Guerra, pandemia y hambruna

Guerra, pandemia y hambruna

Suenan tambores de guerra en África, bombardeos en el Medio Oriente

Cerca de siete décadas han transcurrido de haber escuchado la primera clase de historia en la escuela primaria. Recuerdo al maestro decir que a la llegada de los españoles a nuestra isla encontró resistencia por parte del cacique Caonabo que gobernaba el cacicazgo de Maguana.

El bravo cacique fue hecho prisionero y conducido esposado con destino a España. Nos habló luego de la matanza de Jaragua y del exterminio de los aborígenes y su reemplazo por esclavos africanos.

Nuestro recordado profesor dio un salto de 3 siglos para relatarnos las batallas contra el ejército haitiano a fin de consolidar nuestra independencia. Siguió con la restauración y ahí se paró el relato de las guerras criollas. No fue sino en la secundaria en donde se nos explicó el significado de las dos guerras mundiales y el conflicto bélico de Corea.

Lo expuesto anteriormente tiene como finalidad justificar el estrecho y reducido marco conceptual que este humilde servidor tenía acerca de la historia. Asociaba el relato del pasado con la guerra.

Ya convertido en un adulto conocería los pormenores de la guerra de Vietnam y la contienda del Golfo Pérsico, hechos que acentuaron mi errónea interpretación de los acontecimientos acaecidos en el tiempo.

Esa estrecha visión pretérita se asoció a la creencia de que con la llegada de la pandemia del coronavirus cesaría el tronar de los cañones, así como el tenebroso silbido de los costosos y mortíferos cohetes dirigidos.

Pensé que la violencia en todas sus vertientes se detendría y que las fuerzas e inteligencia humana actuarían al unísono para ponerle fin a la amenaza biológica que ahora se proyecta con mayor gravedad, llevando dolor y luto a todos los continentes.

Oigo tambores de guerra en el África, veo bombardeos en el Medio Oriente y una guerra civil en Colombia.

La lógica sanitaria urge canalizar todos los recursos materiales necesarios para atender adecuadamente la emergencia sanitaria que abate al planeta.

Se ha perdido la cordura, resucita el fantasma del sálvese quien pueda; anulamos y enterramos el otrora sagrado mandato de: ¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo! Un gran país asiático como lo es la India ha llegado a contabilizar 24 millones de personas infectadas por el SARS-CoV-2, con un balance diario de 400,000 casos nuevos positivos y cuatro mil víctimas mortales cada 24 horas, ocupando el segundo lugar del mundo en donde más negativamente ha impactado la pandemia, superado solamente por los Estados Unidos de América. Brasil, México, Argentina, Colombia, Perú, Paraguay y Uruguay han sido duramente golpeados.

Fruto del calentamiento global se han generado serias tormentas tropicales con inundaciones y destrucción de la agricultura, lo que ha dado lugar a calamidades en poblaciones centroamericanas de Honduras y de Guatemala, por solo citar dos países.

Ello sumado a la covid-19, provocó la huida de miles de familias que han visto como escapatoria a su miseria, la hégira hacia el norte, bajo la falsa ilusión de poder cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos, siendo este último país su ansiado destino final.

La sinergia de la guerra y la pandemia provocan una inminente hambruna para los pobres.

Lo sensato y beneficioso para la humanidad es silenciar el grito de guerra con una política de paz, la implementación de la vacunación universal y el aporte alimentario oportuno para la salvación de cientos de millones de bocas hambrientas que no quieren morir.

La sinergia de la guerra y la pandemia provocan una inminente hambruna para los pobres.

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