Abraham Lincoln expresó que el voto es más fuerte que una bala. Por esa razón estoy escribiendo y honrando mi vocación de articulista de este prestigioso medio de comunicación, expresando una acción electoral y democrática que podría generar una ola de beneficios en las familias dominicanas. Lo hago para sensibilizar y tratar de despertar y construir conciencia en un sector dominicano. Sueño y trabajo para ver una real transformación en nuestro país con acciones pequeñas pero con raíces profundas. Hablo sin sujeción a ningún partido político; únicamente deseo ver a cada familia dominicana con la oportunidad de disfrutar de nuestras riquezas y de la belleza que nuestro Creador nos ha prestado para que sea bien administrada. Dicho esto, paso a externar que la función de un senador es muy delicada, estratégica y hasta podría ser peligrosa. Un senador debe legislar, representar, fiscalizar y ejercer control político en nombre del pueblo dominicano.
El senador debe vigilar por que se cumplan las leyes y se respeten los derechos. Y precisamente esa es la tarea que le tocará a Guillermo Moreno en caso de ser favorecido con el voto democrático de los electores del Distrito Nacional. Muchas veces nos frustramos con aquellos políticos que atentan contra la dignidad, los que toman acciones en desmedro de los intereses del pueblo dominicano. Tendemos a quejarnos pero seguimos votando por candidatos que generan muerte emocional y pobreza. Ahora se nos ha dado la oportunidad de sobreponernos a nuestros deseos pre-fabricados, inducidos y condicionados por muchos elementos que flotan en los sectores sociales.
Si deseamos ver cambios sustanciales, nuestro voto debe ir más allá de los intereses personales o de las emociones que nos conectan con aquellos candidatos que actúan como si estuvieran en un concurso de belleza. Otros que han recibido una transferencia política, convirtiéndose astutamente en representantes de sectores omnívoros. Es que ser senador es una tarea que se compara con una labor sacerdotal; con un Guillermo Moreno senador, tendríamos a un defensor confiable de carácter. Uno le consideraría incapaz de votar a la ligera o de forma oscura. Un Guillermo no votaría apresuradamente a favor de préstamos, contratos y concesiones como los que en el pasado un partido político sometió irresponsablemente para favorecer una concesionaria minera por la extracción de las riquezas de nuestro sub suelo. Tenemos la esperanza que Guillermo tendrá el cuidado y el empeño de leer y analizar cuidadosamente las letras pequeñas que se suelen insertar en esos contratos por las que intencionalmente se diseña el escape de recursos que deberían destinarse a mejorar las condiciones de vida de los dominicanos. ¡El estaría vigilante de esa contingencia!
Los que anhelamos un mejor país, todos aquellos que seguimos a un Señor que nos ha dejado una conducta de vida, los que estamos cansados de que se nos engañen, todos nosotros debemos vivir y materializar nuestras creencias en acciones tangibles con directrices que lleven a una conducta que genere prosperidad y seguridad ciudadana. Estoy más que convencido de que el pueblo dominicano -dije el pueblo- en Guillermo Moreno tendría un voto insobornable. La honestidad es un principio que ha dominado su vida privada y pública. No lo ha adoptado como un discurso oportunista sino que es el reflejo de sus más profundas convicciones personales. De hecho, hay quienes se quejan de que su prédica a favor de la transparencia y contra la corrupción parecen obsesivas. En dicho escenario, ese énfasis personal parece más una virtud que un defecto. Sería bueno que recordemos que en el Senado de la República Dominicana la honestidad no sobra.
En Guillermo los dominicanos tendríamos un contrapeso. Si bien el partido de gobierno le ha invitado a formar parte del Congreso Nacional, no parece que dicho partido tenga la expectativa de que se una irreflexivamente a todas sus iniciativas sin antes procesarlas y ponderarlas. En las democracias que funcionan, el congreso fiscaliza y pide cuentas al ejecutivo, y éste no debe ver esa función como una molestia sino como una ayuda a las prácticas más sanas de administración. Guillermo Moreno lo hará, pero no usará esa facultad con una intención detractora sino con un propósito sano de contribuir a la transparencia. Un ejecutivo sensato agradecerá ese rol porque le legitimará en lo bueno, y le advertirá en los peligros.
Con un Guillermo en el Senado tendríamos un representante de sólida formación intelectual y académica. Aunque ha sido un fenómeno más común en la cámara baja, uno aspira a que el Congreso Nacional no se llene de riferos y ventajistas, sino de personas con capacidades profesionales probadas que sean capaces de ver más allá de los intereses coyunturales. El no sólo es un gran jurista, sino un académico responsable de la formación de generaciones de abogados, con estudios en Europa y más experiencias profesionales que por razones de espacio en este artículo no podemos plasmar.
Guillermo, es un liberal moderado. Los liberales extremistas lo acusan de ser conservador. A algunos conservadores no les agrada su capacidad de encontrar mérito en algunas posiciones liberales. El puede entender ambos mundos. El sabrá apoyar posiciones que alcancen el justo equilibrio. Por práctica y convicción es un defensor de la familia y de la dignidad de todos los seres humanos, sin importar las situaciónes más vulnerables en que se encuentren.
A ningún otro candidato hay que censurarle por lo que no ha hecho personalmente, pero tampoco hay que pecar de ingenuos e ignorar de dónde vienen, de qué se han beneficiado y lo que representan. Hay corrientes tan nefastas en nuestra historia reciente que no deben ser oxigenadas. Nacimos para vivir una vida en abundancia y al votar aveces destruimos esa promesa. Todos fuimos creados iguales pero nosotros mismos nos condenamos al votar de forma emocional y sin pensar en las consecuencias. Con Guillermo Moreno los ciudadanos del Distrito Nacional pueden enviar un mensaje diferente y dejar un legado colectivo.