Guía para la acción

Guía para la acción

1- La gobernabilidad debe cimentarse más en un ejercicio sabio, enérgico y responsable de la autoridad que en la búsqueda permanente de “consensos” que hacen que el gobernante parezca más un malabarista que un estadista.

2- Las sociedades complejas son conflictivas por la pluralidad o diversidad de intereses que tratan de realizarse.  De ahí que una cierta dosis de arbitraje, de mediación,  por parte de las autoridades siempre resultará conveniente y saludable; pero el buen gobernanante nunca debería concebirse como un árbitro permanente, distante o imparcial. También, deberá estar dispuesto a arriesgarse en la confrontación de las ideas, a perder capital político, a poner a prueba la visión por la que lo eligieron, a quedarse solo  si su convicción se lo indica.

3- Los lideres –o los que fungen como tales- procuran que los hombres y mujeres que integran “las masas” tengan fe en sus personas y en sus orientaciones, pero ¿tienen los lideres fe en esas masas que les toca dirigir, en esos hombres y mujeres sencillos, desconocidos, anónimos que les siguen con pasión?  Sin esa fe recíproca, interactuante, potenciadora,  no es posible desencadenar el fenómeno de movilización transformadora que hace historia… Definitivamente, tanto o más importante que los seguidores confíen en los lideres es que los lideres confíen en los seguidores…, o por lo menos,  en sus potencialidades.

4- En todos los seres humanos –como en todas las sociedades o grupos- hay un cúmulo de virtudes y de defectos, de potencialidades positivas y de inclinaciones penosas. Tanto los lideres como, sobre todo,  las instituciones deben proponerse estimular  el crecimiento de los primeros y contener o reducir los segundos.

5- Muchos  disfrutan,  con aire deportivo,  criticando a los legisladores, que ciertamente tienen su cuota de  responsabilidad en nuestros fracasos institucionales.  Pero la verdad sea dicha: en las cuestiones fundamentales,  la gran mayoría de nuestros senadores y diputados son meras piezas en un tablero donde los jugadores son otros: Los jerarcas de los partidos, los grandes grupos de interés, los procónsules de ciertas embajadas y organismos internacionales…  y raras veces a los que critican a “las piezas”  aluden  “a los jugadores”.

6- Decía el inolvidable amigo Miguel Angel Velásquez que la conchupancia era una palabra compuesta del folklor político venezolano que significaba “acción de chupar conjuntamente”, y que designaba la práctica de los cogollos partidistas de confabularse para preservar sus intereses comunes mientras “competían”  y se “alternaban” en el mando… democráticamente.

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