y cada hueso quebrado ofrecen detalles de la ferocidad con que los carteles de la droga combaten el gobierno y pelean entre sí. En el depósito de cadáveres se apilan cadáveres de policías junto a los de pistoleros, todos envueltos por bolsas blancas con cierres.  El personal trabaja 12 horas diarias, a veces los siete días de la semana, para examinar los cadáveres.

Cuando las casas que fabrican féretros en Tijuana se retrasaron durante las fiestas de fin de año, la morgue llegó a tener 200 cadáveres en dos refrigeradores que teóricamente pueden recibir hasta 80 cuerpos.  “A veces hay tanta gente, tantos cadáveres, que no nos damos abasto”, afirmó el director de la morgue de Tijuana Federico Ortiz.  En Ciudad Juárez, la ciudad fronteriza con Estados Unidos donde hay más matanzas, Molina quita delicadamente una cinta de la boca, la nariz y los ojos de la tercera persona decapitada que examina en una semana, decidida a hacer hablar a un hombre muerto.  Los investigadores hacen presión sobre cada dedo del cadáver decapitado para tratar de conseguir las huellas digitales. Molina calcula que por su cara tenía unos 30 años.

 La médico forense, de 41 años y con cinco hijos, tiende cuidadosamente la ropa ensangrentada sobre una lámina de plástico rojo. Acomoda como puede una camiseta desgarrada por puñaladas que tiene una reproducción de un cartel de “buscado” del revolucionario Pancho Villa.

Ciudad Juárez

Ciudad Juárez, una ciudad de 1,3 millones de habitantes al otro lado de El Paso, Texas, tiene una morgue y un laboratorio modernos, que costaron 15 millones de dólares, adquiridos con asistencia internacional luego de los asesinatos de más de 400 mujeres que fueron violadas, estranguladas y tiradas en el desierto desde 1993.  La morgue tiene siete médicos, incluidos dos contratados en las dos últimas semanas.  La procesión de cadáveres es asombrosa. Se proyecta duplicar la capacidad de la morgue el año que viene. 

En 2008, 2.300 víctimas de la violencia y de accidentes desfilaron por este edificio con olor a formaldehído, donde los médicos trabajan al compás de baladas de amor, mientras cortan huesos con sierras eléctricas. En enero y febrero de este año llegaron más de 460 cadáveres.  “Si sigue esto, se rompe el récord del año pasado, fácilmente”, manifestó Héctor Hawley, director de una unidad de médicos forenses y analistas de crímenes, mientras empleados con uniformes blancos depositan cadáveres en estanterías de metal. “Podemos ver 2.000 (cadáveres) en 10 meses. “Necesitamos mucha ayuda.”

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