¿Guerra sucia o canto de verdades?

¿Guerra sucia o canto de verdades?

Para quienes no somos escritores de oficio como tampoco periodistas de profesión pero nos gusta escribir y escribimos con cierta asiduidad, más que nada por temor al silencio; por un imperativo ético espiritual que nos impele a no ser indiferentes ante los cuestionamientos que la cotidianidad nos plantea a nivel nacional e internacional debatidos en esta era cibernética de la información con mayores luces y profundidad, nos resulta angustioso callar.
El tema de la campaña política para escoger los futuros gobernantes en países y pueblos presumiblemente democráticos que ven en el proceso electoral el desiderátum de la vida y el sistema democrático, y aun para aquellos otros amordazados por el terror de sangrientas dictaduras que han suprimido de cuajo intento de liberación emocional y ciudadana con sus imperfecciones y debilidades, siempre es tema de actualidad por la gravedad y trascendencia que encierra el voto del soberano de quien dependerá en alguna medida el futuro inmediato y el porvenir de una nación y, tratándose de naciones todopoderosas, el futuro de toda la humanidad.
De manera que no podemos soslayar ni permanecer indiferentes de lo que ocurre en nuestro pequeño país que, siendo nuestro, es el que más importa, ni en otros países del orbe que lejos de ser ancho y ajeno por su cercanía regional o identidad continental, como naciones poderosas naciones que por distantes que sean como verdaderos dueños del mundo todo lo controlan, sin dejar de mencionar a nuestros vecinos distantes, los Estado Unidos de Norteamérica.
Las campañas electorales responden al nivel cultural de sus ciudadanos y del pueblo en general, lo que depende en gran medida del grado de bienestar, desarrollo y seguridad social que le acompaña y del fortalecimiento e independencia institucional de los organismos que integran los poderes del Estado. Donde esas bases sostenedoras de un Estado social de derecho, democrático, se hallan socavadas por el ejercicio abusivo y hegemónico de un partido, o del “Jefe” del Estado, las campañas políticas son en efecto una guerra declarada contra el enemigo que estarán matizadas por ese componente; y no es extraño que se haga uso del poder y sus recursos para descalificar al contrario hasta alcanzar el objetivo propuesto. Las campañas de unos y otros serán tildadas, a conveniencia, como “guerra sucia”, hija de la desesperación, la impotencia y la perversidad del adversario, transformado en candoroso aliado cuando se pasa de bando.
La advertencia de parte de dirigentes del PLD de que se avecinaba una “campaña sucia” para desprestigiar al Presidente candidato de su partido de parte del PRM, impotente para superar el nivel de simpatía y preferencia en la intención del voto ciudadano, según revelan las encuestas, tuvo por respuesta el temor reflejado por las verdades que se harían publicas en el video censurado por los canales de televisión que no quisieron correr riesgos innecesarios; pero que no pudo evitar la avalancha de las redes sociales y la salida al ruedo del Director del periodico El Día, ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa pidiendo una exhaustiva investigación, porque la censura “huele un poco a presiones políticas.” Sea Usted el Jurado.

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